Apolo abrió los ojos bruscamente mientras se frotaba los párpados con las manos, pero por desgracia el joven descubrió que esa luz verde repentina lo había dejado completamente cegado por unos cuantos segundos. Pese a ello, Apolo comprendía la situación de emergencia en la que se encontraba actualmente su descendiente, por lo que el difunto intentó recuperar su vista lo más rápido que pudo, mientras luchaba con la increíblemente incómoda sensación de abrir los ojos y ver todo en blanco. Luego de abrir y cerrar los ojos por unos cuantos segundos más, la visión de Apolo lentamente fue recuperándose, pero el aturdimiento del joven noble no hizo más que incrementarse al ver donde se encontraba actualmente; ya que por ningún lado podía verse el pueblo, las calles llenas de grietas infernales, las casas destruidas o el silo siendo devorado por las llamas del juicio final.
En su lugar, Apolo observó que se encontraba en el medio del bosque, aunque este no era un bosque cualquiera, dado que este lugar le resultaba conocido al joven noble, ya que las cortezas de los árboles de este bosque eran de color negro y sus hojas eran rojas, recordándole a Apolo el gran bosque en los alrededores del castillo donde había crecido.
Extrañado por el cambio repentino en el ambiente, Apolo se quedó mirando los alrededores del bosque por unos cuantos minutos, tratando de recordar que es lo que había pasado con su descendiente luego de ponerle el antifaz de plata, pero por más que intentara el joven solo recordaba el destello verde que lo había cegado.
*Crush, Crash* Mientras buscaba respuestas en su mente, el joven escuchó el ruido de las hojas secas en el suelo siendo aplastadas atrás de él, provocando que saliera de su trance y se volteara con violencia tratando de descubrir quién estaba detrás de él.
—¿Pasa algo, Apolo?—Preguntó una niña de pelo rubio y ojos celestes, que se encontraba apoyada contra uno de los árboles del bosque, casi como si se hubiera estado escondiendo detrás del mismo mientras Apolo trataba de salir del aturdimiento. No obstante, la apariencia de la niña era completamente irrelevante, ya que toda la atención de Apolo estaba siendo usada para observar el antifaz de plata que cubría la mitad del rostro de la niña.
—¿Helena?—Cuestionó Apolo con aturdimiento mirando el rostro de la niña, sin poder apartar la mirada del antifaz que portaba, provocando que el joven se quedara petrificado al descubrir que por algún extraño motivo había recuperado el control sobre su cuerpo y ya no parecía ser un fantasma.
—Sí, ¿pasó algo?—Preguntó la niña mirando fijamente al petrificado Apolo.
—¿Estaré soñando?…—Susurró Apolo para sí mismo, viendo su propio cuerpo reflejado en el antifaz de plata de la niña, descubriendo que por algún extraño motivo ahora parecía tener el cuerpo de un niño. Si bien cuando se estaba frotando los ojos, el joven juraría que sus manos no se sentían tan chicas y estos árboles tampoco se sentían tan grandes al recuperar su visión. Pese a ello, Apolo notó como efectivamente sus manos eran mucho más chicas que antes y no parecían estar tan maltratadas por los entrenamientos, provocando que el joven las mirara con extrañeza, sin poder reconocerlas como propias.
—Recordando...—Respondió Helena al escuchar el susurro del aturdido niño enfrente de ella, haciendo que Apolo dejara de ver sus minúsculas manos y levantara la cabeza bruscamente para mirar con los ojos bien abiertos a la niña.
—¡¿Recordando?!—Exclamó Apolo de inmediato como si no hubiera podido terminar de comprender la palabra que la niña acababa de mencionar.
—Sí, todo esto fue algo que ocurrió hace muchos años, pero te habías olvidado, o mejor dicho: te hicieron olvidarlo—Respondió Helena enigmáticamente mientras se escondía atrás del árbol en donde estaba apoyada y escapaba de la visión de los perturbados ojos en el rostro del niño.
—¿Qué quieres decir con que me hicieron olvidarlo?—Preguntó Apolo sin entender a qué se refería Helena, no obstante solo las hojas moviéndose en las ramas de los árboles le respondieron al niño.
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—¿Helena?—Llamó Apolo con dudas, sin entender por qué la niña no le contestaba, mientras se acercaba al árbol en donde se había escondido. Al llegar al árbol, el niño miró para todos lados en busca de Helena, pues la niña no podía verse por ningún lado; sin embargo, todo parecía indicar que la niña se había evaporado en el aire, puesto que no había ni un indicio de a donde se había ido ella y ni siquiera sus huellas en el suelo podían verse.
*Crush, Crash* El mismo ruido de hojas pisándose pudo escucharse proviniendo desde la espalda de Apolo, provocando que el niño se diera la vuelta bruscamente.
—¿Pasa algo, Apolo?— Preguntó Helena, pero Apolo no respondió y en su lugar se quedó mirando con atención el rostro de la niña enfrente de él: ¡El antifaz de plata había desaparecido!
—¿Y el antifaz?—Cuestionó Apolo, mirando la bata gris que vestía la niña, percatándose de que no podía verse nada escondido en los bolsillos de la niña. No obstante, al mirar las ropas de Helena con atención, el niño vio con los ojos bastante abiertos el anillo de bronce en la mano de la niña; hace ya unos meses que Apolo no veía el anillo en sus sueños, por lo que el muchacho se sintió bastante asombrado de volverlo a ver en estos momentos.
—¿De qué hablas?, ¿te encontraste un antifaz entre las hojas del bosque?—Preguntó la niña acercándose a Apolo con curiosidad, solo para desilusionarse al no encontrarse nada entre las hojas cercanas al niño.
—No, es que...—Quiso explicarse Apolo, mientras miraba como la niña buscaba a su lado.
—De seguro debió ser el reflejo del rocío, pero bueno, no pasa nada, cuando llegues al castillo podrás pedirle a tu padre un antifaz. Pero ahora no tenemos mucho tiempo: recuerda que los guardias nos están buscando…—Interrumpió Helena con apuro mirando con preocupación a los árboles en la distancia, temiendo que alguien saliera de ellos.
—¿Nos están buscando?—Preguntó Apolo sin comprender el temor de la niña. Ante la duda, el niño miró el cielo, sin embargo, dada la posición del sol era bastante notorio que era pleno mediodía, por lo que no comprendía el miedo de Helena: Aún faltaba casi medio día para el anochecer.
—Sí, ¿acaso te olvidaste que teníamos planeado escabullirnos para ir a explorar el bosque juntos?, quiero decir: estamos en el medio del bosque ahora mismo, Apolo…—Respondió la niña como si fuera una obviedad. Aturdiendo a Apolo, el cual seguía sin comprender por qué debían escapar de los guardias y no simplemente ir a explorar el bosque como lo habían hecho siempre.
—Pero...—Apolo trató de plantear su punto de vista; sin embargo, Helena lo tomó de la mano y lo empujó hacia el piso. Luego con bastante destreza mágica las hojas caídas alrededor de la niña comenzaron a volar, cubriendo el cuerpo de los dos niños.
—¡¿Qué haces?!, no me...—Chilló Apolo, pero la manito de Helena le cubrió la boca impidiendo que siguiera hablando.
—¡Escuché un grito por acá!—Gritó alguien corriendo hacia la dirección en donde se encontraba el escondite de los dos niños.
Camuflado entre las hojas, Apolo pudo reconocer la inolvidable armadura de cuero que usaban todos los guardias del castillo de su familia, por lo que entendió que esta persona era un guardia. Lo que el niño no entendía era el motivo por el cual este guardia escondía la mitad de su rostro portando el característico antifaz de plata que podía ver en todos sus sueños.
—¿Alguna pista de por donde se escaparon los mocosos?—Preguntó otro guardia que corrió rápidamente hacia el lugar señalado por su compañero—¡Si el rey se entera de que dejamos que su nieto se metiera en el bosque con esa criada, nos van a mandar directo al frente de batalla!
Con los ojos más abiertos que nunca, Apolo miró como el segundo guardia que acababa de aparecer también portaba el característico antifaz de plata, por lo que ahora se habían duplicado. Apolo no comprendía por qué los guardias lo buscaban o porque parecían tan desesperados, pero estaba al tanto de que esta era la primera vez que veía dos personas portando el antifaz de plata. Sin embargo, eso poco importaba porque la aparición de este antifaz gemelo solo le recordaba a Apolo que esto no era más que un sueño, por lo tanto, el niño no debía malgastarse en buscar demasiadas explicaciones a las cosas que ocurrían en este lugar.
—¡No, no veo nada!—Dijo el guardia mirando para todos lados, pese a que el escondite de los dos niños estaba justo al frente de él; sin embargo, por algún motivo no podía ver detrás del camuflaje de los dos niños—Si no llegamos a encontrar al niño dentro de unas pocas horas tendremos que informarle al resto de los guardias: ¡Si el niño llegara a morir en el bosque nuestro castigo será peor que la muerte!
—¡Ya lo sé, idiota!, pero aún tenemos tiempo, si lo encontramos podemos convencerlo de que guarde este asunto en secreto y así este error «nunca» ocurrió—Gritó el otro guardia tratando de tranquilizar a su compañero.
*Crush, Crash* El ruido de las hojas pisándose pudo escucharse en la distancia, provocando que los dos guardias se miraran unos segundos y comenzaran a correr en esa dirección, alejándose del escondite de los dos niños.