En las lejanías de la trágica historia que se estaba desarrollando en la mansión, se encontraba un gran bosque repleto de árboles de corteza negra y hojas rojas, escondida en las profundidades de dicho bosque se hallaba una inmensa fortaleza de piedra. En el interior de este antiguo castillo podían verse innumerables personas buscando de un lugar a otro con apuro, como si un evento muy importante estuviera a punto de desarrollarse y el gran protagonista de dicho evento no pudiera verse por ningún lado.
El extraño evento seguía desarrollándose y por más que el tiempo transcurriese, las personas dentro del castillo seguían moviéndose apuradamente hacia lo desconocido; casi como si todas las personas en el castillo estuvieran buscando desesperadamente a un individuo en particular y sin embargo, todos parecían estar fallando en su búsqueda haciendo que la búsqueda se volviera cada vez más intensa y meticulosa, hasta el punto que algunas personas comenzaron a desesperarse lo suficiente como para perder el sentido común. Dichos seres enloquecidos buscaban en el interior de las ollas de metal, en el interior de los excusados, en el relleno de las camas, en el interior de las frazadas y hasta en los bolsillos de las remeras, parecería que su desesperación les había borrado cualquier rastro de pensamiento inteligente y los había conducido a la locura misma.
No obstante, por paradójico que pareciera la persona que tanto buscaban en realidad no se estaba escondiendo, y en su lugar se encontraba agitando una espada diligentemente en el medio de una habitación del interior del castillo cuyo piso extrañamente había sido reemplazado con arena. La persona en cuestión era un niño de pelo negro, ojos negros, y no más de 10 años, el cual se encontraba vistiendo una escueta bata gris bastante sudada y llena de parches. Con esta descripción cualquier persona supondría que el niño era un mendigo, pero lo cierto era que el niño portaba un atractivo anillo de oro de apariencia sumamente costosa.
Por otra parte, solo había otra persona en la habitación además del niño, el cual se encontraba dándole instrucciones al niño acerca de cómo mover la espada. Dicho instructor tenía el pelo rubio y la cara llena de granos como cualquier adolescente, aunque solo podía verse la mitad de la misma, ya que un hermoso antifaz de plata cubría la mitad superior de su rostro. Por más que su rostro lleno de granos fuera poco envidiable, el cuerpo del adolescente era similar al de un gladiador romano y le causaría envidia a cualquier adulto que no se haya dignado a hacer ejercicio en su vida.
—Derecha, derecha, abajo, arriba, izquierda...—Indicaba el adolescente mientras movía la espada en su mano en la dirección indicaba y forzaba a que el niño practicando detuviera el golpe. No obstante el último golpe fue engaño y desde la derecha rozó el cuerpo del niño cortándolo ligeramente
—*Auch*, ¡Eso es hacer trampa, Hermes!—Gritó el niño con enojo, dejando de defenderse para tratar de embocarle un espadazo al adolescente. Pero por más espadazos que lanzara el niño, el adolescente con la destreza de un soldado de mil batallas esquivaba todos los golpes sin siquiera bloquearlos con la espada.
—La guerra no es justa, lo único justo es la muerte y la obtiene el guerrero que se deje engañar primero, Apolo—Contestó Hermes mientras seguía esquivando los golpes con una facilidad inaudita, parecería que el niño jamás podría lograr golpearlo por más que lo intentara toda su vida.
—¿Y el honor?, ¡¿dónde mierda te metiste tu honor, tramposo?!—Gritó enojado Apolo mientras seguía intentando golpear a su hermano mayor.
—El honor me lo darán mis hijos y mis nietos, no los idiotas que cayeron por mi espada—Contestó Hermes mientras esquivaba aburridamente los golpes de su hermano menor, los cuales realmente no eran para nada toscos y de hecho la habilidad del niño era mucho mejor a la de un guerrero normal; sin embargo, frente a al adolescente parecía que Apolo no había manejado una espada en su vida.
—¡Ya deja de esquivar de una maldita vez!—Gritó Apolo con impotencia revoleándole la espada a su hermano mayor, provocando que finalmente Hermes tuviera que levantar la espada para bloquear uno de sus ataques.
—Ves, Apolito, el mejor movimiento que hiciste fue hacer trampa y lanzarme la espada, todos tus otros movimientos eran más que predecibles…—Respondió Hermes con una sonrisa irónica, poniendo aún más enojado a su hermano menor.
The author's narrative has been misappropriated; report any instances of this story on Amazon.
—¡No me digas Apolito, ya no soy un niño!—Gritó el niño, tomando un poco de la arena en el suelo para tirársela a Hermes.
—¡Para, mocoso, odio que me llenes la bata de arena!—Exclamó Hermes con enojo retrocediendo unos pasos, pero al parecer su molestia solo causó que el niño sonriera pícaramente, empezara a llenarse las manos de arena y lo persiguiera.
—¡Toma, por tramposo!—Gritó Apolo con una sonrisa vengativa, mientras intentaba tirarle arena a su hermano, pero el adolescente retrocedía hábilmente evitando ser ensuciado.
—¡Te dije que pararas!—Exclamó Hermes mientras escapaba.
—¡No pienso parar hasta que te disculpes por haber hecho trampa!—Chilló Apolo mientras buscaba más arena y procedía a tirársela a su hermano, pero esta vez su hermano no la evitó y en su lugar la recibió de lleno poniendo contento al niño.
Sin embargo, esa felicidad no le duró mucho, ya que Apolo notó como su hermano miraba con preocupación a uno de los criados que acababa de entrar por la puerta de la habitación donde estaban entrenando.
—¿Pasó algo?—Preguntó Apolo, para nada acostumbrado al ver el rostro de su hermano mayor tan serio.
—Sí, mi señor, lo estuvimos buscando por todos lados. Hoy es el gran banquete, ¡¿qué haces entrenando a estas horas?!—Dijo el criado adelantándose para tratar de tomar a Apolo del brazo para llevárselo al banquete.
Pero Hermes se adelantó y se puso entre el criado y su hermano menor preguntando:
—¿Por qué no estoy enterado de la existencia de este banquete?
Apolo miró con aturdimiento como su hermano tomaba su espada, aunque el criado lo desconocía completamente, para alguien con su entrenamiento era evidente que su hermano se había posicionado para embocarle un espadazo al criado si la situación se torcía. Dejando al niño completamente paralizado sin terminar de comprender por qué su hermano tenía miedo de este criado.
—¿Acaso no lo recuerda, mi señor?, ¡hoy es el cumpleaños de su padre!—Dijo el criado adelantándose para tomar a Apolo, pero Hermes de un empujón devolvió al criado a su posición original.
Al ser alejado del niño de un manotazo, el criado se enojó y mientras volvía a tratar de agarrar a Apolo, gritó de forma enérgica:
—¿Acaso estás tan demente como para tratar de interponerte en una orden dada por el rey del castillo?: toda la familia debe estar en el banquete, y si no me dejas llevar al niño a la fiesta de su padre, te cortarán la…
*Slash* la cabeza del criado salió volando dejando completamente aturdido al niño.
—¿Pero por qué lo mataste?, el abuelo te va a arrancar la piel de la espalda a latigazos, manga de idiota—Exclamó Apolo mirando aturdidamente como la cabeza del criado salía volando y el cuerpo decapitado caía sin vida para teñir de rojo los granos dorados en el suelo.
—No te diste cuenta de lo irracional que estaba siendo ese criado...—Dijo Hermes con calma mirando a Apolo con seriedad, mientras se limpiaba la espada con su bata. Tras limpiarse la espada el adolescente se agachó y se puso a la altura de su aturdido hermano menor para verlo directamente a los ojos—Yo soy tu hermano y el criado solo te andaba buscando a vos, ¿no te das cuenta de que no pudo reconocerme?.
—No, no te reconoció...—Murmuró Apolo con aún más aturdimiento mirando fijamente a los ojos de su hermano escondidos entre la máscara de plata manchada con la sangre del criado; dándose cuenta de que ese no podía haber sido un criado del castillo: ¿Qué sentido tenía buscarlo únicamente a él para ir a la fiesta de su padre?, lógicamente el criado también debía buscar a su hermano mayor para llevarlos juntos a la fiesta de su padre.
—Exacto: algo le pasó a este criado y perdió la cabeza, me temo que alguien está detrás de todo esto—Dijo Hermes con una inusual calma pese al mensaje amargo que estaba transmitiendo, de hecho su voz se había distorsionado completamente y sonó como la de un anciano por unos segundos, pero por suerte Apolo no pareció darse cuenta de ello.
—¡¿Quién se animaría a hacer eso?!, estamos en el castillo de la familia, en el medio del bosque negro: nadie se atrevería a entrar en nuestras tierras…—Chilló Apolo mientras unas lágrimas salían de su rostro del miedo que tenía, sin poder dejar de ver la viscosa sangre que se deslizaba por el antifaz en el rostro de su hermano.
—No cambiarás nada con tus llantos y aún no sabemos si este lugar es seguro: ¡Así que deja de llorar y ponte serio!—Gritó Hermes con violencia, mojando con su saliva el rostro del niño, haciendo que reaccionara.
—Pero...—Trató de refutar Apolo mientras se limpiaba las lágrimas que manchaban su infantil rostro.
*Plaf*... interrumpió Hermes de una cachetada que le dio vuelta la cara al pobre niño. Sin esperar a que Apolo terminara de reaccionar al golpe, Hermes lo tomó de los cachetes para poner sus ojos delante de los suyos y gritó con violencia:
—¡Estamos bajo ataque, Apolo!, ¡no tenemos tiempo para estas idioteces!, ¡hay que ir a la fiesta y salvar al resto de nuestros hermanos!.