El día transcurrió con normalidad y como Apolo había aprendido recientemente: el tiempo estaba por arrebatarle un día de su vida sin que él pudiera protestar. No obstante, el tiempo también le había entregado al joven lo que buscaba: ya que finalmente las puertas de la gran capital imperial podían verse en el horizonte.
La capital imperial era la ciudad más importante y grande de todo el imperio y a pesar de ello no era la más poblada. La verdadera ciudad más poblada de todo el imperio, no era otra que los alrededores de la capital. Los muros gigantes de la ciudad tenían un significado más simbólico que practico y era separar dos mundos.
Por una parte, estaba el interior de la capital, donde el poder y la riqueza abundaban donde uno pusiera la vista, mientras que por otro lado se encontraba la ciudad circundante a la capital, llena de miseria, dolor y sufrimiento.
Esta área increíblemente poblada era conocida como la ciudad anillo, dado que su interior lógicamente estaba hueco y la ciudad se desarrollaba junto a la muralla de la ciudad. Cuanto más uno se alejara de las puertas de la ciudad mayor era la miseria y menor era el grado de inversión y control por parte de las autoridades. Salvo la excepción de los seis caminos que daban entrada a cada una de las 6 puertas en la muralla a la capital. Los alrededores de esos caminos por donde Apolo se encontraba avanzando eran bastante opulentos, ya que una gran cantidad de nobles y comerciantes habían invertido en esa zona.
De cierta forma, este diseño natural, terminó provocando que la miseria de la ciudad anillo quedara aún más escondida de los ojos de los nobles. En consecuencia, lo que Apolo estaba viendo ahora mismo era una ciudad llena de vida y prosperidad completamente alejada de lo que era realmente. Las casas en esta zona eran increíblemente grandes y estaban cada una pegada al lado de la otra, prácticamente todas las casas tenían un local comercial abierto en la parte inferior y dado al gran tránsito de personas parecería que no había un solo local no exitoso en esta calle.
No obstante, la miseria aún podía verse para los ojos atentos, ya que los mendigos y los ladrones no faltaban. Aunque la gran mayoría de los pobres no se atrevía a quedarse mucho tiempo en el camino, principalmente por el temor a sufrir las represalias de algún comerciante que sintiera que estaban afectando su negocio.
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Como ya fue mencionado, la ciudad anillo no era el destino de Apolo, sin embargo, la gran mayoría de miembros de la caravana tenía como objetivo esta ciudad, por lo que la caravana había comenzado a desintegrarse hasta que solo unos pocos carruajes bien decorados seguían marchando hacia las gigantescas puertas de la capital.
Apolo con curiosidad miraba por las dos ventanas del carruaje, tratando de apreciar lo mejor que pudiera esta zona increíblemente exótica y llamativa. Por la cantidad de colores que podían verse en las ropas de las personas en estas calles aparentaría que todos eran ricos, no obstante, la gran realidad es que dada la gran afluencia de comerciantes en esta ciudad, los bienes que en otras ciudades valían fortunas acá solo costaban unos pocos cristales.
Apolo miraba atónitamente la gran cantidad de objetos curiosos que vendían los comerciantes, y no era para menos: los bienes exóticos en los estantes de estos los locales llenarían los ojos de cualquier persona y mucho más los ojos de alguien como Apolo que visitaba por primera vez estas tierras.
Mientras el joven iba curioseando, poco a poco las grandes puertas de la muralla se fueron haciendo cada vez más grande a medida que el carruaje se aproximaba hasta que finalmente las murallas estaban tan cercas que aparentaban lograr cubrir el cielo. Estando tan cerca, Apolo pudo apreciar que las imponentes murallas estaban decoradas con estatuas por todos lados: algunas estatuas vestían como soldados, otras como magos y la gran mayoría usaba ropa de noble. Otro aspecto destacable de las estatuas es que no todas tenían aspecto humano y por ejemplo había unas cuantas que parecían anormalmente grandes como si se tratasen de gigantes. Apolo sabía que las estatuas no fueron creadas al azar y cada una representaba algún héroe ilustre en el imperio, por lo que las estatuas de gigantes eran muy probablemente una dedicatoria del imperio hacia uno de sus ancestros.
Desde la ventana del carruaje, Apolo pudo observar que había una larga cola de carruajes esperando entrar en la capital. Cuando un carruaje se estacionaba en la fila, rápidamente aparecían guardias para inspeccionar el carruaje y pedir la documentación para ingresar. En principio, según le había comentado Orrin, Apolo no debía hacer absolutamente nada durante la inspección y sus conductores se encargarían de todo el trámite, por lo que el joven decidió cerrar las cortinas del carruaje buscando que la inspección de los guardias no lo incomode tanto.