Como era de costumbre el tiempo siguió transcurriendo con normalidad, pero por desgracia para nuestro protagonista, Apolo fue interrumpido por los gritos de Mateo antes de que pudiera terminar de concentrarse en la tarea que acababa de empezar.
—¡Señor, Señor! ¡¿Dónde está?!—Gritó Mateo por los pasillos de la mansión tratando de encontrar la ubicación del joven mago.
—...—Apolo escuchó los gritos, pero hizo oídos sordos y continuó doblando la ropa vieja, dejándola lista para ser guardada.
—¡Señor, Señor!—Continuó gritando Mateo cada vez más fuerte.
—¿Por qué mierda siempre me necesitan a mí?, ¿para qué mierda los mantengo?, ¿no es acaso para que se encarguen de solucionar mis problemas?, ¿por qué tengo que lidiar con los problemas suyos?…—Se quejó Apolo en voz baja mientras continuaba doblando la ropa vieja.
—¿Escucha?, ¡Señor!—Gritó Mateo bastante próximo a la habitación.
—¡Acá! ¡Carajo, estoy acá!—Gritó Apolo con enojo, haciendo que su grito retumbara por todas las paredes de la mansión.
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Mateo escuchó el grito y corrió hacia la habitación en donde estaba Apolo, sin tocar la puerta entró y observó cómo el joven noble se encontraba arriba de una cama para niños doblando una pila de ropa infantil.
—¡No ves que estoy acomodando el cuarto de Timoteo!—Se quejó Apolo al ver la cara de su criado.
—¿Quién es Timoteo?—Preguntó Mateo desconcertadamente.
—Mi muchacho—Respondió Apolo señalando una de las esquinas de la habitación.
Por inercia Mateo siguió la indicación para encontrarse con los huesos de un niño amontonados en una caja de madera.
—Estás un poco flaco, Timoteo—Dijo con ironía Mateo mirando la caja en la habitación con una sonrisa triste.
—Ya va a quedar mejor cuando lo vuelva a armar—Respondió Apolo mirando la habitación del niño con orgullo, realmente esta le había quedado bonita—Por lo demás, ¿por qué motivo andabas llamándome?
—Surgió un problema mientras se acomodaba los ataúdes, y ahora los criados no quieren seguir guardando los ataúdes en la mazmorra—Respondió Mateo con apuro.
—¡¿Cómo que estos vagos no quieren trabajar?!—Gritó Apolo con enojo, casi rompiéndole los oídos a Mateo.
—Debería ver la situación usted mismo, mi señor…—Dijo Mateo en voz baja tratando de tranquilizar al joven noble.
—Bien, veamos por qué motivo no trabajan esta manga de inútiles...—Respondió Apolo, dejando la ropa que estaba doblando arriba de la cama y caminando hacia la salida con enojo.