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E102-Pistas

Los dos niños siguieron las indicaciones del guardia y entraron al bosque negro en busca de Helena, pero tras unos minutos buscando se dieron cuenta de que había un ligero problema.

—¿Dónde crecen flores en este bosque?, no recuerdo haber visto una zona así—Comentó Apolo algo aturdido, mirando al suelo del bosque con atención, pero lo único que podía ver eran hojas caídas, mucho pasto seco, algunos yuyos y de vez en cuando algunos hongos no muy coloridos creciendo de la corteza de los árboles.

—Creo que crecen flores cerca del arroyo, no son muchas, pero hay algunas—Respondió Homero marchando hacia una dirección en particular.

—¿Estás seguro de que el arroyo está por allá?—Preguntó Apolo aturdido por la confianza de Homero; él no recordaba haberse cruzado nunca con un arroyo por esta zona.

—Sí, fui la otra vez con papá—Respondió Homero con confianza, mientras guiaba a Apolo hacia una dirección.

No pasó mucho tiempo y los dos niños finalmente pudieron escuchar el ruido del agua chocando contra las rocas en la distancia.

—¡Ves, es por acá!—Exclamó Homero corriendo desenfrenadamente hacia la dirección del ruido.

Apolo corrió siguiendo a su hermano hasta que finalmente pudo encontrarse con un arroyo bastante bonito, el pasto alrededor del mismo tenía un verde intenso y las rocas de la zona estaban llenas de musgo. Pero lamentablemente el niño no veía a las flores por ninguna parte, por lo que preguntó:

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—¿Y las flores donde están?

—Por acá, crecen pegadas a las rocas, son chiquitas y difíciles de ver—Respondió Homero poniendo la mano entre un par de rocas cercanas al arroyo, sacando dos flores de color azulado realmente hermosas.

—Son muy lindas, pero dudo que hayan salido a buscar algo tan chiquito: no se puede decorar nada con eso—Dijo Apolo acercándose a una piedra para ver como efectivamente crecían flores pegadas a la misma.

—Tal vez por eso se demoraron tanto en regresar, tenían que recolectar una gran cantidad de estas flores para hacer la decoración—Respondió Homero saltando felizmente entre las piedras del arroyo con una agilidad impropia de un niño común.

—Puede ser…—Comento Apolo revisando las rocas—Ves alguna piedra a la cual le sacaron las flores, por acá están todas como nuevas, parecería que no pasaron por esta zona.

—Mmm, a ver, busquemos alguna piedra a la cual parezca que le sacaron las flores recientemente—Respondió Homero poniéndose a hacer la tarea—De esa manera sabremos por dónde se fueron Helena y la vieja que mencionó el guardia: ¡Solo tenemos que seguir las piedras sin flores!

Apolo siguió la idea de su hermano y buscaron por un buen rato por las piedras alrededor del arroyo, hasta que finalmente el niño narigón encontró una piedra a la cual parecería que le retiraron las flores:

—¡Por acá, es por acá!—Exclamó Apolo viendo que la idea de su hermano había sido muy buena y efectivamente a todas las piedras que estaban en dirección hacia el sur les habían arrancado las flores.

—¡Vamos! Apurémonos o podrían terminar la tarea y regresar al castillo antes de que las encontremos. ¡Si eso pasa, nos quedaremos buscando a la nada misma por horas!—Dijo Homero con apuro, mientras corría en la dirección señalada por su hermano mayor.