Unos días pasaron y para estas fechas los conductores ya habían terminado de sacar todos los muebles en sus carruajes con la ayuda de los criados de Apolo, por lo que los conductores se habían marchado. Pese a ello la tarea aún no había sido completada del todo debido a que todavía los criados no habían terminado de acomodar los muebles en el interior de la mansión, por lo que actualmente se encontraban varias personas en el patio de la estancia transportando los ataúdes.
Mientras esto ocurría, Apolo se acababa de despertar y como todas las mañanas, el noble procedió a cambiarse. Pero al hacerlo Apolo observó por las ventanas de su cuarto que de una buena vez por todas los carruajes y la gente molesta se habían marchado, por lo que el joven noble decidió aproximarse al patio para comprobar el estado de sus nuevos bienes.
Tras llegar al patio, el joven noble pudo observar como los criados se encontraban trabajando con los ataúdes mientras Mateo "supervisaba" el trabajo desde la distancia, sentado en un cajón y desayunando con una bebida de color blanca similar a la leche.
—¿Las condiciones de todos los cajones de los ataúdes eran aceptables?, Si no tendremos que tirar los cadáveres al lago—Preguntó Apolo sin mostrar una pizca de piedad por los difuntos.
—Los cajones rotos los planeamos reemplazar con otros muebles de la casa—Explicó Mateo mirando a los hombres trabajando en la distancia, sin tener las mínimas ganas de acercárseles para echarles una mano con el transporte de los muertos—Lo mismo haremos con los carruajes llenos de huesos: buscaremos algún lugar donde podamos acomodarlos dentro de la mazmorra. En cuanto a los cajones rotos: planeamos vender la madera en la ciudad anillo como combustible, se acerca el invierno y la madera tiene buen precio.
—Sí, haz eso, Mateo, tu idea es mejor—Contestó Apolo recordando que los cajones terminarían flotando y eso le causaría aún más problemas con sus vecinos—Por lo demás necesito que te encargues de encontrar a alguien en la capital dispuesto a solucionarme un ligero problema con alguien.
—¿Como el asunto del guardia que siempre impedía que entraran nuestros muebles?—Preguntó Mateo algo preocupado, dándose la vuelta y mirando a Apolo con seriedad
—¡Vaya que eres rápido, Mateo!—Exclamó Apolo con una sonrisa—Sí, encárgate de que maten al guardián del cementerio sur de la ciudad anillo, no pagaré más de 100 cristales por su cabeza.
—¿Por qué hay que matarlo?, Ni siquiera sabía que existía tal cementerio—Preguntó Mateo con incomodidad; este era el peor tipo de misiones que podían asignarle, si bien el hombre únicamente se tenía que encargar de contratar a alguien, el simple rostro de la gente con la que tenía que negociar el trato le arruinaba el día.
—Según lo que averiguo Orrin de los conductores: estos ataúdes y huesos vienen de ese cementerio—Comenzó a explicar Apolo—Y según lo que me contaron: el guardián de cementerio estaba impidiendo que la obra avance y eso es indirectamente impedirme recibir otro trato tan bueno como el que recibimos. Mil cristales y muebles con historia, no voy a rehusárseme a recibir ese regalo venido del cielo por un desconocido cuya cabeza solo me costará menos de 100 cristales.
This tale has been unlawfully lifted from Royal Road; report any instances of this story if found elsewhere.
—Pero no conocemos al guardián del cementerio, tal vez tenga una familia, esposa e incluso hijos, ¿Sabes lo que les pasa a las personas sin…? —Trato de decir Mateo para convencer a Apolo; sin embargo, el joven noble descaradamente le puso un dedo en los labios interrumpiendo y continuó con su idea:
—Y de paso embarramos más al ministerio de asuntos urbanos, lo cual me sirve bastante: a ese idiota lo quiero nadando en su propia mierda y que no se ponga a oler la mía.
—Como usted mande…—Respondió Mateo de mala gana, sacándose el dedo de la boca de un manotazo.
—No estés tan preocupado por la vida de ese don nadie, Mateo. Solo estamos jugando al juego de los magos—Respondió Apolo con una sonrisa cruel—Y mientras continuemos ganando lograremos aprender un poco más acerca de la magia. Al fin al cabo la vida es justa para la gente como nosotros que luchamos por nuestras metas, y aunque ahora parezcan ridículas: ¡Tarde o temprano darán sus recompensas! Y ese día miraremos toda esta montaña de cadáveres y cajones rotos como los pequeños tesoros que siempre fueron.
—Usted es un hombre muy sabio, mi señor—Alabó Mateo automáticamente como si fuera una respuesta preparada de antemano, más que un elogio sincero; en realidad en su cabeza el hombre estaba más preocupado por los asuntos que tenía que atender más adelante.
—Por lo demás, ¿Algo extraño fue encontrado entre los bienes?—Preguntó Apolo con curiosidad; siempre le divertía esta parte de comprar bienes en lotes.
—No terminamos de revisar todos los ataúdes: este lote era demasiado grande. Los ataúdes que verificamos no parecerían tener nada interesante y si había algo valioso ahora mismo está en los bolsillos de los nuevos criados—Respondió Mateo sin ocultar el hecho de que no era extraño que los nuevos criados se pasaran de listos y robaran algunos bienes de la propiedad de vez en cuando—Deberíamos hacer algo con este problema: ¡Ya ni se malgastan en ocultarlo, señor!.
—No, no, está bien. Así trabajan más motivados: lo que es importante para ellos suele no serlo para mí. Mientras no roben algún mueble de las habitaciones ya armadas, todo está bien—Dijo Apolo con una sonrisa alegre mirando a los criados trabajando en la distancia.
Mateo miró la sonrisa tranquila del rostro del joven noble con bastante miedo, el hombre bien sabía que esto no iba a terminar bien y era cuestión de tiempo para que la paciencia de Apolo se terminara colmando. Sin embargo, Mateo no podía hacer nada para advertirles a los nuevos criados y por el momento se limitaba a recordarles que jamás siquiera entraran a las habitaciones que el mismo joven noble había armado. Él había sido criado desde que nació y su posición era la del siguiente mayordomo de esta familia, por lo que claramente Mateo jamás pensaría en robarse a sí mismo: al fin al cabo la gran realidad es que los bienes de un noble eran los bienes de su mayordomo y más para un señor tan perezoso como Apolo.
Mateo sabía que si su padre quisiera no le sería para nada complicado robarle a Apolo; sin embargo, su padre prefería morir antes de hacer eso y no era solo una cuestión de honor: la vida de un mayordomo era increíblemente sencilla si se la comparaba con la del resto de los plebeyos, tenías a disposición todas las arcas de una familia y lo único que tenías que hacer era cumplir con las órdenes dadas o mejor dicho: contratar gente que cumpla esa orden por vos.