Tras unos cuantos minutos gateando por el túnel anormalmente largo, Apolo finalmente pudo ver la salida motivándolo a gatear más rápido hasta llegar a la pared que daba final al túnel, empujando la pared con un poco de fuerza, la misma comenzó a moverse y como una puerta se abrió mostrando el pabellón de libros infantiles.
Al salir del túnel, Apolo estiró su cuerpo algo cansado de tanto gatear y observó con atención la biblioteca que tenía delante de él, aunque realmente se parecía más a una tienda de libros dado lo cuidadas que estaban las decoraciones del lugar. Había estanterías en todos lados y la tienda parecía tener tres niveles que eran fácilmente observables desde la entrada dado que había un pulmón en el medio de la «tienda» que permitía espiar el último piso del lugar. Por otra parte, si uno levantara la mirada podría observar el techo de la tienda, el cual para sorpresa de Apolo era un montón de calcomanías de estrellas fluorescentes.
Lo cierto es que en el pabellón de libros infantiles había bastante poca luz, pero parecía que este pabellón había sido diseñado de tal forma a propósito, ya que la tienda estaba llena de cosas fluorescentes que brillaban en la oscuridad remarcando la belleza del sitio.
Las paredes de la tienda estaban llenas de estas calcomanías fluorescentes y en todas partes si uno prestaba la suficiente atención podía encontrarse con dibujos infantiles pintados con crayones fluorescentes, los cuales estaban tan mal hechos que parecía que realmente los habían dibujado algunos niños. Por su parte el suelo de la tienda estaba completamente forrado con una alfombra llena de dibujitos coloridos y cada pocos pasos uno podía encontrarse con unos cristales que iluminaban tenuemente desde el suelo las estanterías del pabellón.
Realmente esta era una habitación que emocionaría a cualquier niño, y pese a ello Apolo estaba más tenso que nunca mirando cautamente el desconocido ambiente que lo rodeaba. Había varias advertencias marcadas por su ancestro en su legado acerca de este pabellón, pese a que esas advertencias fueron justamente el gran motivo por el cual su ancestro había escondido el libro en este lugar. En primera instancia ningún mago tenía una necesidad real de buscar libros infantiles, y en segunda instancia nadie que no fuera de la familia de Apolo se atrevería a explorar este sitio por mucho tiempo.
El gran motivo por el cual este cuarto podía ser bastante peligroso era justamente porque era el pabellón de libros infantiles: desde hace milenios la familia era un gran tabú en el mundo de los magos, y según su ancestro incluso en la antigüedad los magos tendían a castrar a sus propios discípulos para que los mismos solo pudieran concentrarse en la magia. Por lo tanto, según el ancestro de Apolo, el mago que creó esta habitación, es decir el archimago Bastian, lo hizo únicamente por el morbo de crear una gigantesca trampa mortal para los magos que incumplieran esta «noble» tradición, por lo que este pabellón jamás tuvo la intención de ser un sitio de lectura. No obstante, Apolo no estaba preocupado, él estaba caminando tras los pasos dejados por su ancestro por lo cual claramente sabía cómo sobrevivir a este pabellón.
Por unos minutos, Apolo se quedó en la entrada del túnel, esperando contra la pared mientras observaba la oscuridad que tenía al frente, concentrándose en escuchar los ligeros pasos en las alfombras que solo podían ser escuchados por alguien con unos oídos superhumanos como los que él tenía. Al notar que el tiempo pasaba y los pasos no venían, Apolo comenzó a aplaudir en busca de crear algo de ruido:
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*Plaf… Plaf… Plaf* El joven aplaudió tomándose unos cuantos minutos tras cada aplauso y cada vez lo fue haciendo más fuerte, como si estuviera buscando llamar la atención de «alguien» pero no de «todos».
*Palf* El joven volvió a aplaudir fuertemente y se detuvo de repente, escuchando con atención como al parecer alguien había comenzado a acercarse a la entrada del túnel donde él se encontraba. Mientras el joven esperaba pacientemente mirando la peligrosa oscuridad que tenía al frente, el anillo de oro en su mano comenzó a brillar y le permitió observar como el brillo del mismo revelaba un niño de pelo rojo vistiendo túnicas blancas acercándose hacia él con lentitud. El niño tenía el pelo cubriendo la mitad de su rostro por lo que no podían verse sus ojos; sin embargo, su boca era visible y mostraba una sonrisa bastante amigable.
Cuando el niño estuvo a unos pocos pasos de Apolo, abrió la boca para hablar mostrando unos dientes afilados, no obstante eran bastante complicados de ver en la oscuridad a no ser que uno ya estuviera al tanto de ellos:
—Mucho gusto, así que otro mago vino a buscar uno de nuestros libros, ¿Cómo te llamas, grandote?
—...—Apolo lógicamente no contestó, ya le habían advertido: ¡No hables con nadie en la biblioteca!. No obstante aprovechó la oportunidad para acercarse al niño con una sonrisa amigable.
—Oh, cierto que los acólitos no pueden hablar en la biblioteca, me había olvidado…—Murmuró el niño apuntando con sus manitos hacia su boca—¡Que tal si te guio hacia un libro increíblemente interesante: dicen que guarda los misterios de cómo encontrarle un sentido a la vida!
—...—Apolo detuvo sus planes por unos minutos y miró extrañamente al niño algo incomodado con las palabras que acababa de decir. Sin embargo, rápidamente Apolo recordó las palabras de su ancestro que había memorizado a muerte, y mantuvo su plan inicial por lo que se descongeló y asintió con la cabeza emocionadamente, haciendo que una sonrisa alegre se formara en el rostro del niño.
—¡Ven, por acá, grandote!, en este pabellón hay muchísimos libros interesantes: también conozco un libro que puede cambiar tu destino, incluso si el mismo está maldito y pronostica tu …—Fue explicando el niño con una sonrisa llena de emoción, dándose la vuelta para comenzar a caminar a una dirección. No obstante, apenas el niño perdió de vista a Apolo, el gigante se abalanzó sobre él y lo tomó del cuello.
*Aghghh* El joven trató de pedir ayuda, pero Apolo lo estaba ahorcando por lo que no podía hablar, desesperadamente el niño trató de lastimar a Apolo dándole unas cuantas patadas, pero no provocó absolutamente nada y no pudo liberarse del agarre del gigante.
Poco a poco el niño dejó de luchar y cuando ya estaba por dejar de moverse, Apolo lo soltó, haciendo que el niño cayera sobre la alfombra, inmediatamente el niño comenzó a respirar violentamente mientras miraba a Apolo con terror. Maldiciendo por dentro, Apolo volvió a tirarse arriba del niño y comenzó ahorcarlo nuevamente hasta que el niño volvió a dejar de luchar y Apolo lo soltó.
Esta vez el chico había dejado de moverse, no obstante Apolo se aseguró de que el mocoso aún estuviera respirando, garantizándose de tal manera de tener preparado un chaleco salvavidas por si las cosas salían mal. Cargando al niño inconsciente en la espalda como si se tratase de un saco de patatas, Apolo se adentró en la oscuridad de la tienda mientras iluminaba su paso con una débil llama que había surgido de la punta de su dedo.