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E30-Siempre tengo la razón

Lejos, muy lejos del carruaje donde Apolo dormía, se encontraba un inmenso bosque de árboles de corteza negra y hojas rojas. Parecería ser invierno y si bien no nevaba, muchos animales habían comenzado a cambiar sus rutinas: los grandes pájaros habían migrado hacia áreas más cálidas, provocando que fuera la estación ideal para que los pájaros más pequeños se reprodujeran y criaran a sus crías sin temor a los depredadores que se encontraban invernando o habían migrado a otras áreas.

El día de hoy un pajarito de color negro y rojo se encontraba armando un nido con las hojas y ramitas caídas alrededor del árbol donde estaba armando el nido: el pajarito subía y bajaba de su nido con dedicación, mientras poco a poco una cama de ramitas se iba construyendo. Cuando el nido terminó de armarse y el pajarito se dispuso a poner sus huevos, fue cuando el pajarito sintió que algo volaba cerca de él. Con miedo a lo desconocido, el pajarito giró el pico para ver que acechaba el nido que con tanto empeño había armado, pero para su desgracia lo último que pudo ver el pajarito fue una mancha gris volando hacia su pecho.

—¡Le di!, ¡Le di!, Apolo, ¡Le di!, ¡Vez que podía hacerlo! —Celebró una niña de pelo rubio y ojos celestes, mientras movía una honda en su mano con felicidad.

—Deja de mentir, Helena. Si eres horrible con la honda—Exclamo un niño regordete, de pelo negro y ojos negros, el cual se encontraba vestido de forma muy elegante y un bonito anillo de oro se apreciaba en uno de sus dedos.

—Si no me crees, ¡Ven a ver mi trofeo!—Dijo Helena mientras apuntaba su mano hacia una montaña de hojas de árboles caídas.

—¿Unas hojas? —Preguntó Apolo irónicamente mientras se acercaba a la montaña señalada por la niña

—No idiota, el pájaro cayó ahí adentro—Dijo Helena revolviendo la montaña de hojas con la honda, pero mientras la revolvía otro objeto capto su atención: el objeto no tenía mucho brillo, pero su forma circular y su color verde-oxidado era demasiado llamativo entre las hojas rojas. Con emoción, Helena se agachó y tomó el objeto para darse cuenta de que era un anillo de bronce oxidado manchado con tierra.

—¿Qué es eso? —Preguntó Apolo con curiosidad mientras se acercaba a ver el extraño hallazgo de su amiga.

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Helena procedió a limpiar el barro en el anillo con sus ropas y se lo puso en el dedo, mostrándoselo a Apolo mientras decía:

—¿Mira el tesoro que encontré, no piensas que es bonito?

—Es horrible, solo es un anillo oxidado. Cuando volvamos al castillo te regalo una alhaja mejor, si es que te gustan—Respondió Apolo al ver lo feliz que parecía Helena con el anillo.

—Esta alhaja me gusta mucho, ¿no te parece lindo el bronce oxidado?—Preguntó Helena con alegría, mientras modelaba sus manos con el anillo.

—Tiene su encanto…—Respondió Apolo al notar que su amiga realmente estaba emocionada por ese trozo de chatarra.

—¡Por supuesto que tiene su encanto!, Su mal estado solo índica que tiene una gran historia—Comentó Helena con emoción mientras se imaginaba cómo es que el anillo había terminado en el medio de este bosque

—¿Cómo crees que llegó eso acá?, Nadie puede entrar en estos bosques…—Comentó Apolo también interesado en la historia del anillo.

—Ni idea, pero tal vez perteneció a un comerciante de los mares de Deo—Respondió Helena haciendo volar su imaginación

—Pero estamos en un bosque: ¿Por qué un comerciante iría al medio del bosque?, Que acaso planea comerciar semillas con los pájaros—Respondió Apolo con ironía

—Tal Vez perteneció a Eco, un viejo druida que vagaba sin rumbo por el mundo—Comentó Helena mirando su anillo con alegría.

—¿Druidas?, ¿En el imperio?, Ese anillo debería tener como diez mil años y ni siquiera está del todo oxidado—Exclamó Apolo mirando al cielo y notando que el atardecer se acercaba—Es medio tarde, deberíamos ir volviendo al castillo o mi padre me castigará otra vez.

Luego de decir eso Apolo comenzó a caminar sin esperar a que Helena le respondiera. La niña se percató de que su amigo se marchaba y antes de quedar sola decidió correr hasta ponerse al lado de Apolo.

—¿Estás seguro de que esta es la dirección correcta?, Creería que estamos yendo justamente por el lado contrario—Dijo Helena mirando al cielo anaranjado con dudas.

—¡Claro que es por acá!, ¿o no?—Preguntó Apolo algo nervioso, en realidad extrañamente se había olvidado por donde había venido, pero su mente de niño no quería darle la razón a su amiga.

—Creo que no, mira el cielo, estamos caminando en la dirección de la estrella del coloso y deberíamos ir hacia la estrella de Thais—Dijo Helena levantando una rama del piso para apuntar a dos puntitos chiquitos en el cielo, apenas visibles por la cercanía del anochecer.

—¡Tienes razón!, ¡Casi nos perdemos en el bosque, Helena! —Gritó Apolo con miedo, mirando los dos puntitos en el cielo y notando su error.

—Siempre tengo la razón…—Respondió Helena con una sonrisa pícara, mientras avanzaba en la dirección que ella había indicado.