El joven no tuvo que esperar mucho para ver como Zoe volvía aparecer ante sus ojos con un pergamino enrollado en su manito. Tomando el pergamino, Apolo lo abrió y una cara de disgusto que le fue imposible de ocultar se formó en su rostro al ver la larga secuencia de instrucciones, mucho más complejas de lo que él había imaginado. Incluso, el joven estaba seguro de que su familia no tenía un protocolo tan complejo ni para despedir a los muertos en combate. Pese a ello, Apolo hizo todo lo posible para no decepcionar a Zoe y comenzó a memorizar las instrucciones indicadas por su mayordomo como si su vida dependiera de ello.
Cuando Apolo finalmente levantó la vista de la hoja con los pasos a seguir en la fiesta, fue cuando la misma ya había comenzado y todos los participantes se encontraban dirigiéndose a algún espacio libre entre el medio de los muebles con plantas para proceder a iniciar el baile con sus respectivos compañeros. Realmente parecería que ningún criado había tenido las ganas y las intenciones de acomodar la habitación, por lo que el espacio para bailar entre los muebles era muy reducido y uno debía buscar algún escondrijo entre las plantas para bailar, pese al inmenso tamaño que tenía la habitación. Aunque la realidad era que todo había sido culpa del joven noble el cual había ordenado: «Festejen donde quieran, pero no me cambien de lugar un solo mueble de las habitaciones»
Lamentablemente, Zoe tomó la orden de forma demasiado rígida, por lo que literalmente no había movido un solo mueble de lugar y la mesa se había armado con barriles de suministro y tablones improvisados con la madera usada para calentar las chimeneas. Sin embargo, para una fiesta de menos de 30 personas la mesa improvisada funcionaba bastante bien.
Mientras los criados se preparaban para poner en marcha la fiesta, Zoe buscó una caja que tenía unos cristales polvorientos un poco más grandes a los que se utilizaban para comerciar. En principio estos cristales grandes servían para reproducir algunas canciones de música y para iluminar la habitación en función del ritmo de la música, por lo cual eran ampliamente utilizados en las fiestas del imperio. La razón por la cual los cristales grandes estaban llenos de polvo y algunos hasta tenían grietas es porque estos cristales fueron comprados por Apolo en un lote de cosas de segunda mano que solía comprar para llenar los muebles de la casa. Realmente el joven noble nunca los había probado y de hecho desconocía cuando los había adquirido.
—¡Apaguen las luces!—Ordenó Zoe a los criados, provocando que los mismos corrieran a tocar un cristal cerca de la pared que servía como mente maestra para controlar el resto de cristales que iluminaban esta habitación. Tras notar que la habitación había quedado en completa oscuridad, Zoe supo que era hora de darle inicio a la fiesta.
—Toquen música clásica de las que se suelen escuchar en las fiestas importantes—Ordenó Zoe a los cristales como si pudieran escucharla mientras los rozaba con sus dedos. Inmediatamente, los cristales en la caja comenzaron a brillar y a salir volando para dispersarse por la oscura habitación, aunque la misma era demasiado grande por lo que los pocos cristales decidieron volar encima de las personas en la habitación, mostrando cierto grado de inteligencia propia.
Una vez que los cristales se acomodaron en el techo, los mismos comenzaron a reproducir una canción bastante melancólica y deprimente. Mientras tanto, los cristales comenzaron a brillar iluminando la sala con una luz amarillenta similar a las velas. Pero esto no duró mucho, ya que algunos cristales comenzaron a mostrar signos evidentes de estar fallando provocando una reacción en cadena en todos los cristales de la habitación. Esta falla provocó que la luz de la habitación se tornara roja suave y que los cristales comenzaran a parpadear de vez en cuando de forma aleatoria. Por su parte la canción reproducida por los cristales se volvió más pausada casi como si se escuchara en cámara lenta y de vez en cuanto los cristales mezclaban la canción con otras que tenían guardadas haciendo que la música se tornara bastante perturbadora al punto que provocaba algo de miedo.
Sin enterarse de que los cristales estaban fallando y culpando a la canción por estos cambios, Zoe procedió a tocar los cristales que aún no habían salido volando y permanecían en la caja, estos claramente eran diferentes y tenían un notorio color mezclado entre azul y rojo. Los mismos tenían otra función y era aclimatar el clima de la habitación. Como hoy era una noche particularmente cálida, por no decir que el clima estaba sofocante, a Zoe le había parecido una buena idea traer estos cristales para hacer el ambiente un poco más agradable.
—No sean perezosos: ¡Trabajen y hagan más fría la habitación!—Ordenó Zoe empujando a los cristales, como si realmente estuvieran durmiendo y no fueran objetos inanimados. Los mismos inmediatamente comenzaron a emitir un débil brillo y se dispersaron por la habitación. Aunque había un poco más de estos cristales, todavía no alcanzaban para dispersarse por toda la habitación, por lo que los cristales inteligentemente decidieron colocarse cercanas a las personas en el salón, confirmando que los cristales podían pensar o que al menos tenían cierto grado de inteligencia artificial.
Al terminar de posicionarse en los lugares que ellos habían elegido, los cristales de doble color comenzaron a emitir un débil brillo de color azulado enfriando la habitación, pero no paso mucho tiempo para que uno de los cristales comenzara a parpadear violentamente, provocando que el resto de los cristales se contagiara de su parpadeo. Esta falla terminó provocando que los cristales comenzaran a emitir un tenue brillo rojo, a medida que una neblina blanca y espesa comenzó a ser emanada de los cristales, llenando poco a poco de neblina el piso de la gigantesca habitación.
Al ver como todos los criados se acomodaban entre los muebles buscando un espacio donde poder bailar con su pareja, Apolo guardó el papel con instrucciones en un bolsillo oculto que tenía su toga y procedió a buscar a Mateo el cual se encontraba esperándolo frente a unas plantas de tomate.
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—¿No crees que es algo ridículo que nos hagan bailar entre nosotros?—Preguntó Mateo mirando la escena a su alrededor, algo perturbado por la música oscura y deprimente que escuchaban los nobles de la capital. En pocos segundos este cuarto se había convertido en una escena de terror, y su enorme soledad no ayudaba en absoluto a mejorar la atmósfera.
—No, es vital hacerlo, piensa positivamente: al menos somos todos hombres, por lo que no hay razón para sentir vergüenza alguna—Respondió Apolo viendo que todos los hombres habían sido obligados a bailar con otros hombres porque no tenía una sola criada mujer en su casa. Pese a que siempre había una oveja negra en todas las fiestas y en este caso el único criado que no bailaba con otro hombre, era el que tenía algunas señales de que podría haber sido infectado por peste azul y actualmente se encontraba bailando con Zoe, la cual era inmune a la enfermedad.
—Supongo, ¿cómo se baila en estas fiestas?—Preguntó Mateo aún avergonzado.
—¿De verdad crees que sé bailar?, venimos de una familia que celebra incendiando pueblos enteros, no de una familia de bailarines, ni siquiera estaba enterado que se escuchaban estas canciones en la capital: ¡Parece que estamos en un funeral!—Respondió Apolo mirando a Zoe entre la niebla, tratando de imitar sus patosos movimientos—Haz lo que hace el Gururi verde, es la única que se sabe realmente el protocolo que siguen los nobles de la capital.
—Supongo que la clave de que este baile salga bien, será tomar alcohol hasta que todos se olviden que tienen que seguir bailando—Dijo irónicamente Mateo mientras se limpiaba la transpiración en el rostro y tomaba una jarra en la larga mesa, para ir bebiendo mientras copiaba los bastante complejos movimientos del baile.
—Y de todos los eventos sociales, más te vale que te vayas acostumbrando a tomar alcohol hasta reventar…—Comentó Apolo siguiendo el consejo de su «primo», acompañándolo a buscar una jarra en la mesa—Como bastardo te será complicado acceder a un buen presupuesto. Así que más te vale ir buscando alguien que te acomode dentro del ministerio de magia, ahí no puedo ayudarte: nunca fui una persona muy interesada en ampliar sus redes de contactos.
—Supongo, espero hacerme con amigos rápidamente—Respondió Mateo recordándose a sí mismo que el emperador nunca le daría a un bastardo semejante mansión como le dieron a Apolo, el cual era el hermano del futuro rey de los bosques negros.
—¿Amigos?, nunca te olvides de que esto solo es un juego: ¡El juego de los magos!—Respondió Apolo limpiándose el sudor en su cuerpo, mientras aseguraba con su mirada acechante como todos los criados en la fiesta estaban tratando de realizar el demasiado complejo baile—Ya vienes jugando a este juego hace casi dos años. Solo procura nunca olvidarte de los condenados en el árbol de la familia imperial y de los muebles «decorados» en mi estancia y andarás bien. En este juego hay pocos ganadores, muchos desaparecidos, demasiados muertos y está lleno de cobardes que se cansaron de jugarlo. Y la mejor posición de todas, la ocupa el que observa pasivamente, escondido como una rata, esperando a que alguien sé le caiga el queso y evitando al malvado gato.
—El juego de los magos…—Murmuró Mateo reflexivamente; pensando en todas las barbaridades que Apolo había hecho hasta ahora para cumplir sus alocados objetivos y lo cierto es que el Hombre sabía bien que si quería lograr vivir igual que cualquier noble en este imperio probablemente las barbaridades que tuviera que hacer serían mucho más grandes que la de su medio «primo».
La fiesta continuó desarrollándose aunque nadie en esta fiesta sabía el baile, excepto por Zoe. Pese a ello, todos los criados sabían que tenían que bailar, o al menos la mirada que les estaba lanzando Apolo indicaba que era una orden bastante seria y a los que dejaban de hacerlo parecería que los haría dormir con los muertos en la mazmorra si no reanudaban su baile. Esto terminó provocando que todos los criados buscaran copiar los movimientos de Apolo, que era pésimo bailando. Y para joder más el asunto el joven noble se encontraba copiando los movimientos de Zoe, que también era una terrible bailarina. Por lo cual terminó provocando que el baile fuera algo completamente ridículo para la vista ajena. Todos podían ver los movimientos de los unos y los otros, por lo que los criados contemplaban con extrañeza como parecería que por algún motivo todos en esta sala se habían olvidado cómo mover un brazo o como apoyar un pie correctamente.
Eran movimientos forzados, lentos y demasiados viciados, pero de alguna manera dado lo ridículo de la situación y al importantísimo hecho de que Apolo había dispuesto barra libre para todos, estaba provocando que más de un criado algo borracho soltara una sonrisa divertida o una carcajada mientras trataba de copiar los complejísimos movimientos de este antiguo baile.
Los movimientos del baile de Zoe eran tan exóticos que parecería que el feto verde se los estaba inventando en el momento porque no los recordaba y lo cierto es que justamente eso es lo que estaba ocurriendo: ¡Zoe no sabía como se tenía que bailar!.
La gururi hace décadas que no iba a una fiesta y su anterior maestro no era precisamente una persona que organizaba demasiadas fiestas, por lo cual de forma algo nerviosa Zoe estaba tratando de recordar cómo eran los pasos de un baile protocolar. Sin embargo, para la alegría de Zoe parecería que estaba teniendo éxito, ya que todas las personas en la habitación estaban bailando exactamente igual que ella.
Si Zoe se ponía el dedo en la nariz, todos en la habitación se ponían el dedo en la nariz. Si giraba, todos en la habitación giraban como ella lo había hecho, incluso si le daba una nalgada a su compañero de baile, todos los criados la acompañaban y procedían a darle una cachetada en el trasero a su compañero de baile. Realmente Zoe se estaba matando de la risa viendo esta escena. La Gururi no recordaba que las fiestas fueran tan divertidas, aunque tampoco recordaba tan bien que la música fuera tan oscura y deprimente, o si solía haber niebla en este tipo de fiestas.
Pero lo que importaba en la mente de Zoe era que todos parecían estar divirtiéndose en la fiesta que había preparado: Todos parecían encantados con el baile y disfrutaban la bebida que había comprado, la disfrutaban tanto que parecían que estaban tomando alcohol como si se estuvieran muriendo de sed. Aunque lo cierto es que realmente los criados se estaban muriendo de sed, ya que los cristales de doble color estaban convirtiendo la gigantesca habitación en una sauna. Pese a ello, Zoe no percibía la temperatura como los humanos y dado que ella no entendía el problema, no pudo comprender que la niebla estaba incomodando a todos los criados y para colmo los cristales no parecían tener intención alguna de dejar de subir la temperatura en la habitación.