Los dos niños fueron guiados por el director hasta una sala en donde se cambiaron la ropa para poder camuflarse como magos. Por suerte parecería que el ministerio guardaba la ropa que se les había extraviado a otros magos dentro de una de las habitaciones del castillo, y al parecer había bastante ropa por lo que era probable que se haya ido acumulando con los años, ya que nadie pasaba a reclamar estas prendas de ropa y el ministerio no parecía dispuesto a tirarlas. Las prendas de este lugar eran muy viejas y algunas estaban llenas de polvo al punto que no podían distinguirse, pero eso no les importó a los dos niños comprometidos con lograr encontrar la verdad tras la traición de Helena.
Luego de cambiarse, los dos hermanos caminaron hacia la salida del castillo, vestidos con un par de túnicas negras bastante viejas y llenas de agujeros de algunos insectos que habían encontrado en estas prendas un manjar. Como otra medida de seguridad adicional, los niños decidieron esconder sus rostros con unos velos blancos que aparentemente habían sido improvisados con sus batas, logrando así camuflar la mayor parte de su cuerpo, evitando que Helena pudiera distinguirlos cuando espiaran su presentación ante el concilio.
Al salir del castillo los niños fueron acompañados por el ministro de magia hasta la gran torre en medio del ministerio. En la puerta de la torre se hallaban cuatro guardias musculosos y apuestos, exhibiendo sus elegantes y brillantes armaduras de plata mientras custodiaban la entrada de la torre con una mirada llena de orgullo. Al ver venir al ministro los guardias no hicieron preguntas y lo dejaron entrar junto a los dos mini-magos.
Tras entrar a la torre, Apolo observó con asombro que el primer piso de la gigantesca torre no tenía ninguna pared en el medio de la estructura y parecía un gigantesco almacén lleno de cajas y frascos con objetos misteriosos muy coloridos. No obstante al parecer esta no era la habitación que buscaban, por lo que el ministro se acercó a una de las únicas dos puertas que había en la habitación además de la entrada, tras abrirla reveló un pasillo con una gran escalera de caracol formada con peldaños de piedra. La escalera de caracol servía para subir a los pisos superiores, por lo que Apolo supuso que la otra puerta en el «almacén» lo llevaría a la continuación de la escalera de caracol, permitiendo ir a un piso inferior no visible desde el exterior.
El ministro y los dos niños subieron las escaleras hasta encontrarse con una puerta al final de la subida. Manteniendo su frío silencio, el ministro abrió la puerta mostrando un pasillo con otras dos puertas, además de la que acababa de ser abierta. Ignorando la gran puerta en el medio del pasillo que parecía esconder la habitación perteneciente al segundo nivel de la torre, el ministro pasó por el pasillo hasta abrir la última puerta revelando la continuación de la escalera de caracol. Apolo entendió de inmediato que al parecer la torre tenía un diseño bastante simple, pero funcional: La torre estaba rodeada por una gigantesca escalera de caracol pegada a las paredes y en el medio se hallaba siempre la habitación principal de dicho nivel. Por lo cual no había complejos pasillos intermedios o habitaciones escondidas e inutilizables como solía ocurrir en los castillos que rodeaban la torre, en donde las escaleras habían sido colocadas con cierta aleatoriedad. Mostrando que los castillos fueron expandiéndose improvisadamente con el paso del tiempo en función de la necesidad del ministerio de la época y no tenían la planificación que tenía esta torre.
A medida que fue subiendo los peldaños, Apolo vio como el ministro de magia era saludado innumerable cantidad de veces cada vez que se cruzaba con algún desconocido pasando por las escaleras, pese a ello el ministro se mantenía inexpresivo e ignoraba los saludos; sin embargo, el gato negro en su hombro agitaba la patita frente a cada saludo conformando al mago que emitía el saludo.
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Finalmente, el mago dejó de subir más pisos y abrió la puerta del medio del pasillo. Por la cantidad de pisos subidos, Apolo supuso que debían estar en uno de los últimos pisos de la torre, además el niño podía ver todo el ministerio de magia desde las ventanas en las paredes de la torre. Por lo que en estos momentos los niños estaban realmente a una altura considerable. Lo cual era algo bastante difícil de lograr en el imperio y de hecho Apolo sentía que esta era la primera vez que subía a un edificio tan alto en su vida, por lo que miraba con bastante curiosidad lo pequeñas que se veían las personas que caminaban por el ministerio.
Con la puerta abierta, Apolo se llevó la desagradable sorpresa de que aún faltaban más pasillos por recorrer, ya que lo único que podía verse del otro lado de la puerta del medio era un pasillo lleno de puertas. Lo más destacable de este pasillo era que todo dentro del mismo parecía ser sumamente caro y había particular atención al detalle estético: Las paredes del pasillo estaban forradas con una alfombra roja de aspecto sumamente costoso y en el techo había unas lámparas de plata que iluminaban cálidamente toda la habitación. Por otra parte, cada pocos pasos uno podía ver algún mueble lleno de oro, esculturas complejas dispersas por los pasillos y cuadros que llenarían los ojos de cualquier individuo. Ciertamente, el ministerio de magia se había encargado de que este pasillo sorprendiera a cualquier nuevo visitante, hasta habían colocado una lujosa alfombra azulada que se extendía desde el comienzo hasta el final del mismo.
Inexpresivo como siempre, el ministro caminó por el pasillo hasta llegar a una de las puertas del lugar, la cual tras ser abierta reveló que escondía una escalera de caracol que asustó a los dos niños; ya horrorizados de tener que subir tantos escalones. No obstante, esta vez no tuvo que pasar ni más de un minuto para que los ya cansados niños llegaran al final de la escalera, en donde los muchachitos pudieron observar una única puerta bastante llamativa. La puerta era de madera amarillenta y todo parecería normal hasta que uno notaba el gigantesco ojo cerrado en el medio de la puerta, el cual parecía bastante real, lo suficiente como para preguntarse si el ojo podía abrir sus párpados.
Sin entender por qué alguien colocaría semejante pelota en el medio de la puerta arruinando toda la belleza de la misma, los dos niños acompañaron al ministro hasta la puerta.
*Tock, tock* El ministro alzó la mano y tocó la puerta como si esperara que alguien le contestara del otro lado. Pero en lugar de recibir una respuesta, los párpados del ojo en el medio de la puerta se abrieron de repente mostrando un gigantesco ojo de color rojo, el cual miró con enojo al ministro y a los dos mini-magos que lo acompañaban.
Tras mirar a los intrusos, el ojo se abrió por la mitad mostrando una larga hilera de afilados dientes y una lengua que no paraba de manchar con saliva el suelo, mientras decía con una voz formada por varias voces que parecían pertenecer a diferentes personas:
—¡La prueba ya comenzó y no se aceptan fisgones!
—¡Pero soy el ministro de magia y estos niños quieren ir a ver que ocurre adentro!—Respondió el gato arriba del ministro con enojo mostrando sus garras afiladas.
—¿Quién?, Ah, sí ya recuerdo, ¿acaso eres el fantasma ese que se encarga de los trámites?—Respondió el ojo de mala gana, mientras escupía un montón de saliva a la cara del ministro, provocando que la mitad del rostro inexpresivo del hombre se empapara del líquido transparente y espeso—¡Regresa cuando seas alguien!
—Pero mira lo lindo que son estos mini-magitos, cómo vas a negarles una petición—Respondió el gato, mientras el ministro se limpiaba la saliva con su toga.
Homero notando que la situación no estaba resultando como lo había planeado, se acercó a la puerta y la tomó, mientras se sacaba el velo de la cara y miraba suplicantemente a la puerta con ojos de cachorrito triste.
—Oh, pero qué criaturirtas más inocentes: ¡Claro que pueden entrar a fisgonear a estos viejos moribundos!—Dijo el ojo mirando a los dos niños con ternura, acto seguido volvió a unirse por la mitad y cerró sus párpados.
Sin esperar, Homero procedió a abrir la puerta mostrando que del otro lado se encontraba una habitación muy bien decorada, con un par de sillones y una mesa llena de bebidas. Todo parecía indicar que la habitación en realidad era un palco, dado que desde los sillones de la misma se podía ver una mujer y una niña paradas arriba de un escenario en la distancia.