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E93-La propuesta

Los días fueron pasando hasta que finalmente Apolo pudo ver desde la distancia una entrada que le resultaba familiar: ¡Había llegado a su mansión!.

Con los ojos brillantes, llenos de expectativa y emoción, el joven noble esperaba ver cómo reaccionarían sus nuevos Gururis al ver el lugar donde vivirían el resto de sus vidas.

Por su parte, Mateo miraba con añoranza los árboles al rededor del camino y se recordaba a sí mismo que apenas pusiera un pie lejos de la vista de su señor debía buscar uno de los criados para hacerlo el mejor conductor que este imperio haya conocido: ¡Jurando nunca más tocar este infernal carruaje!.

Tras unos pocos minutos, el carruaje finalmente llegó hasta la gran rotonda con el gigantesco árbol en el medio que daba lugar a la entrada de la mansión propiamente dicha. Al ser informado de que Apolo estaba a punto de regresar a la mansión, Orrin había dado la orden para organizar que todos los criados se reunieran en la puerta de la mansión para saludar a su señor nomas el joven noble bajara de su carruaje. Por lo que en estos momentos, el fiel mayordomo se encontraba en las escaleras que daban entrada a la mansión esperando poder reencontrarse con su hijo y Apolo a los cuales no había visto desde hace casi medio año.

Ante la vista atenta de todos los criados de la estancia, el carruaje dio vuelta la rotonda y estacionó cerca de las escaleras que daban entrada a la mansión.

Con el carruaje parado, Apolo con calma bajó de su carruaje y observó a sus criados para encontrarse con la extrañeza de que únicamente reconocía a Orrin mientras que el resto de criados tenían rostros completamente irreconocibles. Si bien Apolo tenía la memoria de un pez y no sé sabía el nombre de ninguno de sus criados aparte de Orrin y Mateo, al menos podía recordar las caras de estos pobres desgraciados, pese a ello el joven noble se percató de que todos estos criados tenían caras nuevas.

—¿Cambiamos al personal?—Preguntó Apolo sin retener sus dudas.

—Siguiendo sus arreglos, le conseguimos un mejor trabajo como personal en el cementerio a los anteriores fieles criados como recompensa tras lograr terminar de amueblar la mansión, mi señor—Respondió Orrin con más tristeza que alegría al decir esa frase teóricamente positiva.

—Oh, así que finalmente logramos darles esos trabajos: ¡Qué alegría!—Exclamó Apolo acordándose que esa era la frase que decía su mayordomo cada vez que uno de sus criados estiraba la pata por la peste azul o cuando alguno de los criados desaparecía tras sufrir algún accidente en la mansión—Un placer en conocerlos a todos ustedes: espero que disfruten su estadía en mi mansión. Bueno, ya que estamos todos reunidos podemos aprovechar la oportunidad para hacer la ceremonia de cambio de puestos.

Tras decir eso Apolo sacó un pergamino enrollado que tenía preparado desde hace ya mucho tiempo en su bolsillo y con una dignidad nunca antes vista ordenó:

—¡Mateo baja del carruaje y ponte de rodillas delante de mí!

—¿Eh?...—Exclamó Mateo mirando como un idiota a Apolo. En estos momentos el hombre estaba tratando de bajar del asiento de conductor, el cual en este carruaje de anormal tamaño estaba bastante alto. Al hombre ya le dolía demasiado el trasero de estar tanto tiempo sentado, por lo que claramente había aprovechado la primera oportunidad que tuvo para intentar bajar a estirar las piernas, dando lugar a que la orden de Apolo lo terminara pillando en un momento sumamente incómodo frente a la atenta mirada de todos los nuevos criados.

Luego de unos segundos procesando la orden en su cerebro y viendo con la seriedad con la que lo estaba mirando su padre, Mateo logró comprender que finalmente le llegó el momento de heredar la posición de mayordomo. Por lo cual el hombre terminó de bajar del carruaje con apuro y reunió fuerzas para disimular el ya notorio cansancio en su cuerpo. Con pasos firmes y bajo la atenta mirada de su padre, Mateo se acercó hasta Apolo y se puso de rodillas ante él, tal y como indicaba el protocolo en el imperio. Mirando a Orrin con felicidad, Apolo puso el pergamino enrollado sobre la frente de Mateo y recitó pausadamente en voz muy alta para que todos pudieran escuchar lo que tenía que decir:

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—Yo, el mago Apolo de bosques negros libero de las funciones de mayordomo a mi leal criado Orrin...

—Como usted ordene, señor—Contestó Orrin evitando llorar de la emoción y haciendo un saludo protocolar bastante bien hecho, como si lo hubiera estado practicando en secreto durante varios días y noches, esperando finalmente poder ver el día en que tuviera que realizarlo frente Apolo.

—Me place escuchar eso—Dijo Apolo cambiando la vista al hombre arrodillado frente a él—Como agradecimiento hacia Orrin por ser el gran gestor de mis tierras, mi gran mansión y todos mis bienes: Yo, el mago Apolo de los bosques negros otorgo el título de mago del imperio a mi primo Mateo de bosque negro.

—¡¿Qué mierda dijiste?!—Gritó Mateo parándose de golpe, tomando violentamente el pergamino en la mano de Apolo, mandando al carajo el solemne protocolo. Inmediatamente, el hombre abrió y leyó en voz alta el contenido del pergamino:

> "Querido nieto, Apolo

>

> Estuve leyendo y meditando la carta que me mandaste por varios días, hasta que finalmente entendí que el que mejor podría entender la última voluntad de mi hijo no era yo: su propio padre, sino que eras vos, Apolo: su querido sobrino, el que mejor pudo comprender el corazón de mi hijo.

>

> Es por eso que decidí cumplir tu palabra y de tal manera honrar las deudas pendientes que mi hijo dejó en este mundo. En la carta encontrarás una tarjeta que debes otorgarle junto a esta carta a tu medio primo Mateo de bosques negros, con ella él podrá tener el futuro que se merece por ser el hijo bastardo de tu tío: un puesto digno como mago, alejado del castillo de la familia.

>

> Si el ministro pide explicaciones de donde conseguiste la aceptación, dile que yo te la he dado como botín de guerra por colaborar en nuestra última campaña en Minas negras, si aún duda muéstrale esta carta y asegúrate de hacerle entender que nunca nadie puede enterarse de la existencia de un nieto ilegítimo en mi familia

>

> Att, tu querido abuelo, el rey de los bosques negros"

—Mi señor...—Murmuró Orrin, el anciano quiso decirle a Apolo que la idea no solo era una locura, sino que también era una ofensa terrible al honor de su propio tío. Pero la tarjeta que Orrin pudo observar en la carta le cerró la boca al anciano; efectivamente él había revisado el contenido de los documentos que le había otorgado la familia de Apolo para que el joven noble pudiera convertirse en un mago. El anciano jamás dejaría que todos su futuro y el de su hijo sea tirado por la borda por la estupidez de Apolo, por lo cual Orrin únicamente le entregó ese documento a Apolo antes de tiempo porque se había asegurado de que el que mandó la carta era el mismo ministro de magia. Por lo tanto, ese documento no importaba mucho, ya que el ministro de magia estaba previamente informado de que Apolo iría a la capital a convertirse en mago y en consecuencia no importaba si Apolo perdía el documento de forma estúpida antes de tiempo.

Como resultado a esa deslealtad, Orrin estaba cien por ciento seguro de que la tarjeta que había visto en la carta enviada por el ministro de magia era idéntica a la que estaba viendo ahora mismo. Conociendo lo poco honorable que era Apolo, el viejo estaba cien por ciento seguro de que Apolo sería capaz de arreglar semejante barbaridad con los empleados del ministerio con tal de satisfacer sus extraños deseos, por lo que el corazón del anciano había comenzado a dudar acerca de cuál era el mejor paso a seguir a continuación.

—¿Papá, qué hago?—Preguntó Mateo incrédulo de lo que le estaba planteando hacer Apolo. Obviamente, el hombre sabía que la carta era una mentira y que si el ministro de magia se enteraba de que estaban tratando de engañarlo probablemente lo matarían. Sin embargo, Mateo también había estado trabajando con Apolo por mucho tiempo y a este punto de las circunstancias, Mateo sabía más que nadie que el joven era un enfermo mental cuando se trataba de armar conspiraciones estúpidas con objetivos sumamente extraños, por lo que sabía que probablemente Apolo estuvo pensando en esto más de un año entero.

Y si no era así, Mateo también sabía la inmensa cantidad de veces que Apolo había mandado al carajo las leyes del imperio para satisfacer sus extraños planes y para colmo en cada uno de esos arrebatos contra las leyes, el noble siempre terminaba saliendo bien parado de alguna manera que rozaba el misticismo. Por lo que el hombre realmente creía que el noble estaba teniendo a sus ancestros arreglando su destino para que no ocurrieran cosas que lo condujeran a un rotundo fracaso.

Por lo cual Mateo dudaba que esta vez fuera la vez que a Apolo le salieran las cosas mal, al fin y al cabo Apolo siempre se había salido con la suya: ¿Por qué justo esta vez en donde él sería el gran ganador sería la maldita ocasión en donde todos los planes de Apolo fallarían?.