—Por el anillo...—Repitió Apolo mirando como Helena miraba su hermano mayor como si fuera un demente, pensando si debería seguir el juego o solo debería tratar de despertarse.
Lo cierto es que este era el primer sueño lúcido que Apolo tenía en su vida, por lo que tal vez sus ancestros lo estaban bendiciendo con algún tipo de mensaje oculto, por lo cual el joven decidió seguirle la corriente a su hermano mayor y terminó preguntando:
—¿Empiezas tú o yo?
—Tira tu primero que esta es tu fiesta, luego voy yo, después tú: nos intercalamos el turno—Respondió Fausto, emocionado con la idea de poder jugar con su hermano menor.
—Como quieras, aunque hace mucho que no hago esta tontería por lo que dudo que me salga bien…—Comentó Apolo mientras estiraba su mano señalando a Helena con uno de sus dedos, inmediatamente la punta del dedo comenzó a prenderse fuego hasta formar una pelotita del tamaño de una bolita de papel lista para ser arrojada desde una cerbatana. Acto seguido la pelota salió disparada formando un haz de luz similar a una flecha en dirección a Helena. La joven trató de correrse, pero los grilletes se lo impidieron por lo que recibió el disparo de lleno en una de sus piernas, la chica se quejó por el golpe, pero no lloró ni mostró una expresión de dolor, al fin y al cabo la pelotita de suerte le había dolido más que un pellizco.
—Ja, ja, ja, ¿Qué porquería fue eso?, ni le dejaste una quemadura—Río Fausto como un desgraciado.
—¡Pero si le di al blanco!—Exclamó Apolo con orgullo.
—Claro, claro, a ver, ¿qué opina el jurado?— Preguntó Fausto mirando a todos los demás miembros de la fiesta.
*Buuu, buuu, buuuu* Los abucheos del público llenaron toda la habitación, al parecer la gente estaba bastante disconforme con el espectáculo brindado.
—¿Escuchas?, tienes que esmerarte por ganarte a la gente: ahora somos adultos y jugamos este juego como adultos—Comentó Fausto estirando su mano apuntando a Helena con uno de sus dedos, tras unos segundos una pelotita de fuego tan chica como la que había creado Apolo se formó delante de su dedo; sin embargo, su hermano mayor no la lanzó de una, sino que en su lugar la bola de fuego comenzó a distorsionarse hasta formar un cono.
Cuando ya estaba todo listo, Fausto miró a su hermano y sin apuntar disparó diciendo:
—Déjame mostrarte cómo se gana en este juego.
Tras terminar de decir esas palabras, el cono de fuego salió disparado formando un haz de luz similar a una flecha y voló hasta golpear de lleno en uno de los brazos de Helena.
*Aaargh* Grito fuertemente Helena mientras miraba con desesperación como un agujero del tamaño de una canica no paraba de chorrear sangre desde su brazo.
*Plaff, plaff, plaff* La gente en la habitación comenzó a aplaudir frenéticamente mientras miraban a Helena retorciéndose del dolor.
Unauthorized content usage: if you discover this narrative on Amazon, report the violation.
—…—Apolo se quedó en silencio mirando como su hermano le indicaba que era su turno con su mirada. Al observar esa mirada cómplice en el rostro de su hermano mayor, fue cuando el joven recordó que había participado en un juego no tan diferente a este con su hermano mayor una vez en su infancia: aunque en aquella ocasión eran solo dos maniquíes de paja. Por lo que este sueño que estaba viviendo ahora mismo Apolo debía ser un recuerdo de ese día algo distorsionado con el recuerdo de su fiesta de despedida organizada por sus familiares antes de marchar a la capital. El gran problema del joven noble es que seguía sin entender por qué estaba recordando este recuerdo y su curiosidad lo obligaba a seguir las reglas del juego.
Tomando una decisión, Apolo levantó su mano y una bola de fuego comenzó a formarse en su palma abierta, la bola llegó a tener el tamaño de una pelota de tenis. Provocando que la misma comenzara a tambalearse como si mostrara signos de que no podía ser mantenida por mucho más tiempo en la palma de Apolo, fue entonces cuando el joven decidió lanzar la pelota contra Helena.
*Flush* La pelota salió disparada por el aire y chocó de lleno contra la regordeta panza de la joven.
*Blurghhhh* Helena se contorsionó por el dolor que sentía en su panza y comenzó a vomitar manchando todo el suelo, provocando el disgusto de los presentes.
*Buuu, Buuu* Abuchearon los presentes, asqueados por ver a la joven vomitando.
—¿Pero qué lógica de mierda es esta?—Se quejó Apolo al recibir los gritos negativos por parte de la multitud, mostrando que estaba perdiendo el juego.
—Hay formas y formas: mira, aprende de tu hermano mayor como se gana en este juego—Comentó Fausto con una sonrisa mientras estiraba la mano y una bola de fuego del mismo tamaño que la que había lanzado Apolo se formaba en la palma de la mano del noble. Acto seguido la bola de fuego en la palma de Fausto comenzó a girar y a aplanarse hasta tener la forma de un plato.
*Fush* El plato de fuego salió disparado iluminando toda la habitación hasta golpear en uno de los brazos de Helena.
*Aaaa....* Gritó Helena desmayándose del dolor, al sentir como uno de sus brazos se había desprendido de su cuerpo. El brazo desprendido quedó grotescamente colgando en el aire sostenido por el grillete, mientras el cuerpo desmayado de Helena colgaba de su única mano restante.
*Plaff, plaff, plaff* La gente comenzó a aplaudir con emoción al ver como la sangre de la joven comenzaba a derramar el suelo.
—Qué asco…—Murmuró Apolo viendo la censurable escena en la distancia, fue entonces que el joven se dio cuenta de inmediato que no sentía pena alguna por la chica colgando en la pared—¿Desde cuándo me cae tan mal helena?...
—¿Acaso no eran superamigos de jóvenes?—Preguntó Fausto mirando a su hermano con curiosidad, al parecer bastante interesado en fisgonear en los murmullos de su hermano menor.
—¿Eh?… sí, éramos amigos, creo…—Comentó Apolo mirando a su «amiga» desmayada en la pared desangrándose sin sentir una pizca de empatía que logre moverle el alma.
—¿Crees?, ¿o eran?… ¿No debería ser fácil distinguir a un amigo?—Preguntó Fausto volviéndose a sentar en su silla, mostrándose más interesado en la charla que en continuar el juego.
—No, es difícil. No tengo amigos, así que es complicado comparar—Respondió Apolo notando que la música había vuelto a ponerse fuerte y los cristales coloridos volvieron a cambiar de colores saliendo del monótono color rojo cuando su hermano mayor se había sentado. Incluso el resto de los participantes de la fiesta comenzaron a reanudar su rutina de «diversión», casi como si hubieran recibido una orden, ignorando completamente la conversación entre él y su hermano mayor o la continuidad del juego.
—Tú eres mi amigo, Apolito, por eso jugamos juntos, ¿o me equivocó?—Preguntó Fausto tomando otra botella en la mesa y volviendo a hamacarse.
—Somos hermanos, no amigos...—Respondió Apolo contundentemente.
—Ja, ja, ja, esa es tu opinión y a mí me importa un bledo tu opinión en este asunto—Río Fausto mientras tomaba de la botella en su mano—Como te dije tú eres mi amigo: ¡Así que tienes amigos!. El problema es que para vos yo no soy tu amigo y nadie lo es; sin embargo, esa solo es tu perspectiva, no la «realidad» de la vida.