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E76-Funeral

Dejando que sus criados se encargaran de organizar todo el asunto del funeral, Apolo se fue a dormir cansado a su habitación.

Aunque parezca impresionante, el tiempo no se detuvo y cuando el joven quiso darse cuenta cuánto había dormido, ya se encontraba mirando el techo de su cuarto recordando que había prometido un funeral digno de un noble a uno de sus criados fallecidos. Lo cierto es que con tal de no volver a vivir lo que le pasó en el viaje al ministerio era buena idea contentar al muerto. Además, dentro de poco estaría viajando a la ciudad anillo para comprar las criaturas por lo que era mejor idea hacerlo antes de ese viaje.

Apolo se cambió y bajó las escaleras para indicarle a su mayordomo que se encargara de los preparativos finales, pero al parecer Mateo se le había adelantado con el pedido y en unas pocas horas se organizaría un funeral en el cementerio de la estancia. Dadas las costumbres en el imperio era bastante común que la gente noble o con poder prefiriera ser enterrado donde habían vivido toda su vida, por lo que no era tan extraño tener un cementerio privado y de hecho absolutamente todas las casas en la capital lo tenían. Y cuanto más pasaba el tiempo, más coloridos y atractivos se terminaban volviendo estos cementerios.

Tras definir los detalles, Apolo se buscó un poco de ropa más elegante que de costumbre y salió de la mansión para dirigirse al cementerio junto al resto de los criados. Como tal el cementerio de Apolo era bastante grande dado que la mansión parecía tener bastantes años y muchos habían sido los dueños que se fueron pasando la llave de la estancia. Había en total cuatro bóvedas grandes y más de 100 muertos enterrados, todos con sus respectivas lápidas. Aunque por desgracia el cementerio estaba algo descuidado dado que Apolo todavía pateaba para adelante el asunto de contratar jardineros que le arreglaran el jardín, por lo cual las malas hierbas escondían la belleza de este lugar.

La gran realidad es que contratar a unos jardineros no era precisamente algo demasiado costoso e incluso Apolo podría usar a los criados que ya tenía para arreglar el problema de las malas hierbas. Pese a ello el joven noble se negaba a alterar el orden de prioridades dado por su ancestro, por lo tanto, según el legado de su ancestro el jardín era el último sitio en donde debería poner un misero cristal y bajo esa estricta orden, Apolo deliberadamente había forzado a sus criados a no trabajar nunca en el jardín.

Al llegar al cementerio, Apolo se encontró con todos sus criados. Los cuales ya habían cavado una nueva tumba, como también habían improvisado el ataúd y la lápida con la madera que se utilizaba para cocinar todos los días, lo cierto es que con tantas improvisaciones no podría decirse que este era precisamente el funeral de un noble. Pero Apolo se rehusaba rotundamente a sacar del ataúd a uno de los muertos que ya dormían eternamente en su mazmorra y lo mismo ocurría con las lápidas que si bien ya no eran empleadas para identificar físicamente a los cadáveres, espiritualmente hablando ya tenían otro dueño asignado. Por lo cual el joven noble prefirió que sus conocidos le construyeran una con sus propias manos.

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—¿No podríamos enterrarlo en una de las bóvedas, mi señor?—Preguntó uno de los criados al ver que Apolo había llegado.

—¿Has abierto alguna de las bóvedas?—Preguntó Apolo con seriedad.

—No—Respondió el criado inmediatamente.

—Bien, muy bien, has sido sabio: el que se atreva a abrir una de estas bóvedas será metido en la misma y encerrado ahí hasta que se muera de hambre—Respondió Apolo; el mismo no sabía qué había en las bóvedas y no buscaba saberlo: no eran sus ancestros y eran de otros nobles a los cuales claramente no quería ofender—Bueno iniciemos el funeral, ¿Quién dirá las primeras palabras?

—Usted debería hacerlo…—Comentó Orrin en voz baja.

—Bueno, si es lo que desean...—Comentó Apolo acercándose, por suerte ya había vivido más funerales de lo que le gustaría vivir, por lo que más o menos recordaba que es lo que se decía en este tipo de ocasiones. Apolo se puso en frente de todos los criados, agarró el ataúd y sin mucho esfuerzo lo metió en el agujero. Luego el joven agarró una pala y rellenó un poco el agujero con la tierra que hace unos minutos habían sacado los criados para crear el agujero. Acto seguido, Apolo entregó la pala a otro criado mientras decía:

—Cristóbal, yo Apolo de bosque negro me despido de vos con una sonrisa, pues el día de hoy sé que tu deber con tus ancestros finalmente ha finalizado y ahora es cuando comienza tu nueva etapa guiando a los jóvenes que te entierran esta mañana. En paz descanse, Cristóbal, pues yo juro asegurarme que nadie perturbe su descanso esta mañana, este día, esta noche y hasta el final de mis días donde juntos guiaremos a los que me entierran.

El criado que tomó la pala fue llenando un poco la tumba y al finalizar también dijo unas palabras al muerto, para luego pasarle la pala a otro criado, así poco a poco la tumba se fue llenando a medida que los criados se iban despidiendo. Por su parte, Apolo observaba en silencio como todo transcurría pidiendo a sus ancestros que cambiaran su fortuna y que esta sea la última vez que tenga que organizar un funeral a alguien. Cuando la tumba estuvo completamente llena, Orrin se acercó a la misma y dijo sus últimas palabras, tras lo cual puso la lápida encima de la tumba finalizando así el funeral no tan noble que habían terminado improvisando. Sin embargo, las caras serias y tristes del resto de los criados y sobre todo sus palabras hicieron que el funeral valga la pena para aliviar el corazón de todos los presentes.