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E139-Locura

Tea siguió corriendo entre los árboles en llamas hasta que finalmente pasó la zona prendiéndose fuego. Para la tranquilidad de Apolo, el pelirrojo se detuvo para recuperarse de las heridas absorbiendo a uno de los árboles del bosque y muy inteligentemente se había cubierto con sus propias llamas para evitar ser quemado vivo.

Cuando el joven terminó de curarse, siguió corriendo hasta que finalmente pudo distinguir la espalda de su tío, lo cual teniendo en cuenta que el gigante era tan alto como un árbol resultó ser una tarea no demasiado compleja. Cuando Tea sé acercó lo suficiente, provocó que el gigante se percatara de su presencia y gritara nerviosamente:

—¡Espera, Tea, me estoy cambiando!

—...—Tea escuchó la orden con incredulidad, su tío se había pasado casi cuarenta minutos completamente desnudo delante de él sin pudor alguno y ahora le daba vergüenza que lo viera cambiarse: ¡Claramente el gigante estaba ocultando algo!.

Con curiosidad, el joven no escuchó el pedido y continuó acercándose para ver con asombro la escena delante de él.

—Ja, ja, ja, ¡normal que el hacha se enojara!—Río Tea como un desgraciado mientras caía al suelo y rodaba por el piso.

—¡No te rías, desgraciado!, ya te pasarán cosas peores estando borracho cuando crezcas, así que no juzgues a tu buen tío—Gritó Cristóbal mirando con rubor en el rostro la escena delante de él: En medio de un claro en el bosque se encontraba el cadáver de una mujer desnuda, la mujer parecía que no había muerto hace mucho por lo que estaba en buenas condiciones. Pese a ello toda la belleza de la mujer quedaba arruinada, dado que el mango de un hacha inmensa le estaba empalando el culo a la mujer hasta salírsele por la boca.

La escena como tal era completamente bizarra, no obstante Apolo estaba más preocupado mirando el hacha que estaba empalando a la mujer que a la pobre víctima de este brutal crimen. Incrédulo con lo que estaba viendo, Apolo finalmente entendió cuál era su deber como ancestro, el cual era embocarle un rayo a este mal parido de seis metros.

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Puesto que el joven noble reconocía esta hacha y era una de las grandes armas ancestrales de su familia que perteneció a un gran campeón en el pasado. Pese a ello, Apolo no conocía exactamente la historia de este campeón, pero su arma en particular era conocida por todos en el castillo, no por ser la más grande, no por ser la más bella, ni por ser la más compleja, sino porque estaba maldita: ¡Nadie podía usar esta hacha!

El hacha como tal era completamente ordinaria salvo por su particular tamaño, tenía un mango de madera marrón y un filo más similar al de las hachas empleadas por los leñadores que la de los soldados. No obstante había otra característica ligeramente importante la cual era la que servía para distinguir esta hacha de cualquier otra hacha gigante y es que su filo estaba completamente desgastado y destruido, por lo que en principio nadie debería querer utilizarla como arma.

Según la leyenda, el campeón que la portó nunca cambió de arma en su vida desde que nació, el campeón forjó su cuerpo de guerrero cortando troncos con esa hacha y cuando creció la llevó al campo de batalla para forjar su leyenda cortando las cabezas de sus enemigos. A medida que pasaron los años, el cuerpo del gigante siguió creciendo: ¡Y extrañamente su hacha también crecía con él!. Al parecer el hacha había quedado maldecida de la cantidad de cabezas que fueron cortadas con ella, puesto que el campeón en cuestión tenía la fama de no tener piedad alguna y enemigo que derrotaba, enemigo que decapitaba. La maldición del hacha imponía que el que la portara fuera consumido por la misma hasta quedar completamente loco y cortarse la cabeza con ella, por eso nadie quería utilizarla y había quedado como una gran decoración en el cementerio de la familia. Apolo recordó que su abuelo la colocó en el gran salón del castillo justamente para enseñarle a él y a los otros niños de la familia que había que tener cuidado con los objetos malditos o podrías terminar perdiendo la cabeza.

—¿Te da vergüenza tomarla?—Preguntó Tea con la cara roja de la risa mirando como su tío se quedaba mirando la comprometedora escena en silencio.

—Mi hacha está muy enojada, estamos discutiendo...—Murmuró Cristóbal tratando de ignorar la mirada de su sobrino y concentrarse en el hacha.

—Claro, claro, dile de paso que el bosque se está quemando y no tiene mucho tiempo que perder a no ser que quiera quedar carbonizada...—Dijo Tea haciendo señales con sus manos como si su tío estuviera loco. Aunque realmente por suerte el incendio estaba bastante lejos y no había peligro por esta zona; sin embargo, el pelirrojo no quería quedarse demasiado tiempo cerca del cadáver empalado.

Notando que tampoco podía escuchar al hacha hablar, Apolo salió del cuerpo de Tea y se metió en el gigante, tratando de costillar entre la conversación del hacha y el gigante.