A medida que se acercaban al acantilado el ruido del agua chocando contra las rocas se fue haciendo cada vez más abrumador, hasta que llegó el punto en donde molestaba a los oídos e impedía que uno pudiera escuchar cualquier otro ruido del ambiente. Fue entonces, cuando el ruido se volvió realmente insoportable que Apolo y Homero lograron ver en la distancia una inmensa pared que cubría todo su horizonte, este debía ser el acantilado mirado desde el fondo.
El arroyo parecería estar chocando contra el acantilado constantemente, y si uno miraba con atención, se daría cuenta de que en realidad el arroyo estaba metiéndose a un agujero que parecía atravesar el acantilado. No obstante, ninguna persona cuerda se metería en ese agujero, ya que por la velocidad y fuerza que tenía el arroyo sería imposible que salgan vivos, por lo tanto, esa no podía ser la cueva que los niños buscaban.
La verdadera cueva se encontraba unos pocos metros del agujero por donde el agua buscaba desesperadamente meterse, y su entrada parecía ser la suficientemente grande para que entrara un ser humano adulto. La entrada de la cueva en cuestión estaba algo oculta por las rocas y el musgo verde que crecía a sus alrededores, pero aún podía verse que había un camino lo suficientemente largo como para no poder ver el final de la cueva.
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—¿De verdad vamos a meternos ahí dentro?—Preguntó Homero en voz alta y con miedo mirando la entrada de la cueva, la oscuridad en su interior era absoluta por lo que no podía verse qué aterradoras criaturas podían esconderse en su interior.
—Sí, ¿a qué le tienes miedo?—Respondió Apolo en voz alta tratando de que el ruido del agua no opacara su voz, mientras tomaba el mango de su espada con confianza.
—¡No crecen árboles en el interior de una cueva, manga de ignorante!—Chilló Homero nerviosamente—¿Si nos cagan a flechazos como mierda planeas salir vivo?
—¡Es imposible que usen armas a larga distancia en una cueva, tarado!. Además, nos tenemos el uno al otro, mientras no nos maten a los dos al mismo tiempo podremos rescatar a Helena—Respondió Apolo en voz alta, procediendo a buscar un camino para meterse en la cueva sin caer en el agua del arroyo—Solo recuerda el entrenamiento, pero no olvides de que esta vez todo es real: ¡No bajes la guardia!
En unos pocos minutos, Apolo encontró el camino que probablemente utilizaron los secuestradores de Helena para adentrarse a la cueva. Saltando arriba de las rocas con destreza, el joven noble logró llegar hasta la entrada de la cueva, pero no se metió y en su lugar esperó pacientemente a que su hermano menor tomara confianza y también llegara hasta la entrada.
Cuando los dos hermanos llegaron a la cueva, Apolo le indicó con una seña a su hermano menor que a partir de ahora se mantuviera en silencio, para luego adentrarse en el interior de la cueva, alumbrando sus pasos con una débil llama que había surgido en la punta de su dedo.