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E91-Regalos

Apolo salió del cuarto donde las criaturas habían nacido caminando con lentitud. Cada vez que uno de los Gururis trataba de caminar un poco más rápido adelantando los pasos del noble, el joven le pegaba un bastonazo y lo hacía retroceder unos pasos. Tras unos pocos bastonazos las criaturas se dieron cuenta de que tenían que caminar atrás de Apolo y dejaron de caminar más rápido que él.

Tras salir del pasillo intermedio, Apolo se encontró con el criador que se había encargado de sus Gururis en el pasillo de piedras.

—¿Salieron bien?—Preguntó el trabajador mirando a las dos criaturas cubiertas de barro.

—Por el momento todo va en orden—Respondió Apolo con calma—Pero tengo que limpiarles el barro y asegurarme de que estén completos.

—Claro, ven por acá—Comentó el trabajador con apuro, queriendo terminar esta tarea lo más rápido posible.

Apolo y el criador salieron del subsuelo de la tienda y se dirigieron hacia la parte superior del comercio, en donde tras caminar unos pocos minutos Apolo pudo apreciar una cubeta llena de agua bastante grande, casi del tamaño de una piscina chica.

—¡Métanse adentro y límpiense el barro!—Ordenó Apolo con ímpetu.

Los dos Gururis escucharon la orden y con lentitud pasaron la espalda de Apolo como si temieran recibir otro bastonazo. Al ver que el joven no les pegaba, las dos pobres criaturas siguieron caminando un poco más tranquilos hasta acercarse al borde de la cubeta, pero con algo de miedo vieron que la misma estaba llena de agua e instintivamente no querían meterse.

—¡No duden y cumplan mi orden sin pensar!—Gritó Apolo enojado, al notar que las criaturas se encontraban asustadas y no tenían intenciones de cumplir sus órdenes.

Sin embargo, los dos Gururis parecían estar demasiados asustados como para meterse a la cubeta provocando que siguieran ignorando la orden de Apolo. Ver como sus criaturas no lo obedecían provocó que a Apolo se le terminaran de aflojar los pocos tornillos que aún tenía en su cabeza y tomando a uno de los Gururis del cuello lo metió con violencia en la piscina. Luego el noble sacó al desafortunado Gururi a la superficie y como si fuera una remera sucia a la cual limpiar, el joven comenzó a hundirlo y subirlo violentamente en el agua hasta que el Gururi quedó completamente limpio. Acto seguido, el joven noble arrojó a la criatura al suelo despreocupadamente haciendo que la misma se estrellara contra el piso.

*Coff*, *Coff*, *Coff* Inmediatamente el Gururi comenzó a toser con fuerza como si buscara sacarse el agua de sus pulmones para lograr sobrevivir a la trágica experiencia.

—¡Por mis ancestros, eres completamente un desalmado!, ¿cómo se te ocurre tratar a una inocente criatura de semejante manera?, ¡pedazo de mierda!—Se quejó el criador de inmediato mientras se acercaba al Gururi tosiendo en el suelo y lo ayudaba a recomponerse. Por su parte el resto de trabajadores del comercio que se habían acercado impactados al ver la violencia de Apolo, también miraron con repudio la acción del joven: todos acá trabajaban con criaturas todos los días, por lo que obviamente tenían un cariño particularmente importante hacia las mismas, así que estaban sumamente molestos por el maltrato realizado por el noble; sin embargo, nadie se atrevía a hablar como el criador que estaba al lado de Apolo, el cual pareció nacer con un espíritu y unos huevos poco vistos en este imperio.

Ignorando completamente las miradas enojadas de la multitud, Apolo notó que el otro Gururi inteligentemente se estaba alejando de la cubeta dando pequeños pasitos para atrás, por lo cual el joven noble hábilmente lo tomó de un manotazo por el cuello y sin darle tiempo para lamentarse, comenzó a subirlo y bajarlo en la cubeta con agua hasta limpiarlo completamente. Con malicia, el joven arrojó al Gururi arriba del otro Gururi haciendo que ambos chocaran, aunque deliberadamente Apolo evitó que también chocara con el criador tratando de ayudarlos.

Apolo miró a las dos criaturas con enojo y gritó con todas sus fuerzas haciendo que los enojados trabajadores se taparan los oídos y las criaturas en la tienda comenzaran a gritar en pánico:

—¡La próxima vez que se tarden en cumplir mis órdenes y me hagan perder el tiempo los mato a bastonazos!

*Coff*, *Coff*, *Coff* Sin embargo, los Gururis ignoraron el grito e instintivamente siguieron tosiendo con fuerza, más preocupados en luchar por conservar sus vidas que en escuchar lo que el gigante acababa de gritar.

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—¡¿Pero qué no ves que casi los matas ahogados?!, ¡¿qué mierda tienes en la cabeza para ignorar el sufrimiento de estos recién nacidos?!—Gritó con enojo el trabajador sin tolerar el maltrato que acababa de presenciar: su corazón ya había sufrido demasiado este día, pero este acto de barbarie había sido la gota que colmaba el vaso. Imaginando el sufrimiento que le vendría a las pobres criaturas por delante, el trabajador estaba haciendo lo imposible para no perder el control y terminar tratando de alejar a las inocentes criaturas de Apolo. El hombre sabía que su esfuerzo iba a ser inútil: por desgracia el destino era cruel y había convertido a este malparido en un mago, mientras que él tenía que salir a luchar todos los días para mejorar el futuro de sus hijos y era un simple trabajador, pero su corazón ya se había resignado a la cruel verdad: la vida era así en este cruel imperio y no había lugar para que un trabajador haga entrar en razón a una persona importante. Y mucho menos sería posible enfrentarlo si un malvado escritor estaba colaborando con tal malparido eligiéndolo el protagonista de su historia, por lo cual el trabajador contuvo sus puños y trató de imaginarse el gran futuro que le podría dar a sus hijos tras completar esta tarea.

—Claro que los veo, ¡están perfectos!, ¡estos Gururis son perfectos!—Dijo Apolo con una sonrisa ignorando completamente el enojo del trabajador, mirando a las dos criaturas con cuidado.

Estos gururis eran radicalmente diferentes al viejo que Apolo había comprado y a los que generalmente se veían por la calle, si bien los dos tipos de gururis tenían aproximadamente el tamaño de un niño y un cuerpo humanoide. La principal diferencia entre los dos tipos de criaturas estaba en que su piel no era verde y llena de tumores, sino que la piel de estos dos gururis era de un color pálido rosado. Además, estos gururis no tenían la panza transparente y no liberaban un olor fétido constantemente.

Otra gran diferencia es que estas dos criaturas tenían una nariz larga y puntiaguda muy similar a la de Apolo, junto a dos orejas algo alargadas y unos labios como cualquier persona común. Por otra parte, sus ojos eran completamente rojos y sus dientes eran amarillentos y afilados. Mientras que sus cuerpos eran un poco más delgados que el de un Gururi normal. Por lo tanto, se podría decir que estos dos Gururis eran una versión mucho más similar a un humano normal, lo cual también explica en parte por qué es que sus evoluciones llegaron al punto de ser humanos perfectos.

—Cumplieron con su palabra, los felicitó por salvarse—Comentó Apolo retirándose de la tienda. Pero al instante, el joven se dio cuenta de que los dos Gururis no lo seguían y en su lugar lo miraban con odio mientras trataban de recomponerse—¿Qué esperan?, vengan con su maestro: ¡Ustedes merecen una vida mejor que estos idiotas!

Habiendo dado la orden, Apolo procedió a dirigirse hacia su carruaje, ignorando si era o no seguido por sus dos criaturas. Lo único que el joven tenía en la mente era que si las criaturas no la seguían se haría otro par de Gururis cuya cabeza no «fallara».

La gran verdad es que Apolo podría tratar a las criaturas mejor y eso era un hecho. Pero el joven se rehusaba a «malcriarlos» y tener que fingir toda la vida un trato que nunca había tenido con sus criados, por lo cual decidió ser un poco más infeliz que de costumbre el día de hoy, así lo normal sería que los Gururis se acostumbraran a que no haya palabras bonitas o agradecimiento alguno por su trabajo. O tal vez no, tal vez era simplemente las divagaciones de un escritor tratando de salvar el alma de uno de sus personajes. Pero por suerte esta era una pregunta que el lector podría contestarse tras unas pocas páginas más adelante, por lo cual no había motivo alguno para profundizar en la cuestión en estos momentos y la historia podía continuar con normalidad: ¡Sin las molestas interrupciones del escritor!.

Para la fortuna de las dos inocentes y pobres criaturas, los dos Gururis decidieron hacerle caso a la orden y siguieron la espalda de Apolo marchándose de la tienda. Tras unos pocos pasos, el grupo de tres llegó hasta el carruaje en donde Mateo estaba esperando con felicidad, al parecer el hombre ya se había acostumbrado al olor de la pequeña criatura al lado de él y podía celebrar el comienzo del final de esta abominable tortura.

—¿Ya estamos?—Preguntó impacientemente Mateo.

—Casi, solo falta hacer el primer encuentro y formalizar nuestra amorosa relación—Comentó Apolo con una sonrisa mientras abría su carruaje y sacaba una maleta que tenía preparada desde hace demasiado tiempo para cuando este día llegara—Zoe, mi sobrina favorita, baja acá que tengo que presentarte a tus dos nuevos hermanitos…

Inmediatamente, Zoe se teletransporto al lado de Apolo y miró con una curiosidad amigable a los dos Gururis que acababa de conocer. Contrariamente, los otros dos Gururis miraron a Zoe y luego se miraron fijamente, para volver a mirar a Zoe con una mirada maliciosa en sus rostros como si buscaran matarla en la primera oportunidad que tuvieran: en sus mentes ya era demasiado tener que bancarse a un maestro, menos ganas aún tenían de bancarse a una idiota.

—Bueno, dado que este es el comienzo de nuestra hermosa familia, es el momento de que todos ustedes reciban un gran obsequio de mi parte—Comentó Apolo casi cantando con una gran sonrisa en su rostro mientras miraba a Zoe. Acto seguido como si tuviera bipolaridad, el joven lanzó una mirada fría y contundente a las otras dos criaturas mientras con su voz rasposa de costumbre les decía:

—¡Agarren!

Apolo lanzó la maleta a los dos gururis haciendo que tropezaran en el suelo y explicó con cierto orgullo en la voz:

—En la maleta está la ropa que usarán como mis nuevos pupilos: ¡A partir de ahora serán aprendices de un mago!. Cada prenda tiene un parche con un nombre y ese será el nombre al cual responderán a partir de ahora. Con el tiempo valorarán que son afortunados al tenerme como su maestro y aprenderán a vivir cómodamente la vida que nunca pudieron vivir cuando eran dos niños con malos padres.