Sin demorarse mucho, Apolo terminó encontrando el cuarto que le habían asignado. A estas alturas de las circunstancias, el joven había comprendido que en la primera letra de la habitación siempre indicaba el piso en orden alfabético y que el orden de las habitaciones estaban en forma numérica ascendente por lo que realmente era bastante sencillo encontrar las habitaciones dentro de los castillos del ministerio.
Al entrar en la habitación, Apolo notó que la misma era bastante compacta, pero tenía todo lo necesario para pasar una noche y algunas cositas más como un escritorio y un sillón. Sin embargo, para los gustos de Apolo faltaban cosas que distinguieran este cuarto, no había una sola decoración: todo lo que se encontraba en esta sala tenía el propósito de ser usado y el cuarto carecía completamente de personalidad. Pese a ello y lo incómodo que era dormir en una cama distinta a la usual, el joven se las ingenió para quedarse dormido esperando con ansias ver que viviría en sus sueños esta noche.
El tiempo pasó y cuando el joven abrió los ojos ya era de día. Apolo con molestia miró las piedras en el techo de su habitación: el sueño había sido igual de bizarro que la última vez, pero esta vez el joven nunca se enteró de que estaba soñando hasta que abrió los ojos.
Sin darle tiempo a que la pereza tomara territorio, el joven saltó de su cama de golpe y miró por la ventana del castillo observando que el sol ya había salido y maldijo mirando que ya estaba justo por llegar arriba del castillo por lo que debía ser casi medio día, mientras comentaba:
—Esperaba tener otro sueño lúcido, sigo sin comprender que me quisieron decir mis ancestros y para colmo perdí un montón de tiempo durmiendo...
Sin querer perder más el tiempo, Apolo salió de la habitación y se encontró con una gran cantidad de magos vistiendo túnicas negras yendo y viniendo por los pasillos. De día este castillo cambiaba completamente: por las noches no se escuchaba ni un mísero ruido, mientras que de día esto estaba mucho más poblado. Aunque en realidad no había más de 10 personas en el pasillo en estos momentos, pero aparentaban ser más, ya que los pasillos del tercer castillo eran mucho más comprimidos que los del castillo donde Apolo se había inscripto.
—¿Eh? Una cara nueva, mucho gusto, ¿cómo te llamas?—Preguntó uno de los magos en el pasillo, haciendo que los otros se detuvieran y miraran con curiosidad al gigante extraño.
This story has been taken without authorization. Report any sightings.
—…—Apolo ignoró completamente al mago que lo había saludado y con apuro continuó su marcha hacia la salida del castillo, chocando su hombro con el mago que le estaba bloqueando el paso haciendo que el pobre mago se cayera al piso.
—Hey, malnacido no empujes en los pasillos—Gritó desde el suelo el mago que había hablado.
Apolo se dio la vuelta y miró fijamente al mago en el suelo y a los otros 9 magos en el pasillo, casi como si estuviera pensando tirarlos a todos por la ventana.
—Digo… estos pasillos son muy chicos: así que ten cuidado…—Comentó el mago en el suelo mirando la altura de Apolo con algo de miedo.
—...—Apolo ignoró lo que dijo el mago y continuó su marcha, mientras los magos al frente de él le abrían el paso como si temieran enojar a una persona que podía ser más importante de lo que creían inicialmente, o aún peor: menos cuerda de lo que creían inicialmente. Todos los magos que vivían en este castillo sabían que algunos magos del ministerio estaban tan perdidos en sus investigaciones que frecuentemente ignoraban los problemas de la vida real y esos magos podían resultar increíblemente peligrosos cuando se enojaban; ya que no procesaban las consecuencias de ir causando problemas a los demás y una persona que no conoce límites es alguien que generalmente termina chocando estrepitosamente contra la pared, el problema no era que esa persona se partiera la cabeza en el proceso: ¡El problema era quedar atrapado en el medio y resultar herido por tal idiota!
—¿Quién mierda era ese?—Preguntó el mago que se acababa de levantar del suelo, notando que Apolo ya se encontraba bajando las escaleras.
—Apolo, una gran persona, pero al parecer estaba algo apurado…—Comentó uno de los magos en el pasillo mientras ayudaba a levantar al mago en el piso.
—¡¿Una gran persona?!—Exclamó el mago incrédulo de lo que estaba escuchando.
—No tendrá los mejores modales, pero junto al gordo y al enano salvaron el culo de la mitad de las personas que viven en este castillo—Comentó el mago con una sonrisa recordando su inscripción.
—Así que es un amigo del gordo, me sorprende que sea tan descuidado…—Dijo el mago, él ya era mago hace unos años por lo que solo había escuchado rumores acerca de lo que pasó el día donde mandaron a matar a casi todos los aspirantes. La gran mayoría de supervivientes no hablaba mucho del tema por lo que era complicado enterarse de lo que pasó en realidad.
—Bueno, que yo sepa el gordo era el único plebeyo de ese grupito por lo que probablemente sea el más amigable: ya sabes que el enano anda gritando a los cuatro vientos que es de pueblo blanco en cada ocasión que encuentra.—Respondió el otro mago, mirando la escalera por donde se había marchado Apolo con cierta consternación—Pero ahora que somos magos el título nobiliario cada vez importa menos. Tras los últimos cambios, todo depende de tus contactos y más importante aún de tu propio empeño.