Al parecer la maestra de Helena quedó algo incomodada por el sonido de la puerta abriéndose, por lo que interrumpió su presentación y se quedó mirando al palco en donde tres personas acababan de llegar, provocando que el resto de miembros del concilio siguiera la mirada de la maga y miraran con extrañeza a las personas que habían llegado tarde.
Los dos niños notaron como las personas en el resto de los palcos dejaron de ver el escenario, para ver quienes se habían metido en la habitación. Sin dar explicaciones y sin perder el tiempo, el ministro de magia se acercó al borde del palco y rozó con su mano un cristal que podía verse arriba del borde, provocando que una pantalla negra apareciera en la ventana del palco.
—Bueno en principio ahora están ocultos de las miradas ajenas y nadie puede escucharnos, a no ser que griten: ¡Espero que logren sus objetivos, muchachos!—Explicó el gato saltando del hombro del ministro, para colocarse arriba de uno de los sillones. Mientras que el ministro también procedía a buscar asiento.
Mientras los dos niños se buscaban un asiento, el resto de magos en los palcos miraron de forma aturdida el palco donde acababan de ver al ministro, preguntándose por qué el ministro había interrumpido la presentación y quienes eran las dos personitas que lo habían acompañado vistiendo unas túnicas negras demasiado grandes para su cuerpo.
—¡Ejem!, Helenita…—Exclamó en voz alta uno de los magos en los palcos tratando de despertar a la maga que se había quedado congelada en el medio del escenario—¿Por qué detienes tu gran explicación?, ¡recuerda que este es tu momento, hoy tú eres la protagonista y nosotros los espectadores!, ¡así que vuelve a empezar ya mismo!
De inmediato los chicos se dieron cuenta de que la mujer transpirando a más no poder en el medio del escenario debía ser la maestra de Helena, ya que la misma Helena estaba acompañándola en el escenario. Esta era la primera vez que Apolo podía ver a la mujer que había escuchado en la cueva y al parecer era muy parecida a Helena: tenía el pelo rubio y los ojos claros, aunque carecían de brillo y en su esquelético rostro podían verse dos ojeras muy marcadas, además su piel era bastante pálida en comparación de la niña, por lo que todo parecía indicar que la maestra de Helena estaba enferma y no le quedaba mucho tiempo de vida.
Tomando coraje con las palabras de aliento, la mujer en el escenario retornó la charla:
—Como estaba explicando: el método de transfusión de mentes fue creado por el archimago Minos de pueblo blanco hace más de 8000 años para…
—Está loca…—Murmuró Homero en voz muy baja, incrédulo de lo que estaba escuchando, mirando a su gran enemiga al lado de la mujer. Realmente él tampoco sabía toda la historia y recién ahora la estaba terminando de descubrir junto a Apolo, por lo cual estaba más que impactado en conocer cómo es que esa niña rubia terminó transformándose en la plaga que debía eliminar de la mente de Apolo. Sin embargo, escuchando el nombre del método, el niño enmascarado había logrado deducir todo lo que terminó ocurriendo a continuación; pese a ello, debía estar cien por ciento seguro de todo y reunir la mayor cantidad de información posible, por lo que el niño enmascarado siguió observando con atención cómo los sucesos olvidados por el tiempo volvían a repetirse ante sus ojos.
—¡Incorrecto!, ¡Pedazo de Ignorante, acaso no sabes que el archimago Minos nunca vivió en pueblo blanco!—Gritó uno de los magos en los palcos sin importarle lo que pensaran los demás de su falta de modales. Y de hecho el resto de magos en los palcos parecían estar de acuerdo, o al menos su silencio los comprometía—El archimago Minos se suicidó hace 4000 años: ¡Para aquel entonces no existía ningún pueblo blanco!. Justamente sus acólitos fueron los que fundaron pueblo blanco en los alrededores de la torre en donde sus restos descansan, es por eso que el pueblo se llama pueblo blanco: ¡Porque todos usaban túnicas blancas!
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—Lo siento, gracias por corregirme…—Dijo la mujer con una sonrisa bastante forzada en el rostro—Como estaba mencionando: el método de transfusión de mentes fue creado para poder extender la vida de un mago, trasplantando la mente de uno en el cuerpo de algún individuo más joven. Pero…
—Pero no se puede lograr borrar el subconsciente…—Susurró en voz baja Homero, no obstante alguien había escuchado su murmullo involuntario y era ni más ni menos que el gato del ministro de magia. Inmediatamente, el ministro de magia salió de su trance y se volteó para mirar al niño regordete, su ojo se descosió automáticamente y miró al niño con curiosidad. No obstante, en vez de revelar la información al resto de magos en el lugar, el ojo del ministro volvió a cocerse rápidamente y se mantuvo en silencio: interesado por descubrir que estaba pasando realmente.
—… por más que tu mente cambie con la del anfitrión, aún persiste el subconsciente del individuo original, el cual es el causante de la tan conocida maldición de Minos—Agregó Helena con calma—El archimago Minos convivió con esa maldición durante 4000 años gracias a que los poderes de su sangre le permitía solucionar el problema sin tener que preocuparse demasiado en perder su propia individualidad. Pero para el resto de nosotros esa alternativa no es posible…
—¿Y cómo lograste solucionar ese problema, jovencita?—Preguntó uno de los magos con calma, parecía estar bastante interesado en la respuesta de la joven.
—Para ello utilizaré la siguiente maquinaria…—Dijo Helena aplaudiendo. Al parecer la presentación ya había sido preparada de antemano y el ministerio de magia disponía de personal para ayudar al mago a presentar sus investigaciones, por lo que cuando el aplauso de Helena pudo escucharse, el piso del escenario se abrió y comenzó a mostrar como una máquina cubierta con una tela roja era subida al escenario.
La máquina como tal era grande y ancha, al punto que tenía fácilmente dos veces la altura de la mujer; sin embargo, el escenario de madera de esta habitación parecía poder soportar el peso de la misma. Cuando la máquina finalmente terminó de subir, Helena procedió a acercarse para sacar la tela roja y desvelar la máquina oculta.
—¡Ja, ja, ja!—Comenzó a reír Homero como un maníaco al ver la máquina en cuestión, asustando a Apolo y provocando la mirada curiosa del gato en el sillón.
—A mí me parece bastante bonita…—Comentó Apolo con la cara roja como un tomate, mirando la máquina en el escenario.
La máquina era bastante compleja para describirla con una palabra, pero tenía varias partes fácilmente diferenciables: había dos sillones de cuero rojo los cuales tenían precintos y esposas por lo que parecían estar diseñados para que el que se sentara no se escapara y esos sillones parecían estar pegados a un escritorio lleno de tubos con líquidos de diversos colores. Pero lo más llamativo de la máquina se encontraba justo en el medio de los dos sillones y era una muñeca de metal muy similar a un ser humano. La muñeca como tal no tenía nada de ropa puesta, por lo que podía verse el cuerpo desnudo de lo que aparentaba ser una niña, el cual no era seductivamente atractivo, pero sí era estéticamente lindo. La muñeca de metal estaba sentada en su propia silla y parecía estar dispuesta a escuchar a cualquier persona que se sentara en alguno de los dos sillones. Aunque había otra particularidad y era que la muñeca tenía una gran característica que llamaría la atención de cualquier persona que la viera por primera vez y era que sus dos manos parecían usarse para acariciar el plumaje de un pato metálico que dormía arriba de sus muslos.
—¿Podría explicar la máquina, como funciona, que requiere y porque es necesaria para su investigación, jovencita?—Volvió a preguntar el mago que había hablado antes, transmitiendo bastante tranquilidad, parecía querer evitar que la persona en el escenario se ponga nerviosa.