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E114-Que tragedia?

—Qué tragedia...—Murmuró Apolo, pero hábilmente observó que los ojos de Zoe estaban menos brillosos que de costumbre, por lo cual agregó un poco más enérgicamente:

—¡De todas formas, fue una excelente fiesta!

—¡Pero murieron todos!—Exclamó Zoe, al parecer estaba preocupada por el tema, pero no se atrevía a expresarlo de forma sincera.

—Por eso mismo, fue una excelente fiesta de despedida: Nadie se escapa de mi casa, Zoe... nadie…—Dijo Apolo con el tono más frío que de costumbre—¡Ahora mi primo, mi antiguo mayordomo y todos sus leales criados dormirán para toda la eternidad en las tierras de mi hermosa mansión!, ¡todo ocurrió tal y como estaba planeado en mi plan maestro!

—¿Entonces también fue su plan olvidarse su bastón en la habitación de los Gururis rosados?—Preguntó Zoe con un ligero brillo en los ojos, al parecer más contenta con la idea de que esto no fuera su culpa y en realidad todo fuera una elaborada conspiración de su maestro.

—Oh…—Murmuró Apolo inconscientemente, recordando que efectivamente se había olvidado su bastón en la habitación de los Gururis rosados antes que iniciara la fiesta. Por lo cual las criaturas nunca se habían teletransportado, sino que habían escapado por su inoperancia y falta de precaución—Sí… fue un plan muy delicado para mostrarte lo malvados que eran esos dos diablillos.

—¿Y también fue su plan poner la música alta y que los cristales de temperatura fallaran?—Preguntó Zoe aún más emocionada

—Por supuesto… todo fue parte de mi plan, Zoe.—Contestó Apolo tratando de actuar de forma consiguiente a sus palabras, pero no era muy bueno improvisando—Hiciste una grandiosa tarea en ejecutar tu parte correctamente, mi querida mayordomo

—¡Gracias, Maestro!—Exclamó Zoe con un poco de fluido saliendo de su boca similar a la saliva.

—Por lo demás, encárgate de contratar nuevos criados y lleva todos los cadáveres hacia la puerta de la mansión para que podamos enterrarlos en alguna parte de mi estancia—Ordenó Apolo, pero antes de irse de la habitación recordó que aún le faltaba algo importante—Por cierto, ¿Dónde está mi bastón?

—¡Acá!—Dijo Zoe inclinándose y haciendo aparecer el bastón de la nada.

Apolo vio el bastón flotando en el aire delante de él con aturdimiento, preguntándose por qué Zoe simplemente no le había sacado a los Gururis rosados el bastón con este truco de magia, pero si el joven hacía la pregunta la Gururi anciana se sentiría culpable y pondría en duda el hecho de que todo esto era parte de un gran plan. Por lo que Apolo simplemente tomó el bastón flotando con cuidado, recordándose no perderlo nunca más; para estos Gururis el bastón grande se había transformado en la corona de un rey y un rey no debía andar sin corona frente a sus sirvientes. Viendo que Zoe había desaparecido para comenzar a cumplir las órdenes, Apolo sin sentir una pizca de pena por sus criados recientemente asesinados, tomó dos barriles de alcohol vacíos en el suelo y los acercó a la mesa llena de sobras de comida. Rompiendo la tapa de los barriles usando sus manos, el joven procedió a ir poniendo en los barriles la comida que había sobrado de la fiesta.

Tras unos minutos ambos barriles se llenaron con un revuelto de comida bastante asqueroso de ver, dado que Apolo no tuvo ni el más mínimo cuidado al guardar la comida. Sin importarle la apariencia desagradable, el joven procedió a volver a cerrar los barriles con sus tapas y cargándolos en sus hombros se dirigió hacia la habitación en donde en principio deberían estar encerrados los dos Gururis rosados, aunque el joven no sabía exactamente dónde los había encerrado Zoe.

Tras llegar a la puerta de la habitación donde vivían los Gururis rosados, Apolo se percató de que la misma estaba cerrada con llave, sacándole sus dudas iniciales. El joven noble procedió a retirar la llave oculta en su bastón para abrir la puerta, fijándose de paso que por fortuna los Gururis rosados no habían perdido la placa de metal que lo identificaba como un mago durante su «aventura» nocturna.

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Al entrar por la puerta, Apolo observó como la habitación estaba increíblemente prolija. Los dos Gururis rosados se habían encargado de acomodar los muebles en esta habitación a su antojo y al parecer habían aprovechado la oportunidad del escape para traer algunos muebles de las otras salas para acumularlos junto a sus otros «tesoros» en esta habitación.

—¡Maestro!—Gritaron los dos Gururis al unísono con una sonrisa amigable mientras salían de sus escondites y corrían hacia la puerta.

—¿Cómo la pasaron anoche?, Zoe, me contó que se escaparon—Dijo Apolo con una sonrisa anormalmente ancha.

—Notamos que se había olvidado el gran bastón y quisimos devolvértelo, pero lamentablemente las puertas del gran salón estaban cerradas con llave—Contestaron los dos Gururis rosados al unísono; asustando un poco a Apolo, no parecían estar mintiendo y eso era malo: lo último que quería era vivir con dos grandes mentirosos—Lamentablemente Zoe se enteró de que teníamos el bastón en nuestro poder y obviamente procedió a robárnoslo, intentamos proteger el bastón de las codiciosas manos de Zoe; sin embargo, la malvada criatura logró engañarnos con sus extraños trucos de magia, pero al parecer usted pudo arrebatarle el bastón a la malvada Zoe, Maestro.

—Sí, me lo dio Zoe…—Murmuró Apolo pensando si debía forzar la mentira de estos dos y ver hasta cuando podían seguir mintiendo—Zoe me contó que le dieron el bastón sin pelearse, me alegro, finalmente entendieron la lección y aprendieron a convivir con ella.

—¡Jamás le daríamos el bastón que es del maestro a esa vil criatura, luchamos con todas nuestras fuerzas, pero perdimos ante su magia!. Ella quería conservar los dos bastones bajo su poder: ¡Así sería invencible!. ¡La traidora le mintió, Maestro!, ¡Claro que no se lo dimos pacíficamente: es peligrosa y está usando una magia extraña para seducirlo!. Probablemente ella quiere ganarse su confianza para robarles sus muebles: ¡Nuestros muebles!. De seguro cuando notó que usted estaba buscando su bastón Zoe se lo devolvió pacíficamente para engañarlo y así ocultar sus verdaderas intenciones.—Exclamaron los dos Gururis al unísono poniendo sus dos manitos en sus dientes y temblando un poco, con un nivel de coordinación que asustaría a cualquiera.

—...—Apolo se quedó reflexionando un buen rato por qué los Gururis no le habían mentido en esta ocasión, pero si en la anterior; en principio estos dos Gururis eran tan expresivos como cualquier ser humano normal. Por lo tanto, era improbable que mintieran y que no se les notara, sobre todo si se consideraba que estas dos criaturas tenían la mentalidad y madurez de un par de niños pequeños.

—¿Pasa algo, Maestro?, lo veo algo preocupado—Preguntó Nicolás con una preocupación bastante exagerada si se tenía en cuenta que la persona delante de él le había embocado una gran cantidad de bastonazos todos los días, pero lo cierto es que el método de Apolo era más complicado que solo moler sus mentes a bastonazos. La gran realidad es que Apolo estaba aplicando el mismo método de entrenamiento milenario que usaba su familia para entrenar a los jóvenes en el arte de la guerra: las primeras sesiones dejarían bien visto los métodos de tortura de los dioses griegos de tal manera de lograr hacerle comprender al infante de que pasaría si perdía una batalla real, mientras que en las sesiones más avanzadas se empezaba a dar pequeñas recompensas a medida que ibas progresando en tu aprendizaje. Para Apolo esto era bastante normal: al fin y al cabo en su mente ningún niño de 6 años se tomaría en serio la tarea de levantar una espada a no ser que pudiera ver las consecuencias de no saber utilizarla frente al enemigo equivocado y como en su familia un niño de 6 años podía curarse utilizando árboles, no era como si se les tuviera mucha piedad.

—¿Entonces ustedes dos realmente no cerraron la puerta de la habitación de la fiesta?—Preguntó Apolo mirando las expresiones de los dos Gururis rosas.

—No, estaban cerradas cuando llegamos...—Respondió Nicolás, sin mostrar ningún signo de estar mintiendo.

—Bueno...—Comentó Apolo aún más preocupado, realmente este par de «niños» lo estaban engañando—Les traje regalos, por no haber matado a Zoe.

Tras decir eso, Apolo destapó los dos barriles mostrando la pila de sobras de comida a los dos Gururis. Las dos criaturas no ocultaron la saliva que caía de sus bocas, pero pacientemente esperaron a que Apolo les diera permiso para poder comer la comida.

—Pueden comer, pero después tendrán que contarme con más detalles lo que ocurrió anoche—Dijo Apolo, alejándose un poco de los barriles llenos de comida prediciendo el desastre que se avecinaba y sentándose en el suelo apoyando su espalda en una de las paredes de la habitación.