Por suerte el joven tuvo que dar una buena caminata antes de llegar a la oficina del ministro de magia, no obstante su humor estaba por el piso y cuando llegó a la oficina se encontró con que había un mago esperando en la puerta. Rehusándose rotundamente a hacer una cola en este momento, Apolo se acercó hasta la puerta de la oficina y gritó sin ningún escrúpulo:
—¡¿El ministro está en la oficina?!
—Sí…estoy esperando hace 20 minutos…pero lo escucho comiendo…así que…—Dijo el mago tomándose varias pausas al hablar, por extraño que parezca el mago no parecía estar tan molesto por el grito repentino y de hecho estaba anormalmente tranquilo pese a lo intimidante que resultaba el cuerpo de Apolo para la mayoría de personas.
—¡Qué bueno!—Interrumpió Apolo corriendo al mago de un manotazo, entrando a la oficina del ministro, para encontrarse a Dorien comiendo una ensalada en su escritorio.
—¡Llegas justo cuando estoy disfrutando mi almuerzo, mocoso!—Gritó Dorien señalando la puerta como indicándole a Apolo que se marchase—Tengo una reunión importante en unos minutos, así que más te vale que te vayas corriendo de mi oficina: ¡Créeme cuando te digo, no quieres hacer esperar a la persona con la que tengo que hablar en un rato!
*Bumm* Apolo ignoró el grito y cerró la puerta con tanta fuerza que provocó que algunos libros en las estanterías se cayeran al piso. Tal escena provocó que Dorien mirara con miedo como el gigante se le acercaba y se sentaba en el sillón para invitados. Extrañamente el joven se mantuvo en silencio y miró fijamente como el ministro se sacaba su tenedor de la boca.
Notando que el ministro tampoco hablaba, Apolo se acomodó en el sillón que por suerte era bastante grande y miró fijamente como Dorien reanudaba con lentitud su almuerzo en silencio, hasta que el ministro se sintió tan incómodo que terminó preguntando:
—Disculpa, ¿pasó algo entre tú y yo?
—Me dijiste que viniera—Respondió Apolo de mala gana.
—¿Yo? ¿Te dije que vinieras?—Preguntó Dorien atónito sin reconocer a Apolo—¿Por casualidad te molestaría indicarme quién eres?
—Apolo de los bosques negros
—¿Apolo? Oh, creciste un poquito, chico…—Dijo Dorien mirando con curiosidad a Apolo de arriba a abajo, notando que milagrosamente el anillo de bronce que «tanto» lo había preocupado, no se encontraba en ninguno de sus dedos—Al parecer tu investigación mágica dio sus frutos, realmente es increíble, ¿Cómo lo lograste?
—Amueblando mi casa…—Respondió Apolo sin entender a qué se refería exactamente el ministro.
—¿Amueblando tu casa?—Repitió Dorien con aturdimiento.
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—Sí, amueblando mi casa—Contestó toscamente Apolo.
—Veo que estás algo enojado, ¿te acabas de enterar del cambio en el presupuesto?—Preguntó Dorien, inteligentemente llegando al quid de la cuestión.
—Sí, ¿por qué te pareció buena idea aprobar semejante idiotez?—Preguntó Apolo con molestia.
—¿Eh? … No, te estás confundiendo, yo no voto en el concilio—Contestó el ministro de mago con pena—Mi única función es presionar al concilio para que el ministerio de magia del imperio cumpla con las expectativas del emperador. Pero yo no puedo votar directamente, como tampoco puede el emperador.
—¿Cómo es posible que el emperador y su ministro no puedan tomar decisiones en el concilio?—Preguntó Apolo incrédulo con la barbaridad que estaba escuchando—Ustedes son los que ponen los cristales, como es posible que no puedan controlar a quienes los consumen.
—Ese es el error que estás cometiendo: nosotros no ponemos los cristales...—Comentó Dorien con tranquilidad, mientras continuaba comiendo su ensalada—O al menos no todos.
—¿Quiénes más pagan los patrocinios?—Preguntó Apolo con mucha curiosidad
—Tu patrocinio solo lo paga el emperador, pero también puedes obtener patrocinadores privados, como comerciantes y familias nobles—Explicó Dorien con calma mientras trataba de tranquilizar al chico—Por lo que el concilio de magos responde por los magos del imperio. Los cuales a su vez responden a sus patrocinadores: uno de ellos es el emperador, pero la gran realidad es que la mayoría de inversiones son privadas. Así que el emperador no puede meterse demasiado en el concilio o sino muchas familias nobles y gente importante puede salir perjudicada.
—¿Y esta gente importante aceptó pasivamente que el concilio demoliera el financiamiento?—Preguntó Apolo sin terminar de entender la idea planteada por Dorien.
Dorien terminó su ensalada y procedió a bajar el plato al piso, para no tener que discutir con un plato de comida en la mesa, mientras tanto comentó:
—Claro que aceptaron, lo que se discutió y cambió solo afecta al financiamiento del emperador y de hecho aumentó: ahora hay más magos en el imperio y la gran mayoría de magos «útiles» vieron su presupuesto incrementado. Fue una gran decisión de nuestro emperador retirar el subsidio a los nobles inútiles. De todas formas el motivo para llamarte a mi oficina fue porque me han llegado reiteradas quejas de parte del ministerio de asuntos urbanos acerca de tu investigación mágica.
—¿Hace cuanto fue eso?, si no me equivoco ya solucioné el problema con ese ministro—Respondió Apolo incrédulo de que el ministro que estaba embarrado en mierda hasta las orejas se atreviera a mandarlo al frente y pensara que pudiera salir ileso.
—Hace unos cuantos meses, no soy Finz: no recuerdo todo como un enfermo…—Se quejó Dorien mientras buscaba una carta en su escritorio: pero al parecer no la encontraba por ningún lado—Bueno, el punto es que debes tener cuidado con estas cosas, Apolo. Recuerda que no estás en casa, acá la gente puede tomar mal tus tonterías y eso me trae problemas a mí: ¡Y no me gustan los problemas!
—Entiendo lo que dice, de hecho ya lo solucioné, hasta estuve trabajando con el ministro—Explicó Apolo, algo contento de que el problema no fuera muy grande—Nuestra relación es bastante buena, así que dudo que reciba más cartas acerca del asunto.
—Me alegra oír eso, ya que el problema está solucionado no es tan importante que te dé la carta con las quejas: ¡así que la archivaré!—Exclamó Dorien cerrando sus cajones de golpe, sin encontrar dónde había metido las quejas recibidas, ya cansado de buscarlas en vano.
—¿Ya me puedo ir entonces?—Preguntó Apolo aún apurado con continuar sus planes.
—Sí, solo recuerda no meterte en problemas otra vez: ¡no quiero recibir más quejas!—Contestó Dorien señalando la puerta de su oficina.