Una vez que los dos guardias estaban lo suficientemente lejos como para que no pudieran escucharlos, Helena salió del escondite y miró como Apolo le seguía la corriente. El niño había dejado de hacer preguntas y en su lugar entendió que lo mejor que podía hacer ahora era seguir el flujo del sueño, para luego preguntarse el significado del mismo cuando terminara de reunir todas las pistas posibles.
Notando el silencio de Apolo, Helena rápidamente comentó:
—¡Ven, estamos algo cerca de mi guarida secreta!
—Vamos...—Respondió toscamente Apolo, mientras permitía que Helena lo tomara de la mano y lo empujara hacia una dirección en particular. Realmente era fácil perderse en un bosque como este en donde todos los árboles eran prácticamente iguales y era imposible diferenciarlos entre sí, pese a ello la niña conocía bastante bien el camino y tras unos pocos minutos logró guiar a Apolo hasta una colina.
La colina le resultó bastante familiar a Apolo, y de hecho el niño ya la conocía lo suficientemente bien como para poder distinguir que se trataba de la mismísima colina que permitía dirigirse hacia el acantilado en medio del bosque. Pese a ello Apolo se mantuvo en silencio y meditó el asunto en su mente, mientras dejaba que Helena lo guiara. Por su parte la niña no parecía querer darle muchas explicaciones a Apolo, y en su lugar Helena parecía estar más concentrada en sostener la mano del niño, para guiarlo hasta el final de la colina antes de que los guardias los encontraran.
Apolo continuó su marcha por la colina mientras observaba los árboles en los alrededores, preguntándose si los guardias volverían a encontrarlos, ¿por qué es que había dos antifaces en lugar de uno solo?, y aún más importante: ¿Por qué es que estaba teniendo este sueño en este momento y cuál era su significado?. Pero por más que Apolo se preguntara, no había respuestas y solo aparecían más preguntas en su mente. El niño siguió divagando ideas en su mente hasta que sintió el ruido del agua chocando contra las rocas, percatándose de que era el mismo ruido que siempre podía escucharse al acercarse lo suficiente al borde del acantilado. El característico ruido produjo que Apolo saliera de su trance y perdiendo la paciencia preguntara:
—¿Estamos cerca?, ¿hay algo en tu escondite que quieras mostrarme?, la verdad es que no recuerdo muy bien por qué es que «escapamos» del castillo.
—Sí, mi escondite secreto está cerca de un arroyo. Así que si podemos escuchar el ruido del mismo es porque estamos cerca—Respondió Helena con una sonrisa. Pero Apolo sintió como la mano de la niña comenzaba a sudar más de la cuenta y su agarre se volvía más fuerte, haciendo obvio que detrás de la sonrisa de Helena se ocultaba un gran secreto—En el escondite están mis mascotas. Es una pena que los guardias se dieran cuenta tan rápido de que nos escapamos al bosque, si no podríamos disfrutar un poco más la caminata por el lugar, pero bueno: te prometí que te mostraría mis mascotas y por suerte ya estamos cerca, si los guardias no nos atrapan podrás verlas.
—¿Tienes mascotas?, ¿Podrían ser unos patos?—Preguntó Apolo algo aturdido por la respuesta; el niño no esperaba escuchar que todo este viaje fuera para ir a ver unos animales.
—¿Acaso no lo recuerdas?, te dije que eran un par de babosas bastante adorables—Contestó Helena mirando para los árboles detrás de ella con desconfianza, temiendo que alguien saliera de ellos, mientras apuraba sus pasos y provocaba que Apolo caminara más rápido.
—No, no lo recordaba...—Dijo Apolo con bastante sinceridad; el niño se había pasado casi una hora caminando en silencio por la colina, por lo que todo indicaba que si Apolo quería más información para comprender este sueño debía malgastarse en obtenerla, o en caso contrario se iría de este lugar sin nada—¡Espera!, ¿dijiste: «babosas»?, ¿qué clase de persona tiene de mascotas un par de babosas?
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—Sé que no es muy normal, pero como te dije: Mis babosas son muy bonitas. Cuando la veas te vas a dar cuenta por qué las cuido…—Respondió Helena apurando el paso hacia su escondite.
—¿Y por qué esos guardias nos andaban buscando con tanto apuro?, ¿o por qué los guardias usaban un antifaz de plata?, ¿qué significa el antifaz de plata?—Preguntó Apolo de forma bastante brusca, ya demasiado cansado de pensar ideas disparatadas sin llegar a ninguna respuesta coherente.
—Nos buscan porque estamos en el medio del bosque...—Respondió Helena como si fuera una obviedad—No recuerdo que usaran ningún antifaz, probablemente te confundiste con sus ojeras: Por si no lo notaste, te recuerdo que los guardias estaban algo estresados por no encontrarnos.
—¿No viste el antifaz en sus rostros?—Preguntó Apolo atónito deteniendo su paso, provocando que Helena lo empujara ligeramente con su mano, pero el niño no se movía.
—No, no vi ningún antifaz, pero tal vez lo tenían, estaba algo nerviosa y la verdad es que no quería que me atraparan. A mí probablemente no me dejarían ir con un simple castigo si se enteraran de que te traje de escondidas al bosque—Respondió Helena sinceramente, algo nerviosa y luchando por ocultar su molestia al ver como Apolo había dejado de moverse.
—Es que no entiendo: ¿Por qué nos castigarían?, ¡siempre me dejaron ir a explorar el bosque!—Exclamó Apolo de forma brusca, expresando lo frustrado que se sentía por no entender el significado de las cosas en este sueño.
—Si eso fuera así los guardias no nos estarían buscando...—Respondió Helena arrastrando las palabras, aparentemente incómoda por tener que ponerse a discutir con el niño estando tan cerca de llegar a su escondite.
Perdiendo la paciencia, Helena se dio la vuelta y de forma algo brusca arrastró a Apolo tomándolo de la mano, provocando que por inercia el niño siguiera los pasos de su amiga, mientras preguntaba:
—¿Entonces salimos del castillo a escondidas?
—No, nos trajeron los guardias y luego se suicidaron, luego un par de patos los revivieron y los pobres guardias se dieron cuenta de que nos habían perdido, por lo que comenzaron a buscarnos desesperadamente por el bosque…—Respondió Helena con mal tono y de forma claramente irónica.
Lamentablemente, la niña no comprendía que lo que ella acababa de contar era una certeza absoluta para el confundido niño, por lo cual Apolo terminó preguntando de la forma más brusca posible:
—Entonces el suicidio de los guardias es una analogía a que realmente me estoy muriendo ahora mismo, y su resurrección es una analogía a mi nuevo camino como ancestro. No obstante, el hecho de que los guardias estén perdidos buscándome, en realidad significa que yo no estoy siendo capaz de encontrar mi camino como ancestro: ¿Es así?, ¿esa es la idea de todo esto?
—...—Helena se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Apolo preguntándose cómo es que en unos pocos minutos este niño había perdido tanto la cabeza. Tal vez era porque el niño estaba enamorado de ella y por eso estando solos en el medio del bosque tomados de las manos, lo ponía tan nervioso como para decir todas estas idioteces, pero lo cierto es que incluso bajo esas condiciones el comportamiento de Apolo era extraño y para colmo era extraño en el peor momento posible: ¡Porque los niños estaban a unos pocos metros de la guarida secreta!.
Lo que Helena no sabía, es que Apolo recordaba perfectamente como se había matado y como había «revivido» para convertirse en el ancestro de unos tales Tea y Cristóbal. Para luego de forma increíblemente extraña aparecer en los bosques del castillo con su cuerpo infantil como si esto fuera un sueño, por lo cual todo en la mente de Apolo le indicaba que esto era un sueño dado por sus ancestros para guiarlo en el nuevo camino que tendría que recorrer. Alejando a Apolo completamente de la respuesta correcta la cual le fue mencionada hace unas pocas horas por la propia Helena.
—¡Escuché algo por acá!—Gritó un guardia en la lejanía, provocando que tanto Helena como Apolo se dieran la vuelta para ver en la dirección en donde había provenido el grito. Los dos niños no lograron ver a los guardias, pero sí podían escuchar sus pasos acercándose desde la distancia.
—¡Te escucharon, idiota!. ¡Hay que correr o nos atraparán!, ¡rápido, vamos a mi escondite secreto!—Gritó Helena tomando de la mano al aturdido Apolo, arrastrándolo hasta la cima de la colina.