Tras comprender que finalmente el gran momento había llegado, la maga Helena procedió a sentarse en el sillón que aún estaba libre en la máquina. Al sentarse la maga observó cómo los precintos y esposas en el sillón la ataban por sí mismos como si tuvieran vida propia, mientras su discípula la miraba como tratando de buscar la última gota de compasión de la maga; sin embargo, ni una pizca de compasión podía observarse en el rostro de la mujer.
Cuando los dos sillones quedaron ocupados, la muñeca de metal en el medio de la máquina comenzó a estirarse como si despertara tras un largo sueño, mientras decía las siguientes palabras con una voz angelical con el poder de mover las emociones de todos los presentes:
—Al parecer tenemos muchos espectadores como la última vez que vine a este gran escenario, pero al parecer son muy pocos los rostros que lograron sobrevivir al paso del tiempo y el único rostro que deseaba ver al parecer ya no se encuentra entre los presentes…
—¡Cállate e inicia de una vez, méteme en la cabeza de mi acólita!—Gritó la maga Helena preocupada porque la máquina no arrancara inmediatamente, la última vez que la probó todo parecía funcionar bien y la máquina no se había puesto a hablarle a nadie.
—Que impaciente, pero espero que puedas ayudar a la niña a solucionar sus problemas…—Respondió la máquina, cerrando sus ojos. Coordinadamente, la mujer y la niña cerraron los ojos junto a la muñeca y sus cuerpos comenzaron a temblar vigorosamente, mientras que los tubos con líquidos coloridos en la máquina comenzaban a agotarse.
El proceso como tal fue increíblemente rápido y en unos pocos minutos la mujer y la niña volvieron abrir los ojos coordinadamente junto a la muñeca. No obstante los ojos de la mujer parecían más vivos que nunca, mientras que la niña miraba a la nada misma sin emitir emoción alguna. Por su parte la muñeca había vuelto a quedarse completamente inmóvil como siempre lo había estado antes de hablar.
Los precintos y esposas que ataban a la mujer comenzaron a desajustarse y permitieron que la misma se levantara para inspeccionar con cuidado la falta de reacción de la niña. Tras una cuidadosa verificación que llevó su tiempo, la maga Helena concluyó que al igual que la otra vez había tenido éxito en destruir el subconsciente de su acólita, lo último que faltaba era el último paso y a su vez el más delicado: llevar adelante el método de Minos y trasplantar su mente en el recipiente vacío que acaba de crear.
*Plaf, plaf, plaf* La maga Helena aplaudió tres veces, provocando que un guardia con armadura plateada se acercara con lo que parecía ser una caja de madera colocada con bastante cuidado arriba de un almohadón rojo.
—Buena suerte, jovencita, espero que nos sorprenda a todos y tenga éxito—Comentó uno de los magos en el palco al ver la caja en cuestión, parecía que muchos en la sala ya sabían qué había adentro de ella.
Helena respondió con una sonrisa amigable y abrió la caja mostrando que en su interior había dos babosas fluorescentes moviéndose de un lugar a otro en el interior de la caja que estaba completamente llena de un líquido espeso y pegajoso de color azulado. Helena tomó una de las babosas y la colocó sobre la oreja de su acólita provocando que la babosa se deslizara instintivamente hacia su interior. Acto seguido, la mujer tomó la otra babosa y la colocó sobre su oído provocando que la misma se metiera por el mismo, no pasó más de un minuto y el cuerpo de la mujer cayó desparramado sobre el suelo del escenario.
*¡Agggggg!* Gritó violentamente la niña retorciéndose del dolor en el sillón mientras sus ojos iban de un lugar a otro y las expresiones en su rostro cambiaban constantemente.
—Otro intento, otro fracaso, qué gran pérdida de tiempo...—Dijo uno de los magos del concilio sin mostrar compasión alguna, algunos incluso dejaron de ver inmediatamente y se retiraron de sus palcos, comprendiendo que su tarea como testigos ya había terminado.
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—El que busca el cielo, debe conocer el infierno y el tiempo todo lo soluciona, incluso este infierno: No todo está perdido, Helenita…—Dijo uno de los magos, al parecer el hombre era uno de los pocos tocados por el fracaso de la maga. No obstante, los niños no pudieron curiosear para ver quién era, ya que la voz provino del palco que se encontraba exactamente arriba suyo.
—Parece que ya lograron obtener lo que querían—Exclamó el gato en los muslos del ministro, pero ya no movía la cola de un lugar a otro con felicidad y parecía algo deprimido.
—No, aun Helena sigue viva y tenemos que buscar su cabeza, ¿por qué dijeron que era un fracaso?—Preguntó Apolo escuchando los gritos llenos de dolor proviniendo de Helena, pese a su corta edad, gracias a las explicaciones sencillas de la maga el joven había logrado comprender un poco lo que había ocurrido aunque algunas partes aun las desconocía.
—Me temo que Helena murió, lo que está arriba del escenario es nada más y nada menos que una mezcla incompleta entre ambas personas, al parecer el subconsciente de la niña no pudo ser borrado aunque me temo que el único que sabe lo que realmente ocurrió es tu hermanito—Dijo el gato mirando a Homero con curiosidad. Provocando que el rostro del niño regordete se distorsionara completamente y mirara incrédulo al inexpresivo ministro, temiendo que realmente pudiera ser posible lo que estaba pensando.
—¿Tú sabes por qué falló la maga, Homero?—Preguntó Apolo con aturdimiento.
—No se llama Homero, en realidad su nombre es…—Respondió el gato del ministro de inmediato.
—Apolo de ...—Murmuró Homero viendo fijamente al ministro
—... su nombre es Apolo de los bosques negros—Respondió el gato del ministro sin mostrar ningún cambio aparente.
—No gatito, yo soy Apolo, el gordito es Homero—Respondió Apolo infantilmente.
—Me temo que no es así; si bien es ilógico que esta persona no sea Homero, lo cierto es que un recuerdo no tiene en la naturaleza del mismo por qué ser lógico o exacto—Comentó el gato del ministro, sorprendiendo a Homero, incrédulo de que el ministro pudiera deducir que esto no era la realidad.
—¿Eh?—Preguntó Apolo sin entender qué le acababan de decir.
—¡Mmmm!—El gato trató de responder, pero para sorpresa de los dos hermanos su boca comenzó a cocerse por sí sola con los pelos alrededor de su boca. Mientras los niños miraban la perturbadora escena, los labios del ministro comenzaron a descoserse y con una voz completamente impropia de un humano comentó:
—Ese no es mi gato, la persona que te está hablando es la que te está engañando, niño, estás en un recuerdo y en uno falso. Yo ya morí hace tiempo o mejor dicho fui asesinado por… Deo y Thais. Lamentablemente, ellos se enteraron de que logre descubrir la verdad acerca de la epidemia de la peste azul que está azotando la ciudad anillo. No obstante, todo eso aún no ocurrió, pese a que ocurrirá en el futuro. Me temo que este recuerdo no me pertenece y no le pertenece a nadie en realidad, ya que solo soy un producto de la imaginación de Helena, sino podría mostrarte la realidad que yo mismo he visto con mis propios ojos. Pero no todo está perdido, como bien escuchaste: el que busca el cielo debe conocer el infierno y si sobrevives al mismo debes prometerme que le dirás la verdad al emperador, el imperio debe conocer que está bajo ataque.
Apolo quiso decirle al viejo que no entendía qué estaba diciendo, pero antes de que pudiera abrir la boca observó como su hermano corría hacia él y sin un solo comentario lo lanzaba despiadadamente por la ventana del palco hacia el piso del escenario.
—¡Que hiciste, idiota!—Maldijo el ministro de magia.
—Tú eres el idiota, esa información solo terminaría matando a mi hermano. ¿Acaso de verdad creías que iba a dejar que lo uses?, ¡que sean otros tarados los que se mueran por este imperio de mierda!—Gritó el niño regordete mirando de mala gana al ministro de magia.
—¡Él también vive en el imperio!—Respondió el ministro de magia de inmediato.
—Sí, y a nuestra familia no nos afecta la peste azul, así que el muchacho vivirá contentamente entre los cadáveres: feliz, en la ignorancia de nunca recordarte…—Respondió cruelmente el niño regordete.
Mientras la discusión se desarrollaba, Apolo cayó del palco mirando el rostro aturdido de todos los magos presentes que lo miraban sin comprender que estaba ocurriendo y sin la capacidad de reaccionar ante el evento que estaban presenciando.
*Splash* Sin darle el tiempo de comprender que su mismísimo hermano menor lo había asesinado, el niño cayó sobre el duro suelo de piedra, rompiéndose la cabeza en mil pedazos de forma completamente exagerada como si se tratase de una sandía.