—Tu gran problema es que solo estás viendo el lado negativo de las cosas—Comentó Homero con los cachetes rojos de tanto reírse—Piénsalo desde este punto: ahora ya no tienes que preocuparte por los asuntos en el castillo o el futuro de la familia, ¡La vida del exiliado es mucho más libre que la vida del heredero!
—Supongo que tienes razón…—Respondió Apolo pensativamente, él nunca se había planteado cuanto trabajo realmente tiene la persona a cargo de la familia, literalmente todos dependen de su gestión: un error y el futuro de todos tus parientes quedaría comprometido.
—Claro que tengo razón, idiota—Comentó Homero con orgullo—¿Por qué crees que corrí a convertirme en un comerciante cuando tuve la oportunidad?, fue para escaparme de las paredes de ese castillo. No quería convertirme en uno de los grandes héroes de nuestra familia, solo quería disfrutar de la vida siendo un gordo feliz.
—¿No te gustaría que describan tus hazañas en los libros de la familia?—Preguntó Apolo con sospecha—Probablemente eres el que más abusa del título de noble en nuestra familia; yo ni sabía que ese guardia desconocido nos respetaría tanto por ser nobles.
—Me encantaría, pero la historia de nuestra familia solo recuerda a los muertos en combate…—Contestó Homero con cierta pena, mientras corría la cortina del carruaje para observar la ajetreada vida de las personas en las calles del pueblo—Sin embargo, gracias a esos muertos puedo vivir tan bien, claramente les debo mucho y no pienso pagarles esa deuda nunca: Los héroes de este imperio viven cada vez menos y en estos tiempos los cobardes son los que más abundan en las diversas familias nobles, por lo que no veo motivo para no seguir su buen ejemplo y unírmeles en su cobardía: ¡Que nos defiendan los insensatos!. Por mi parte después de tanto viajar, aprendí que prefiero ser olvidado por los textos y morir con mis propios recuerdos alegres.
Por inercia, Apolo también observó a la gente en la calle: todos se movían apuradamente hacia algún objetivo incierto, pero al parecer por la velocidad de sus pasos: ¡Un objetivo importante!, y paradógicamente, un objetivo completamente irrelevante para él y su hermano.
Homero notó que su hermano se había quedado reflexionando en su mundo interno, por lo que rompió el silencio incómodo comentando:
—Te recomendaría que tú también aprendieras a disfrutar un poco de la gloria otorgada por los caídos, sin preocuparte tanto en devolverles esa deuda: por tu físico desgastado parecería que desde la muerte de Helena te has preocupado más por pagar alguna clase de deuda que por vivir tu vida.
—Podría ser…—Comentó Apolo mirando a la gente de afuera aún más pensativamente; pensando con ironía en como se había atormentado por 12 años, tratando de descifrar lo que había ocurrido en un solo día—… Y lo más triste es que talvez sea una deuda insignificante…
—Un noble no tiene por qué saldar las deudas de una criada, Apolo…—Dijo Homero con frialdad—Como te había dicho: si uno se junta demasiado con los plebeyos, tiende a pensar que somos iguales: nos olvidamos que nuestra sangre vale mucho más y terminas haciendo idioteces que solo acaban condenándote…
—¿Valgo más que esas personas de afuera?—Preguntó Apolo, más interesado en obtener una confirmación que en satisfacer una duda, mientras frotaba obsesivamente el anilló de bronce en su mano.
—Solo para los ojos correctos…—Comentó Homero con una sonrisa de auto-burla, mientras se frotaba los rollos de la pansa con alegría—Todo depende del ojo del comerciante que te esté valuando. Por eso es relevante que el comerciante más importante de estas tierras nos siga considerando como gemas, porque solo así seremos realmente gemas y no vidrios de colores.
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—¿Y como aparentamos ser gemas?—Preguntó Apolo entendiendo que su hermano se estaba a refiriendo a la opinión del emperador
—En mi caso: siendo rico y creando riqueza a donde vaya—Respondió Homero, orgulloso de poder compartir la sabiduría ganada en sus viajes con su hermano mayor—En el caso de Hermes trayendo victorias por honor, por su parte Fausto solo debe sentarse en el trono sin hacer nada, pero escucha bien: ¡Sin hacer nada!. Y en tu caso, Apolo…
Homero se tomó una pausa tratando de pensar una buena respuesta para su hermano, pero lo cierto era que no había demasiados magos en el imperio, por lo que era muy complicado hacerse una opinión sincera de porque el emperador los estimaba.
—Supongo que inventando algunas cosas útiles—Comentó Homero no tan conforme con su respuesta—Cuanto más útil, más te van a apreciar. Así que trata de descubrir qué cosas le gustan a los nobles y satisface esos problemas con inventos útiles. Desde el otro lado de la moneda, probablemente al emperador le disguste los farsantes que malgastan sus riquezas y no logren nada.
—¿Y qué pasaría si no logro inventar nada y disgusto al emperador?—Pregunto Apolo con temor.
—Entonces el emperador se la tendrá que comer doblada, mientras malgastas su dinero, ja, ja, ja—Río Homero como un desquiciado mienta se frotaba los rollos de la pansa con alegría—Eso es lo hermoso de poder pararse en los hombros de nuestros ancestros.
—¿Tú crees?—Preguntó Apolo con temor—Nuestra familia solo tuvo cuatro magos en su historia: no es que haya muchos ancestros sobre los cuales apoyarse.
—Bueno, eso es verdad…—Comentó Homero mientras recuperaba su compostura y volvía a cerrar la cortina de la ventana con temor a los ojos de afuera—Sin embargo, la familia del emperador le debe demasiado a nuestros muertos como para poder hacer algo en contra tuya. Diría que debes preocuparte más de las otras familias nobles que merodean por la capital, sobre todo las familias nobles de segunda categoría, las cuales están más dispuestas a abusar de tu nombre que en darte una mano cuando la necesites.
—¿La capital es insegura?, no quiero ir a un sitio inseguro…—Preguntó Apolo cada vez más nervioso, mientras volvía esconder la mano con el anillo de forma instintiva.
—Claro que es insegura: ¡Es un nido de ratas!—Susurró Homero asegurándose de que la conversación no la escuchara ni el guardia del carruaje—La capital es donde los nobles sin futuro y llenos de codicia se reúnen, todos deseosos de poder crear su propia historia. Y para ello, esas víboras no dudarán en cortar las cabezas que sean necesarias para armarse su propia escalera a la gloria.
Homero observó que su hermano mayor estaba volviéndose a poner paranoico, pero en este caso en particular desde su perspectiva lo prudente era justamente ser paranoico y no confiado, por lo que continuó insistiendo:
—Recuerda esto, Apolo. Pase lo que pase, digan lo que te digan, den lo que te den: ¡Estás completamente solo en la capital!. En la ciudad del emperador, debes ser tu propio rey o serás usado por los otros reyes.
—Ta-talvez no debería ir… a… a la ca-ca-capital…—Tartamudeó Apolo, con tanto temor que la mano con el anillo de bronce escondida en el bolsillo no le paraba de temblar—… ¡Podría convertirme en un agricultor!, ¡O incluso en un mayordomo!
—Puedes hacer lo que quieras de tu vida, ahora ya fuiste exiliado: incluso puedes negar a tus ancestros…—Comentó Homero con cierta pena al escuchar las soluciones planteadas por su hermano mayor—Pero recuerda que solo los nobles tienen derecho a conservar lo suyo, si reúsas tu estatus noble, entonces nada te asegura que alguien te arrebate lo que quiera cuando se le apetezca: por ejemplo, los guardias de este pueblo podrían robarte tu anillo si lo quisieran, solo porque tienen más poder.
—¡El anillo es mío y siempre será mío!—Gritó Apolo con violencia, mientras el rostro se le distorsionaba imaginando la escena planteada por su hermano.
—Si quieres conservar el anillo de nuestra familia, entonces tendrás que prepararte para ir a la capital y asumir sus problemas con madurez…—Respondió Homero un poco más feliz de ver que su hermano mayor realmente si atesoraba el símbolo de su estatus—Por desgracia, esa es la mejor opción que tienes: el abuelo ya debería haberte preparado todos los papeles para que puedas convertirte en un mago, por lo que debería ser muy fácil que lo logres. Y una vez que logres convertirte en uno, serás el quinto mago en la historia de nuestra familia.
Recuperando su compostura, Apolo agradeció que su hermano mayor se confundiera de anillos y trató de recordarse a sí mismo: no volver a gritar como un lunático al frente de los demás.