—Bueno, ¿el resto de representantes están de acuerdo con el plan?—Preguntó Cristóbal, aunque por su expresión triunfante parecería que la respuesta a esta pregunta era evidente.
—Si el noble quiere solucionar este problema ahora, que lo haga ahora…—Respondió el mercenario, provocando que el resto de representantes también dieran respuestas afirmativas. En definitiva ellos no se quedarían con la capital que estaban por tomar, por lo que la gente de este pueblo no les servía de nada, y claramente no podrían poner a este pueblo tan cercano a la capital dentro de sus reclamos territoriales.
—Entonces procederé a explicar el plan en más detalle...—Dijo Cristóbal sacando el personaje de color rojo en la mesa, volviéndolo a guardar en la caja de a donde lo había sacado.
Mientras tanto Isidoro miró con molestia a Cristóbal, él sabía que esto terminaría siendo una mala idea. Pero el resto de representantes bastante carentes de conocimientos militares se dejaron influenciar por las palabras de Cristóbal, y al soldado tampoco le era conveniente seguir oponiéndose activamente al general a cargo o podría dejar una mala impresión en los representantes. Por lo tanto, Isidoro terminó aceptando de mala gana el plan que se ejecutaría, por más que el plan fuera un desastre y probablemente le terminaría trayendo problemas a Cristóbal en un futuro no tan lejano.
Por su parte, Tea escuchó con atención el plan, forzándose a no opinar nada y solo seguir ciegamente las órdenes de su tío para no dejarlo mal parado frente a los otros oficiales. En su mente era obvio que la mejor idea era ir a preguntarle al gran general que hacer al respecto de este pueblo: Estaban a solo un día de distancia del asedio y no tenía ningún sentido deliberar ponerse o no a destruir este pueblo por su cuenta. La gente en el asedio era un ejército propiamente dicho, por lo que no le costaría nada al gran general mandar cinco batallones de mil soldados cada uno para destruir el pueblo una vez que se enterara de que Cristóbal fracasó en la conquista de la ciudad asediada y tuviera que iniciar la retirada.
No obstante, Tea seguía absteniéndose a mencionar esa obviedad a los presentes, ya que la gran verdad es que no le importaba que estos nobles perdieran un pueblo; en estos momentos la mente del pelirrojo estaba más preocupada en saber si realmente podía o no sobrevivir a la misión que se le avecinaba en el horizonte: En definitiva, Tea no era su tío y si la misión era tan imposible como habían planteado que era, entonces sería difícil que saliera vivo con su nula experiencia real.
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Dado que no hubo oposición, los representantes escucharon pasivamente el plan y se terminaron dando cuenta de lo inteligente que podía ser Cristóbal cuando se lo proponía, ya que el plan terminó siendo brillante para ellos. Realmente era bastante complicado destruir un pueblo de 100000 personas con solo 500 soldados, por no decir que en algunas regiones menos pobladas del imperio esta cantidad de habitantes harían pensar que este «pueblo» era en realidad una ciudad bastante importante. Pese a ello, la teocracia era particularmente próspera y fértil gracias a que sus gobernantes eran elegidos por su capacidad y estudio en el ámbito administrativo y podían ser reemplazados con la misma facilidad con la que fueron elegidos.
Esto se debía a que el poder en la teocracia se dividía en dos grupos: por un lado, estaba el poder divino el cual era el más importante para la teocracia y lo daban los dioses, los cuales eran alabados por los ciudadanos tal y como los ancestros eran alabados en el imperio. Mientras que por el otro lado, estaba el poder como se lo conocía en el imperio, es decir el poder del gobernante de las tierras. Como las personas que elegían a los «gobernantes» realmente eran los representantes del poder divino, los gobernantes no se preocupaban por las tierras y si por la gente que vivía en ellas. Ya que en definitiva no eran dueños de las tierras que gobernaban y solo la gente que vivían en sus tierras servían para alabar a sus dioses, los cuales a cambio otorgaban su «gracia» sobre las tierras de la teocracia. Esto terminaba provocando que el gobernante de las tierras siempre obraran para el bien del pueblo que vivía en sus dominios provocando que sus ciudades terminaran muy densamente pobladas. Este hecho era uno de los grandes motivos por el cual este «imperio» tenía varias capitales, y a su vez demostraba que el gran poderío de la teocracia provenía de su amplia mano de obra.
No obstante, pese a la disparidad de los números, un buen plan era justamente un buen plan porque prometía éxito y el plan propuesto por Cristóbal desde esta perspectiva era excelente. Los representantes se quedaron escuchando los detalles de las órdenes dadas por el general por unos buenos minutos hasta que finalmente se retiraron de la carpa, permitiendo a Cristóbal llamar a la gente realmente importante, es decir sus capitanes y los soldados reales en el campamento, los cuales eran los que ejecutarían este plan para convertirlo en un éxito.