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E153-Pasillo

*Puff* Apolo perdió el equilibrio y cayó al piso, provocando que sus ojos se abrieran de golpe, solo para descubrir que no lograba ver absolutamente nada. Por otra parte, Apolo se percató de inmediato de que sus oídos únicamente le permitían escuchar un inusual pitido constante que le estaba causando un gran dolor de cabeza. Pese a que todo el cuerpo del noble parecía estar fallando de repente, el sentido del tacto por fortuna no lo abandonaba y le permitió obtener algunas pistas acerca de su situación actual: Mientras se sentaba en el suelo esperando recuperar la visión, Apolo logró sentir como el piso ya no era de tierra, sino que la superficie donde se estaba apoyando se sentía similar a la madera pulida que uno podía encontrar en cualquier casa del imperio. Por lo que el joven comprendió que en estos momentos ya no se encontraba bajo tierra y parecía que había salido del refugio subterráneo de forma misteriosa.

Pese a que el noble trató de recordar como es que había salido del refugio subterráneo, lo último que podía recordar era haberse puesto la babosa fluorescente en su oído, para luego tener la leve intuición de que de alguna manera había vuelto a quedarse cegado por un destello de color verde. Aunque el noble no comprendía cómo es que ese destello había aparecido o por qué no recordaba qué es lo que estaba haciendo cuando lo recibió, ya que todo lo que ocurrió luego de ponerse la babosa en el oído le resultaba un enigma.

Pese a sus múltiples dudas, el principal problema de Apolo ahora mismo era luchar contra la horrible sensación de estar cegado, por lo que el noble intentaba solucionar el problema frotándose los ojos mientras parpadeaba constantemente, esperando a que su visión se recuperara de esta forma.

Tras unos buenos segundos intentándolo, el dudoso método de recuperación resultó ser efectivo y el joven recuperó su visión. Pero pese a ello, Apolo se dio cuenta de que se encontraba en un lugar demasiado oscuro como para poder distinguir dónde estaba realmente, por lo que el noble levantó su mano y una pequeña bola de fuego se formó en su palma, mostrando así el desconcertante paraje en donde de alguna forma había terminado.

Abriendo sus ojos de par en par, Apolo se percató de que se encontraba en uno de los pasillos de su mansión. Si bien el noble no podía reconocer exactamente en qué sitio de la mansión estaba, lo cierto es que sí reconocía los viejos tablones de madera que formaban el amplio pasillo donde se encontraba.

Pese a este impactante descubrimiento, de inmediato Apolo logró encontrar un error: Se dio cuenta de que en todo el pasillo no había una sola ventana y tampoco pudo ver ningún cristal que sirviera para iluminar. Por lo que Apolo únicamente podía depender de su propia llama para iluminar el camino; lo cual era algo que el noble no recordaba que ocurriera en su mansión, ya que según su memoria todos los cristales para iluminar seguían andando, pese a ello la cantidad de pasillos en su mansión eran suficientes como para que el joven pudiera olvidarse comprobar algunos cristales, por lo que este podía seguir siendo su hogar.

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Tras descubrir que estaba en su mansión, lo segundo de lo que se percató Apolo es que había dejado de ser un niño y había vuelto a su cuerpo original, puesto que el techo del pasillo no estaba tan lejos de su cabeza. Otro detalle que llamó la atención de Apolo es que no estaba vistiendo su característica toga negra, sino que en su lugar estaba vistiendo una túnica negra, muy similar a la que usaban todos los magos de esta época.

Esta túnica le recordó a Apolo que esta ya no era su casa y que había muerto, puesto que nunca había comprado una prenda de este estilo, pero pese a recordar su trágica realidad, el joven seguía sin entender por qué es que había vuelto a su mansión.

En busca de respuestas, Apolo caminó por los pasillos tratando de encontrar alguien que le pudiera indicar que es lo que estaba pasándole. No obstante, el joven no tuvo que caminar mucho para descubrir que este pasillo estaba particularmente vacío, y que su único compañero era el viento proviniendo tanto de la parte trasera del pasillo como la de adelante. Si bien sentir el viento proviniendo de dos direcciones diferentes era algo extraño para el noble, por desgracia el pasillo estaba demasiado oscuro, por lo que Apolo no llegaba a ver el fondo de ninguno de los dos extremos como para satisfacer su curiosidad.

Tras caminar por unos cuantos minutos más por el pasillo, el joven noble finalmente logró descubrir el segundo gran error de este lugar, al detectar que no parecía haber una sola puerta en este pasillo. Lo cual también era algo bastante desesperante de descubrir, dado que la falta de puertas también indicaba la falta de cambios y sin cambios este pasillo se mantendría en la soledad absoluta hasta la eternidad. Lo cual implicaba a su vez que Apolo nunca lograría comprender cómo es que terminó en este sitio, ya que pensando por su cuenta el joven únicamente terminaría enredándose en sus pensamientos.

Luchando por no desesperarse por la falta de respuestas, el joven noble se paseó por el pasillo sin fin, hasta que el mismísimo paso del tiempo lo dotó con la calma de un hombre que se veía a sí mismo como un muerto.

Al perder la cuenta de sus propios pasos, Apolo finalmente recordó que el tiempo ya poco le importaba: Había muerto. Aceptando ese hecho, el noble comenzó a pensar en el asunto que le estaba impidiendo continuar con el nuevo camino que estaba comenzando a recorrer en esta etapa de su existencia: Revelar el misterio por el cual terminó en este pasillo infinito, reflexionando en todos los sucesos que pudo recordar desde que se convirtió en un ancestro: La aparente muerte de Tea, el escondite de Helena y ahora este pasillo infinito. Todos esos sucesos debían significar algo que los antiguos ancestros trataban de enseñarle, pero Apolo no lograba revelar la verdad oculta de este «viaje» espiritual.

Mientras meditaba y caminaba sintiendo la brisa chocando contra su túnica negra, Apolo finalmente pudo ver algo que lo sacó del trance: A unos cuantos metros se encontraba la salida de este lugar, o tal vez la entrada hacia la verdadera enseñanza, el punto es que tras unos pocos metros se hallaba la primera puerta que Apolo había visto en este pasillo.

La puerta en cuestión era de madera podrida llena de musgo azulado, la misma estaba bastante corrompida por el paso del tiempo y parecería que se derrumbaría con solo tocarla. Sin embargo, la realidad es que cuando el joven se acercó lo suficiente como para poner su mano en el pomo de bronce oxidado en la puerta, lo pudo girar con normalidad: Destrabando de tal forma la cerradura de la puerta y revelando los secretos que se escondían detrás de la misma.