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E53-Los bienes

Pero pese a esa notable «mejora» a Orrin tampoco le era fácil ignorar la mala cordura de su señor. Al fin y al cabo no es como que la escena de un gigante de más de dos metros jugando con muñecas pudiera ser fácilmente borrada de la memoria del anciano y lo peor de todo es que Orrin sabía qué escenas como estas eran las más «normales».

La gran diferencia entre el Apolo esquelético y el gigante, es que el esquelético tenía pequeños brotes paranoicos de los cuales rápidamente se arrepentía y buscaba activamente ocultarlos. Los cuales dentro de todo eran normales para un joven tan débil y frágil que acababa de ser forzado a iniciar una nueva vida lejos de su familia y todo lo que conocía. En cambio, el Apolo gigante vivía en un estado de poca cordura que en algunos momentos terminaba siendo peligroso para los demás, sin embargo, Apolo no era consciente de la mirada de los demás y no buscaba ocultar estos problemas. Y es ahí donde Orrin se dio cuenta de la gran diferencia entre el hombre cuerdo y el loco, y es que el cuerdo es consciente de que está loco, mientras que el loco no duda de su cordura.

—¿Pasa algo, Orrin?—Preguntó Apolo sin dejar de acomodar los muñecos en la mesa; todos tenían que estar perfectamente colocados.

—Sí, llegaron otros carruajes con «bienes»—Respondió Orrin mirando a Apolo con preocupación.

—¡Qué espléndida noticia! ¿Ya les pagaste y los están acomodando?—Preguntó Apolo dejando el acomodo de muñecas en pausa y parándose para verificar estas nuevas adquisiciones.

—No, mi señor, esta vez recomiendo que no aceptemos estos muebles…—Respondió Orrin implorando que el joven noble recuperara algo de cordura y le haga caso; esta vez los «comerciantes» que habían llegado a su mansión habían ido demasiado lejos.

—Hay, Orrin, siempre tan preocupado por la estética y los modales nobles…—Exclamó Apolo con cierta pena mientras salía de la habitación y se dirigía a la puerta de la mansión—Debes dejarte llevar un poco por tus instintos humanos: que digan lo que quieran los demás, luego mis ancestros los maldecirán y morirán misteriosamente. Como le pasó a ese guardia que no aceptaba nuestro soborno, ¿Recuerdas que apareció misteriosamente dentro de un armario en nuestra mansión?

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—El olor me lo recuerda todos los días, señor—Respondió Orrin con desagrado mientras seguía la espalda de su señor hacia la entrada—Le vuelvo a insistir en que enterremos ese cuerpo.

—Claro que no haremos eso: ¡Ese cadáver es parte de la gran historia que buscan narrar los muebles de esta estancia!—Exclamó Apolo con una sonrisa bastante alegre, en su mente esa era de las mejores habitaciones de la mansión.

—Pero ese cadáver está atrayendo a las ratas y alimañas de atrás de la muralla—Respondió rápidamente Orrin.

—¡Más historia!, ¡Más secretos misteriosos y más vida!—Exclamó Apolo aún más alegre.

—Si fueran mascotas estaría bien, pero hay una epidemia de peste azul azotando hace más de una década la ciudad anillo—Dijo Orrin con preocupación lo único que le terminaba faltando a esta mansión era convertirse en un nido de ratas.

—Vaya, un poquito de peste. Siento pena por ti, Orrin—Murmuró Apolo sin preocuparse en absoluto sobre el tema—Si te enfermas te daremos un funeral digno en el cementerio, como el gran mayordomo de esta mansión se merece.

—Sí, solo le pido que no me guarde en uno de los muebles—Comentó seriamente Orrin dándose cuenta del problema: eran contadas las enfermedades que podían matar a Apolo, pero para él y su hijo la historia era completamente diferente—Al menos podríamos contratar más criados para atender los muebles «peligrosos», ¿no cree?. Si sigue aceptando cualquier tipo de mueble me temo que tarde o temprano sus pobres criados serán los que sufran las consecuencias.

—Claro, contrata a la gente que haga falta y reemplaza a los que estiren la pata. Eres el mayordomo de esta mansión, no me preguntes esas cosas: ¡Hazlas!—Respondió Apolo importándole un carajo la salud de sus criados, mirando a la puerta de la entrada de la mansión con alegría, lleno de expectativa por el nuevo envío de muebles.

Ahora los dos estaban en la gran sala principal y también la sala más perfecta de la mansión, ya que fue la primera en amueblarse, si uno no fuera a los pasillos más alejados parecería que esta era una casa hermosa debido a esta gran sala. Todas las decoraciones eran de madera y los muebles eran unos más finos que los otros, dos grandes estatuas simétricas custodiaban la subida a las escaleras y una gran alfombra azulada bajaba desde las escaleras hasta la puerta principal.

—Veamos qué cosas maravillosas nos trajeron nuestros nuevos amigos—Comento Apolo abriendo la puerta con algo de apuro por la grata expectativa.