Apolo miró con atención las dos casas disponibles: ambas casas valían lo mismo y eran prácticamente imposibles de pagar y por sus descripciones parecería que los atractivos que justifican el valor de cada casa eran diferentes. Por un lado, la primera casa era una pequeña mansión la cual si bien no era muy grande estaba ubicada justo en el centro de la capital imperial la cual era una de las zonas más costosas de la capital. En cuanto la segunda casa en realidad era una estancia la cual contaba con una mansión increíblemente grande y era la que tenía mayor cantidad de terreno en todo el almanaque, además contaba con un lago propio y otras edificaciones secundarias dispersas por la estancia; sin embargo, su ubicación era pésima al punto de estar ubicada pegada a uno de los lados de la gran muralla por lo que estaba super-alejada del centro de la capital y para colmo las puertas de la capital no se encontraban por esa área por lo que quedaba bastante apartada de todo.
—Me quedo con la más grande—Seleccionó Apolo señalando la estancia, en principio no tenía planeado salir de la casa y no quería lidiar con vecinos demasiado importantes por lo que lo mejor era no vivir en el centro.
—Como mago los contactos son fundamentales, ¿No te parece mejor idea vivir en el centro?—Recomendó Darío, como las dos casas valían prácticamente lo mismo su recomendación parecía ser bastante sincera.
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—No, está bien—Respondió Apolo buscando alguna buena excusa—Me gustan los espacios amplios, ya me acostumbré a la vida en un castillo
—Como te apetezca, es tu decisión—Dijo Darío con una sonrisa mientras le indicaba a la empleada que trajera los papeles— La casa está desamueblada y solo nos encargamos de grandes construcciones; sin embargo, podemos darte algunos contactos para solucionar el problema.
—No, está bien. Lo arreglaré por mi cuenta—Respondió Apolo, la verdad es que dado el tamaño de la mansión el joven no creía que tendría el dinero para amueblar toda la casa si elegía alguna tienda demasiado costosa, por lo que debía tratar de amueblarla de alguna forma económica.
—Como tú decidas, por lo demás recuerda que si la casa no te agrada tienes un mes para cambiarla por otra—Recordó Darío, dadas las distancias el vendedor no esperaba que todos los clientes visitarán cada casa que vendía antes de una compra por lo que ofrecía una garantía.
Mientras Darío comentaba eso, la empleada volvió con una serie de papeles que parecían los documentos de la estancia. Apolo los revisó y los leyó con atención, luego de comprobar que estaba todo en orden procedió a firmarlos y el joven noble finalmente se había convertido en el propietario de sus propias tierras. Con alegría, Apolo salió de la tienda y se dispuso a continuar su travesía mientras se proponía cumplir con el tercer consejo dado por su ancestro.