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E119-Intocable

El sol en el cielo se escondió pasándole el protagonismo a la luna para iluminar mezquinamente la vida de las personas en la capital, mientras tanto el tiempo le concedió a Apolo otro pequeño logro: finalmente había llegado al ministerio de magia.

Ahora mismo Apolo se estaba dirigiendo hacia la oficina de recepción del castillo donde vivían los magos del ministerio, en donde el mago Tobías supuestamente seguía trabajando en la entrega de las llaves de los dormitorios. Tras entrar al castillo y caminar por sus complejos pasillos, Apolo logró hacer memoria y encontró la oficina de recepción. Sin tocar a la puerta, el joven noble abrió la puerta y descubrió que el mago Tobías aún trabajaba en el ministerio y en estos momentos estaba atendiendo a otro mago. Ignorando completamente al mago desconocido, Apolo se acercó a la mesa y ordenó tajantemente:

—¡Dame un cuarto para una noche!

—Ahora mismo estoy atendiendo a…—Comenzó a responder Tobías con una sonrisa bien practicada, pero su negativa se vio interrumpida de repente al ver como el gigante acercaba su mano a una de las bolas de cristal que exponía en su escritorio.

Apolo tomó una de las bolas de cristal del escritorio de Tobías y la levantó como para inspeccionarla. Luego de mirarla un rato bajo la nerviosa mirada del mago Tobías y la incómoda mirada del mago buscando su habitación, el noble perdió la paciencia y dejó caer la bola de cristal de sus manos:

*Crash* La bola de cristal colisionó contra el piso de piedra de la oficina provocando que se rompiera en mil pedazos.

—¡¡Para!!—Gritó Tobías desesperadamente, al ver como el gigante imprudente acababa de romper parte del trabajo de toda su vida.

—¡Que me des mi llave, vago de mierda!—Rugió Apolo tomando otras dos bolas de cristal en la mesa.

—¡Acá tienes!—Exclamó Tobías sacando una llave aleatoria de los cajones de su escritorio para acercársela a Apolo—¡Ahora suelta esas dos bolas de cristal! ¡Me tomó años de mi vida llegar a este punto, no puedes destruirlo así como así!

—¡Claro que puedo!—Rugió Apolo dejando caer las dos bolas de cristal al suelo, procediendo a arrebatarle la llave de la mano al aturdido Tobías.

*Crash, Crash* Las dos bolas de cristal se estrellaron contra el suelo, provocando que el mago en el sillón mirara a Apolo como un demente y Tobías mirara los vidrios rotos en el suelo como si le estuvieran entregando los cadáveres de sus hijos.

—¡¡No!!, ¿Por qué?, ¿por qué las rompiste?, ¡Te había dado la llave!: ¿Por qué tuviste que destruirlas?—Gritó Tobías con lágrimas en los ojos, sin poder apartar la mirada de los restos de las tres bolas de cristal en el suelo.

—Porque se me antojó, la próxima vez sé más rápido atendiendo: ¡Adiós, manga de inútil!—Respondió Apolo dándose la vuelta para retirarse de la habitación, ignorando completamente la mirada de asco que le lanzaba el mago esperando en el sillón.

Tras llegar a la puerta de la oficina, Apolo salió de la habitación y cerró la puerta con violencia casi partiéndola por la mitad.

*Crash,Crash,Crash,Crash,Crash,Crash* Inmediatamente el ruido de las bolas de cristales cayendo pudo escucharse proviniendo desde atrás de la puerta.

—¡Noooo!—Gritó Tobías como si le hubieran matado a uno de sus hijos, mientras su desgastada mente lo obligaba a romperse completamente en lágrimas.

Con una sonrisa sádica en el rostro, el noble ignoró los llantos desgarradores del pobre mago y se dirigió hacia la habitación que estaba indicada en la chapa que venía junto a la llave. Al llegar, Apolo no se molestó en usar la llave que acababa de obtener y rompió la cerradura de una patada, provocando que el mago que dormía pacíficamente en la habitación se despertara de repente asustado por el fuerte ruido. El desafortunado mago parecía ser bastante viejo, su pálida piel estaba bastante arrugada, y unos pocos pelos blancos podían verse en su cabeza llena de lunares de no muy buen aspecto. Como la noche había sido algo calurosa el mago había dormido sin un pijama y solo tenía la ropa interior puesta, por lo que ante la mirada incómoda de Apolo, el mago se cubría con sus sábanas mientras trataba de distinguir el rostro del gigante. No obstante, su visión ya no era muy buena por lo que el anciano solo podía distinguir el rostro borroso de un joven con nariz puntiaguda mirándolo con enojo.

—¿Quién mierda eres?, ¡que no ves que esta habitación está ocupada!—Gritó el anciano agitado por la interrupción del desconocido, mientras desde su cama miraba con temor al gigante extraño que lo acechaba desde la puerta de la habitación.

Apolo no dijo nada y en su lugar miró al mago que le había gritado de mala gana. Sin decir muchas palabras y mucho menos unas disculpas, el joven se acercó al mago asustado lentamente.

—¿Qué haces?, ¡sal de mi habitación ya mismo!. ¡Guardias, guardias, saquen a este!…—Comenzó a gritar el anciano viendo con terror como el gigante se acercaba a su cama, pero sus gritos se vieron interrumpidos porque Apolo lo había tomado de su cuello y había comenzado a ahorcarlo.

—Ya falta poquito, Apolito. Ya falta demasiado poco para terminar esta larga historia como para que tengas que estar preocupándote por estas idioteces…—Murmuró el joven noble mientras ahorcaba cada vez más fuerte al mago en la cama, pero siempre tomándose la molestia de no partirle el cuello al pobre anciano, casi como si el noble quisiera disfrutar de la agonía del anciano hasta el último segundo.

*Aghhh* Se quejó el mago mientras desesperadamente acuchillaba a Apolo con una piedra en forma de daga que se había formado en su mano, pese a ello la piedra afilada ni lograba cortar la gruesa piel del joven. Mientras tanto, Apolo miraba fijamente los ojos con poco brillo en el rostro del anciano, en silencio y sin emoción alguna mientras la cabeza del anciano se iba poniendo cada vez más roja a medida que la falta de aire comenzaba a arrebatarle la vida y su lucha se volvía más intensa. Pero Apolo no aflojó el agarre y finalmente la lucha del anciano se detuvo: Antes de morir y entendiendo que su insistente lucha no lo salvaría, el anciano se detuvo y miró fijamente los borrosos ojos del gigante mientras lloraba, suplicando con su mirada que no le arrebataran la vida, el anciano aún tenía demasiadas cosas por hacer, demasiados sueños por cumplir y demasiadas aventuras por vivir; sin embargo, el destino tenía tan poca piedad como Apolo y el joven vio con sus ojos como lentamente los ojos del anciano iban perdiendo su rumbo a medida que su brillo se apagaban: finalmente el pobre anciano vio borrosamente como su vida, sus sueños, sus esperanzas y su destino le habían sido arrebatados cruelmente por el egoísmo de un joven sin camino por delante.

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Apolo arrojó el cadáver del mago a una de las esquinas del dormitorio y utilizó el escritorio en la habitación para bloquear la puerta y poder mantenerla cerrada, dado que la cerradura de la misma se había roto completamente con la patada que le propinó. Sin preocuparse por los guardias o absolutamente por nadie, el joven se fue a dormir en la cama empapada con el sudor y las lágrimas del anciano como si nada hubiera ocurrido.

Aunque parezca impresionante la noche pasó con tranquilidad, pero cuando el primer rayo de sol pudo entrar por la ventana del dormitorio en donde Apolo dormía cómodamente un guardia comenzó a tocar la puerta con violencia.

*Tock, Tock, Tock * Inmediatamente, el dulce sueño de Apolo se detuvo de repente y por instinto miró a la puerta de la habitación que seguía siendo golpeada con violencia.

—¡Deje de bloquear la puerta y ábrala inmediatamente!, ¡somos los guardias del ministerio!—Gritó uno de los guardias desde el pasillo mientras continuaba golpeando la puerta.

*Aghhh* Apolo se tomó la cabeza con fuerza, sentía un dolor de cabeza impresionante al punto que nunca le había dolido tanto en su vida y para colmo los guardias no paraban de molestarlo tocándole la puerta.

—¡Ábrala o tiraremos la puerta abajo!—Gritó el guardia con enojo mientras golpeaba la puerta con aún más intensidad.

Apolo con enojo observó la puerta y luego contempló el cadáver que se encontraba mirándolo inquisidoramente en una de las esquinas de la habitación, como si el anciano estuviera encantado de que el destino finalmente sentenciara a su asesino por los crímenes que había cometido. Tomando una decisión, el joven caminó hacia el cadáver y tomándolo del cuello lo arrojó por la ventana rompiéndola completamente en mil pedazos.

—¿Qué fue eso?, ¡abra inmediatamente la puerta!—Gritó el guardia con furia, mientras chocaba su cuerpo contra la puerta intentando correr el escritorio que bloqueaba la entrada, pero el mueble no cedía y al guardia se le estaba haciendo complicado abrir la puerta lo suficiente como para poder entrar en la habitación.

Apolo se acercó a la ventana, divisó la distancia con el suelo y el estado del cadáver hecho papilla. Viendo que la puerta estaba a punto de ser abierta, el joven no lo pensó más y saltó por la ventana cayendo desde el tercer piso del castillo hasta el duro suelo del patio del ministerio.

Sorprendentemente, las piernas del gigante no se rompieron al caer a diferencia del cadáver hecho papilla a su lado. Comprobando que aún podía caminar sin problemas, Apolo corrió hasta encontrar su carruaje estacionado en los alrededores de este castillo.

Al llegar, el joven se percató de que parecería que los guardias se dieron cuenta de que había escapado por la ventana por lo que habían empezado a buscarlo por el patio. Sin importarle mucho, Apolo abrió el carruaje e ignorando la mirada llena de dudas en el rostro del conductor, tomó una caja que estaba en su asiento. Abriendo la caja el joven desveló que en la misma se encontraba un pergamino enrollado que era el legado de su ancestro y el antifaz de plata. Inmediatamente, Apolo tomó el antifaz de plata y se lo puso en el rostro.

Con el antifaz puesto, el joven caminó despreocupadamente por el patio, mientras los guardias buscaban incesantemente por alguien sospechoso. Al parecer toda la búsqueda era bastante improvisada y nadie les había indicado a los guardias una descripción del cuerpo de Apolo por lo que realmente no sabían muy bien a quien buscaban. Permitiéndole al joven pasar sin problemas entre ellos, si alguno de los guardias dudaba en él, entonces Apolo se sacaba la máscara delante de él y volvía a ponérsela dejando al guardia completamente aturdido mirando a la nada por unos segundos, suficiente tiempo como para reanudar su marcha hacia su nuevo objetivo.

Con este método, Apolo llegó hasta el castillo donde estaba la oficina del ministro de magia, en este lugar nadie lo estaba buscando y el joven noble pudo entrar entregando la ficha de plata con normalidad. Dándose cuenta de que su intuición había acertado y aún no lo buscaban por el asesinato, así que lo más probable es que solo se tratase de alguna denuncia hecha por Tobías.

Caminando con tranquilidad como si el tiempo no jugara en contra suya, el joven llegó hasta la oficina de Finz y cumpliendo con el protocolo de recepción habitual llegó hasta el escritorio del trabajador.

—Apolo…—Murmuró Finz con sudor en el rostro, al ver cómo el joven se sentaba en el sillón al frente suyo mientras terminaba de leer una carta que le acababa de llegar.

—Busco mi patrocinio—Dijo Apolo entregándole su ficha de plata al trabajador, sin tomarse la molestia de saludar a Finz.

—Me acaba de llegar una notificación de que los guardias te están buscando, muchacho…—Dijo Finz tomando la ficha con las manos temblorosas, siguiendo el protocolo para verificarla como siempre lo hacía.

—¡Oh, lamentablemente cerré la puerta de la habitación de Tobías con un poco de fuerza y se le rompieron algunas de sus bolitas de cristal!—Respondió Apolo despreocupadamente.

—Así que fue un accidente, ya veo…—Dijo Finz sorprendido por la tranquilidad del joven y aún más sorprendido porque haya venido a buscar su patrocinio, según la carta que acababa de leer el menor de los problemas de Apolo era el «accidente» en la habitación de Tobías.

Mientras Finz respondía esto, el guardia de la puerta de la habitación en donde Apolo esperaba recibir su patrocinio recibió la visita de otros guardias y tras cruzar unas palabras se acercaron juntos a buscar a Apolo en el escritorio de Finz.

—Muchacho, quedas bajo arresto por el asesinato del mago Narciso de montañas nevadas—Informó uno de los guardias con tono autoritario, sacando su espada y poniéndola en la espalda del joven, pese a ello el joven ni se había tomado la molestia en darse la vuelta para ver el rostro del guardia que le estaba apoyando una espada en la espalda.

—No me voy a malgastar en explicarles a ustedes como es que ese mago saltó por la ventana y se suicidó—Respondió Apolo mirando a Finz con calma—Solo voy a decirles que claramente no me van a arrestar, y en su lugar irán a la oficina del ministro de magia a informarle al ministro que lamentan el suicidio de ese tal Narciso de… ¿De dónde?, oh, ya se me olvidó…

—Ya te dimos las órdenes, chico. No hagas mi trabajo más complicado—Respondió el guardia, poniendo su espada en el cuello de Apolo, pero para su sorpresa el joven aún no reaccionaba y en su lugar miraba fijamente a Finz.

—Yo también te di mis órdenes: solamente estoy reflexionando qué hará mi hermano mayor cuando se enteren de que los guardias de la capital pusieron preso a su pequeño hermano por error. Pero por mucho que lo piense solo llego a una respuesta y lo más probable es que maten al ministro. Mientras que a todos ustedes los mandaran a alguna fortaleza fronteriza para morir como cerdos en alguna batalla desconocida que nadie se va a malgastar en recordar—Respondió Apolo mirando a Finz comprometidamente—¿Dime que esperas, Finz?, soluciona esto por mí: nobleza obliga y si mi hermano es un rey, entonces me tratarán como el hermano de un rey.

Con sudor en la frente, Finz vio con preocupación la tranquilidad de Apolo, el empleado desconocía si lo que decía el joven era cierto o no y de hecho tenía sus dudas, pero lo cierto es que su tranquilidad impartía poder: el poder de los que se atreven a creerse intocable y lo más peligroso de estas personas es cuando realmente eran intocables. Tomando una decisión, Finz eligió la opción más sensata: alejar este problema de sus manos, por tanto, ordenó:

—Vayan a decirle al ministro de magia las dos versiones de la historia, el asesinato de Narciso y el suicidio de Narciso y dejen que el decida cuál es verdad. Es lo mejor para mí, para ustedes, para sus esposas y para sus hijos. Seamos inteligentes y no nos amarguemos la vida por nada.

—...—El guardia escuchó la orden de Finz, en principio el era su jefe, pero no el de los otros dos guardias; sin embargo, lo cierto era que como guardia sabía mejor que nadie que era mejor manejarse con cuidado en el ministerio de magia, en donde los nobles y los idiotas con poder sobraban más de lo que le gustaría a cualquier trabajador del lugar.

—Vamos a informarle al ministro, por favor no escape, mantendremos un guardia vigilando en la puerta—Informó uno de los guardias que había venido a buscar a Apolo, también preocupado por la tranquilidad con la que se estaba tomando el asunto el joven sentado en el sillón.