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E141-Campamento

Tras terminar de ponerse la armadura, Cristóbal miró el fuego creciendo en la distancia y comentó:

—Tenemos que volver al campamento, probablemente nos estén buscando por todo el pueblo: rodeamos el incendio y vayamos con rapidez.

—¿Por qué rodearlo?—Preguntó Tea, recordando que habían venido por ese lugar.

—No sabemos qué tan grande es el incendio ahora, si nos metemos en el medio y no encontramos ningún árbol vivo, estamos muertos. Nunca te adentres a un sitio peligroso sin conocimiento de la zona: es básico—Respondió el gigante con sabiduría mientras procedía a indicar el camino, desde su altura era bastante fácil ver por donde el fuego todavía no había pasado.

Tea siguió a su tío por el bosque mientras confiaba que su tío encontraría el camino correcto para evitar las llamas. Por suerte nada raro ocurrió y en aproximadamente una hora el gigante y el pelirrojo pudieron salir del bosque, y llegar al camino que los dirigiría al pueblo cercano sin ver un solo árbol en llamas, no obstante el humo en el cielo podía verse y olerse desde prácticamente cualquier lado.

Tras caminar unos pocos minutos por el camino de tierra rodeado de campos coloridos, Apolo pudo ver en la distancia como un campamento militar se había armado a las afueras del bosque. Realmente el campamento no era muy grande y dada su educación, Apolo pudo distinguir que a lo mucho habría quinientos soldados en este lugar. No obstante por lo delicada que eran todas estas tiendas militares, el difunto se dio cuenta de que probablemente se tratasen de soldados bastante bien entrenados o de alto rango, por lo cual este campamento militar debería pertenecer a un escuadrón de élite o a la escolta de alguien importante.

Sin siquiera terminar de acercarse al campamento, un soldado vistiendo una armadura creada con huesos rotos se acercó montando a caballo al gigante y al pelirrojo para comentarles el siguiente mensaje:

—Finalmente lo encontramos, general. El bosque se está incendiando, supongo que fueron ustedes dos, ya que no encontramos ninguna señal del enemigo en los alrededores. Si bien controlamos el incendio, le recuerdo que estamos a un día de distancia del gran general y en el asedio él estará a cargo, por lo que es vital evitar este tipo de «accidentes» en el futuro.

—Sí, fuimos nosotros, Isidoro. Dile a mis capitanes que se reúnan en mi tienda—Ordenó Cristóbal secamente sin querer dar muchas explicaciones acerca de lo que ocurrió, mientras preocupadamente miraba lo alto que estaba el humo en el cielo; temeroso de que el humo pudiera ser notado por los hombres en el asedio.

—¿Y los otros oficiales?—Preguntó Isidoro de inmediato, aunque su pregunta parecía más una invitación forzada para estas personas, que una pregunta sincera—Recuerde que tenemos coladas a varias personas importantes en el campamento: si bien puede ignorar lo que digan, aún debe invitar a estas personas a escuchar los planes importantes.

—Qué cagada...—Murmuró Cristóbal mientras se tomaba la cabeza; el gigante se había olvidado de esas molestias, pero ahora recordaba que varios nobles habían enviado a sus hijos para quedarse con parte del mérito militar de completar el asedio.

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—Señor, le recuerdo que el financiamiento del resto de familias nobles fue fundamental y es necesario mantener buenas condiciones con ellas. Su padre es el que me ordenó personalmente que vigilara este asunto con cuidado, y me temo que cuando la guerra está por terminar es el momento en donde las negociaciones con los nobles que financiaron esta campaña se vuelven más álgidas, por lo que es vital cumplir bien los protocolos básicos—Comentó Isidoro, tratando de persuadir al general.

—Dile a todos los oficiales que se reúnan en la carpa general y haz los preparativos para que pueda explicar mis órdenes en ese lugar—Respondió Cristóbal, rehusándose a invitar a un montón de desconocidos a su tienda personal.

—Como ordene, pero le recuerdo que este plan debe ser aprobado por el gran general al llegar al asedio, no se olvide de tratar de incluir a todos los oficiales en el plan, pero considerando que ninguno de los oficiales debe arriesgar sus cabezas. En caso contrario me temo que modificaré el plan del asedio yo mismo—Respondió Isidoro dando la vuelta al caballo para regresar al campamento a hacer los preparativos.

—Ves, muchacho, cosas como estas son las que más odio de la guerra...—Murmuró Cristóbal cuando vio que el caballo ya estaba demasiado lejos como para que el soldado que lo montaba lo escuchara.

—Ponen a los hombres, las armas y el dinero. Sin esas tres cosas no podríamos ganar ninguna guerra, así que hay que convivir con los otros nobles. Para estos pobres diablos ir a la guerra es prácticamente ser tachado de inútil por sus propias familias, así que lo mejor es hacerle las cosas más sencillas y ganarse su apoyo—Respondió Tea escuchando la queja de su tío.

—Y sin nosotros hay guerra, pero no hay victorias. Nunca te olvides de ese pequeño detalle, mocoso...—Agregó Cristóbal de mala gana—Cuando terminemos el asedio, recuerda pedirle una parte del botín a estos idiotas, si es que realmente no quieres seguir viviendo la vida de un soldado.

—Lo consideraré...—Murmuró Tea, pese a que aún no estaba tan seguro acerca de qué decisión tomar.

Tras unos cuantos minutos caminando por el camino de tierra, el sobrino y el tío llegaron al campamento, para ser recibidos por una gran cantidad de soldados, al parecer todas las personas en el campamento militar se habían puesto bastante nerviosas por sufrir la ausencia de su general justo cuando se produjo un incendio repentino en los alrededores.

Desde el interior del gigante, Apolo pudo observar como un soldado vistiendo armadura de plata llena de rosas idéntica a la que usaban los guardias de la capital se acercaba a Cristóbal para comentarle:

—General, los oficiales están reunidos en la tienda grande y están ansiosos esperando por sus órdenes

—¡¿Qué tienda?!—Preguntó Cristóbal sin disimular su enojo, bastante molesto de que un soldado llamara a la tienda general como la tienda grande; desde su perspectiva en un campamento de mayor tamaño podría haber muchas tiendas «grandes» por lo cual era importante saber diferenciarlas.

—Tío, no hagas las cosas más complicadas...—Recordó Tea en voz baja.

—Querrás decir la tienda general, me imagino… La tienda donde duerme un batallón es aún más grande que la tienda general, y cuando vayamos al campamento en el asedio, espero que no se te ocurra meter a los «oficiales» en esa tienda por error...—Corrigió Cristóbal ignorando al soldado y caminando hacia la tienda más grande del campamento.

Realmente la tienda general era gigantesca y su tamaño era desproporcional para el uso de una persona normal, pero el general de este campamento era un gigante de seis metros por lo que claramente se habían modificado todas las tiendas que el mismo podría necesitar.

Apolo con expectativa miró las puertas de la tienda con deseos de ver como era adentro, esta era la primera vez que el difunto entraba a una tienda militar en su vida, ya que solo las conocía a base de descripciones en los libros o anécdotas variadas. En el fondo de su corazón, Apolo estaba bastante interesado de ver cómo era la vida diaria de un verdadero soldado de su familia; cosa que por desgracia el difunto nunca pudo experimentar cuando estaba vivo, pero por fortuna ahora sus descendientes podían otorgarle esa oportunidad.