El gordo, el niño y el noble procedieron a juntar los sobornos a medida que el proceso de otorgar los patronazgos se reanudaba con normalidad. Dado que los gritos en el exterior se iban haciendo más fuertes a medida que más aspirantes recibían su condena, el proceso de recaudación de cristales fue más sencillo de lo que el grupo esperaba inicialmente. Y no era para menos, ya que todos los magos que pagaban el soborno miraban a los tres encargados de recolectar el dinero como los héroes que negociaron sus nuevas vidas.
Cuando el soborno fue pagado el grupo de aventuras se disolvió y sin despedirse, Apolo aprovechó la primera oportunidad que tuvo para salir del castillo y regresar a su carruaje en donde Mateo y Orrin lo estaban esperando con miradas preocupadas.
—Me alegro de que no le haya pasado nada, mi señor—Comentó Orrin preocupado, tratando de ignorar los gritos de lamentos que resonaban por todo el patio del ministerio de magia—¿Se puede saber por qué condenaron a muertes a casi todos los aspirantes?
Al escuchar la pregunta, Apolo se dio la vuelta y miró el gran árbol repleto de aspirantes pegados gritando con agonía, realmente el árbol desde el suelo remarcaba su inmenso tamaño y pese a ello todavía toda la fila de aspirantes no había sido condenada por lo que parecía que los guardias necesitarían otro árbol.
Mirando tal escena, Apolo con voz fría respondió:
—Acaso no es obvio: te dije que los que se reían de mí terminaría muriendo y así fue como ocurrió. Con los ancestros de mi lado, nada puede salir mal este día. Hoy aprendí una gran lección y es que si uno actúa como un plebeyo recibe el trato de un plebeyo, mientras que si uno actúa como un noble recibe el trato de los nobles. Y lo más importante, si uno actúa como un ganador, la vida te convierte en un ganador. Hoy les gané a esos miserables en el juego de los magos.
La espalda de Mateo se puso más recta que nunca al escuchar semejante afirmación, su mente no podía procesar que realmente Apolo fuera el responsable de que todos los que se habían reído de él terminaran muriendo. Y sin embargo, sus ojos le indicaron al hombre que efectivamente se había formado una fila de casi cien personas marchando hacia la muerte y sus oídos le recordaban a Mateo que los gritos agónicos de los condenados eran más reales que las propias palabras de su señor.
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Apolo por su parte se quedó mirando al árbol en la distancia, realmente hasta este momento el joven no había terminado de entender del todo el significado del segundo consejo dejado por su ancestro y por qué debería actuar como un plebeyo este día. No obstante, gracias a que Apolo siguió ese consejo fue que todo esto terminó ocurriendo, por lo que en su mente trataba de buscar el gran significado de este desenlace trágico y pese a ello no lo lograba.
—Me alegro de que se haya convertido en un mago, ¿Cuáles son las siguientes indicaciones?—Preguntó Orrin mirando la espalda de su señor con orgullo.
Pese a la pregunta, Apolo continuó mirando el árbol tratando de meditar las palabras de su ancestro, pero como no lo lograba terminó perdiendo la paciencia y estaba a punto de dejarlo. Fue entonces cuando Apolo recordó que uno de sus criados venía dándole buenos consejos últimamente, por lo que preguntó:
—¿Ustedes que creen que es el destino?
—Mmmm… el fruto del trabajo de uno—Respondió Orrin notando lo anormal del estado del joven noble.
—Puede ser… ¿Y tú qué crees, Mateo?—Preguntó Apolo
—Una buena excusa, para lo bueno y lo malo—Respondió Mateo—No pienso que importe demasiado.
—¿Pero sabe que, señor? Considero que cada persona llega a su propia respuesta acerca de que es el destino a medida que crece—Agregó Orrin mirando el árbol a la distancia—Lo importante es que esa respuesta nos nutra y no que nos condene: dudo que el destino de esos aspirantes haya sido morir de esta forma. Y aun así, forzaron ese destino al ofenderlo a usted y a sus ancestros…
—Tal vez la idea era que abra los ojos y vea desde otra perspectiva… tal vez solo era aceptar el test… No lo sé…—Murmuró Apolo meditativamente mientras abría el baúl en donde se guardaban sus nuevas adquisiciones como mago y retiraba el libro rojo. Con el libro en la mano, Apolo volvió a cerrar el baúl y se acercó a Orrin para entregarle el libro.
—Ten, busca donde están los comerciantes que venden casas en la capital—Ordenó Apolo mientras se dirigía a su carruaje—Llévame a la mejor tienda de propiedades del imperio: ¡Es tiempo de que finalmente tenga mi propia casa!.
Sin comentar nada más, Apolo entró a su carruaje y cerró las cortinas, buscando meditar profundamente todo lo que había ocurrido el día de hoy y comenzando a planificar su nueva vida como mago.