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E159 - Como

—¿Me crees?!—Replicó el niño sorprendido

—Me sería complicado no hacerlo...—Respondió Apolo irónicamente mirando a su yo del pasado con bastante consternación: muchas veces uno está tentado a reflexionar acerca de qué te dirías a ti mismo si tuvieras la oportunidad de viajar al pasado y si bien las respuestas eran variadas, todo terminaba en el comienzo del planteo; ya que era imposible hacerlo y esta cruel regla del destino seguía sin romperse en este mundo, pues por desgracia para el joven noble esto no era más que un simple sueño. No obstante, la extrañeza de la situación en donde Apolo se encontraba lo había llevado a este punto en donde realmente tenía que al menos fingir que podía hacerlo.

Lo primero que se le ocurrió a Apolo era regañarse a si mismo diciéndole al niño lo que se había estado diciendo a si mismo en su mente desde que descubrió la verdad: «No seas tan idiota de dejar que esa puta se salga con la suya, ve, sal de la bañera y mira con una sonrisa el sol del nuevo día iluminado otro hermoso día de vida»

Pero tal vez y solo tal vez en la mente de Apolo eso era algo que era mejor decirse a sí mismo y no aún niño asustado que no entendía qué es lo que le estaba ocurriendo ahora mismo, o porque era que las cosas siempre se escapaban de su control y terminaban de esta manera. Si planteaba el asunto desde la perspectiva de este niño o mejor dicho desde la perspectiva con la cual miraba las cosas en el pasado, entonces lo más probable es que las palabras que el joven noble quisiera escuchar en estos momentos serían otras, como por ejemplo:

—Aunque lamentablemente fueron tus manos las que mataron a tu amiga: ¿O me equivoco, muchacho?

—No, no fui yo, fue el anillo, ¡Yo jamás le haría nada a Helena!—Respondió de inmediato el asesino

—¿Y qué tal si te dijera que tienes razón?—Preguntó Apolo aturdiendo al niño

—¿Cómo?—Respondió de inmediato el niño

—¿Qué tal si todo esto no ocurrió y no es más que un simple sueño, una pesadilla de la cual debes despertarte para comenzar todo de nuevo?—Preguntó Apolo mientras jugaba con el anillo en su mano.

—¿Esto es un sueño?—Preguntó el niño aturdidamente, pero por algún motivo esas palabras retumbaron más de la cuenta en su mente y comenzó a mirar a Apolo con extrañeza.

—Podría serlo, como también podrías estar en la realidad, o incluso podría ser la imaginación de alguien más. Por ejemplo, tal vez este sea mi sueño y tú no existas. O capaz, la situación sea aún más graciosa, siendo el caso que ninguno de los dos existamos y ya estemos muertos hablando entre los dos para despedirnos mientras que todo esto es en realidad la imaginación de un tercero: quién sabe...—Respondió Apolo con una sonrisa anormalmente ancha e irónica, mientras apreciaba el incómodo tacto del metal oxidado rozando sus manos, el cual por algún motivo incluso llegado a este punto de la historia le era complicado rehusarse a dejar de sentirlo.

—Si esto es un sueño quiero despertarme, quiero volver a estar en mi cuerpo, en el castillo con mi familia, poder salir a jugar con Helena nuevamente: ¡No quiero que esto sea real!—Respondió el niño de inmediato sin darle tantas vueltas al asunto.

—Pero me temo que el anillo seguiría estando, solo despertarás y mirarás las piedras en el techo de tu habitación, con felicidad te encontrarás con tu amiga y saldrás a jugar con ella por el bosque, únicamente para que el anillo logre que este sueño se transforme en una realidad de la cual por desgracia no podrás escapar nunca—Respondió Apolo sin dejar de ver el diminuto anillo en sus gigantescas manos.

—No, eso no ocurrirá, voy a escapar de este destino, ¡porque cuando despierte voy a destruir el anillo!—Respondió el niño rápidamente con una preocupación no escondida en su infantil tono de voz.

—Qué fácil es decirlo y que tan complicado es hacerlo, pero por más tristeza que me cause decírtelo: La gran realidad es que tú no puedes destruir el anillo, o mejor dicho tú no quieres hacer eso, Apolito...—Comentó Apolo mirando la desagradable baratija en su mano con amargura y angustia, por mucho que el joven noble lo odiara desde lo más profundo de su alma, él sabía desde el fondo de su corazón que realmente no podía deshacerse de este cachito de metal oxidado del tamaño de un guijarro.

A case of literary theft: this tale is not rightfully on Amazon; if you see it, report the violation.

—¡Claro que puedo hacerlo!. ¡Dame el anillo y lo destruiré ahora mismo!—Respondió el niño acercándose a Apolo, para luego extender su mano hacia el desconocido pidiendo el anillo oxidado.

—Ojalá las cosas fueran tan simples, ojalá realmente me equivocara y sobre todas las cosas: ¡Ojalá que pudieras hacerlo, Apolito!. Pero te conozco más de lo que crees y por desgracia sé que te es imposible deshacerse del anillo de bronce: lo necesitas más de lo que crees—Respondió Apolo notando la insistencia del niño para pedirle el anillo, no obstante el joven noble no parecía tener ninguna intención de entregar la baratija oxidada.

—¿Por qué no me lo das?—Preguntó el niño mirando al gigante con desagrado.

—¡Porque no puedo, porque no quiero!—Gritó Apolo con enojo—No crees que es cruel que te pase esta carga, no crees que es mejor que la cargue yo, así al menos tú puedes librarte de ella. Falta poco para que la historia termine, demasiado poco, Apolito. Y cuando todo esto termine finalmente serás libre de este cruel anillo, el cual como escritor despiadado manipuló los hilos de tu vida hasta este momento. No obstante, cuando la historia termina, ya no hay escritor que controle a los personajes y es entonces cuando sus desechables muñecos pueden sonreírle a la libertad que tanto añoraban.

Asustado por los gritos repentinos, el niño retrocedió unos pasos, no obstante al retroceder esos pasos se acercó al cadáver de su amiga el cual le recordaba que no habría un final feliz en esta historia si no podía deshacerse del anillo. Buscando la valentía escondida en su joven corazón, el niño se armó de valor y se acercó nuevamente a Apolo y extendió su mano para pedirle el anillo:

—Vez que tenía razón, ese anillo saca lo peor de nosotros mismos, ¡tenemos que deshacernos de esa basura!—Gritó el niño tomando coraje con su propio grito.

—Como ya te dije: ¡Sé que tienes razón!, ¡Pero también sé que no puedes deshacerte del anillo!—Exclamó Apolo alejando la mano del niño de un manotazo mientras volvía a guardarse el anillo en su bolsillo.

—¡Si no me lo das, como es que vas a saber qué es lo que voy a hacer con el anillo!—Gritó el niño, haciéndole caso omiso al manotazo del gigante para volver a extender su mano en reclamo de la baratija.

—Porque somos la misma persona: ¡Claro que sé que no puedes hacerlo, si yo mismo no puedo lograrlo, Apolito!—Gritó Apolo con todo su pulmón mirando con asco la mano extendida del niño.

—¿No dijiste que todo esto era un sueño?—Preguntó el niño sacando de tema al joven noble.

—Sí, es un sueño, tú no existes y dentro de poco yo tampoco—Respondió Apolo toscamente, aceptando el hecho de que estaba por morir con más naturalidad de lo que le gustaría.

—¿Entonces también crees que es imposible que me deshaga del anillo en un sueño?—Preguntó el niño insistiendo con su mano.

—De nada serviría, despertaré y no podré hacer nada para cambiar las cosas en la realidad—Respondió Apolo desgastadamente.

—¡Al menos déjame soñar que lo logro!—Respondió el niño chocando su mano extendida contra el pecho de Apolo pidiendo nuevamente el anillo.

—...—Apolo permaneció en silencio y volvió a ponerse la mano en el bolsillo, entendiendo que nada cambiaría tomara la decisión que tomara, que todo esto era un sueño y no tenía sentido alguno seguir discutiendo con un niño en su último sueño, por todo esto el joven noble decidió sacar de su bolsillo el anillo de bronce y con lentitud lo colocó arriba de la pequeña mano del niño dejando que la baratija cayera sobre su palma.

El niño tomó el anillo de bronce en su mano y lo puso delante de sus ojos para apreciarlo con cuidado como si buscara apreciar en toda su gloria la belleza de este peculiar anillo de bronce oxidado.

—Como te había dicho, simplemente no...—Trató de decir Apolo, pero sus palabras fueron interrumpidas abruptamente por lo que acababa de ocurrir delante de sus ojos.

Cuando Apolo comenzó a hablar el niño dejó de mirar el anillo y como si estuviera esperando la oportunidad para cerrarle la boca al joven noble, cerró su puño con fuerza y arrojó el anillo por el acantilado, haciendo que Apolo lo mirara fijamente como si lo que acababa de ocurrir fuera una aberración de la naturaleza: Un hecho tan imposible que incluso en su lecho de muerte el noble se negaba a pensar que realmente podría ocurrir.

—¡¿Cómo lo hiciste?!—Chilló Apolo tomando al niño de sus ropas grises y levantándolo un metro en el aire hasta que sus visiones se encontraran—¡Como mierda lograste deshacerte del anillo, respóndeme, mocoso!

—¡Soñándolo!—Gritó el niño con todo su pulmón provocando que su saliva empapara el rostro de Apolo mientras una sonrisa anormalmente ancha se formaba en su rostro. Inmediatamente, el niño estiró su mano y de un manotazo arrebató el antifaz de plata colocado en el rostro de Apolo. Antes de que el joven noble pudiera reaccionar, el mocoso se había colocado el antifaz de plata en su rostro, provocando que un gran destello de luz verde segara completamente la visión de Apolo.