La noche pasó y dios le arrebató 12 horas a Apolo, sin embargo, esta noche dios no había sido generoso y solo le devolvió 4 horas de sueño al joven noble que acababa de despertar con los ojos rojos por la terrible noche que había pasado. Sin embargo, una sonrisa de oreja a oreja estaba formada en el rostro de Apolo, finalmente el tiempo había llegado: ahora el joven solo debía estirar la mano y robarle al tiempo, tal y como su ancestro había planeado, hace dios sabe cuánto.
Así que, con la mirada de un campeón y el cuerpo de un difunto, Apolo procedió a abrir la puerta del carruaje para encontrarse con la mirada aturdida de Mateo y Orrin los cuales se encontraban discutiendo otros asuntos mientras él dormía.
—¿Durmió bien, joven señor? — Preguntó Orrin con sorpresa, ignorando convenientemente el rostro decrépito de Apolo.
—Anoche no dormí: ¡Sobreviví!, sin embargo, mañana estoy seguro de que dormiré—Respondió Apolo con una sonrisa no coherente con su actual estado.
—Esa es la actitud…—Comentó Orrin con una sonrisa, sin entender que decía Apolo, pero logrando comprender su buen estado de ánimo— ¿Quieres que lo llevemos al ministerio de magia?
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—Sí, debemos ir al ministerio de magia ahora mismo, sin embargo…—Respondió Apolo con cierta duda, mientras se quedaba mirando a Orrin y Mateo sentados en el asiento del conductor
—…—Por su parte, Mateo y Orrin esperaron incómodamente a que Apolo lograra salir de sus propios pensamientos mientras los miraba fijamente.
—Sin embargo, lo haremos de otro modo, hoy conduciré yo: enséñenme—Terminó contestando Apolo con dudas, mientras procedía a tratar de sentarse en el asiento de conductor.
Mateo y Orrin miraron a Apolo aún más sorprendidos, especialmente Orrin que luchaba por no negarse a tal petición: desde su perspectiva sería horrible que un futuro mago sea visto por primera vez en el ministerio de magia conduciendo a dos criados. No solo dañaría la imagen de Apolo, también dañaría su futura reputación y con ello su futuro: los otros nobles no tolerarían estos detalles.
—¿Me ayudan a subirme? —Preguntó Apolo con la cara roja mientras seguía tratando de subir al asiento del conductor.
—Sí, sí, claro…—Respondió Mateo, extrañado por la petición, pero aún más extrañado al ver que su padre no estaba dispuesto a ayudar a subir a Apolo al asiento del conductor.
Inmediatamente, Mateo bajo del carruaje para explicarle el método para subirse a Apolo, mientras ojeaba con preocupación como su padre se quedaba callado en un silencio fúnebre: tal vez solo un criado como él sabía que este silencio era la forma más pura en la que un sirviente podía trasmitir su dolor ante una tarea que no querían aceptar.