Como la gran mayoría de edificios de este pueblo, el silo estaba hecho con la madera recolectada en el bosque vecino, por lo que no tardó demasiado tiempo para que el fuego comenzara a consumir notoriamente la estructura.
—¡Destraben las puertas!—Gritaron desde el interior del silo algunas personas que estaban lo suficientemente despiertas como para notar la anormalidad de la situación, pese a ello los dos colosos no se movieron e ignoraron el grito.
*Boom, boom* Fuertes ruidos comenzaron a escucharse desde las puertas del silo transformadas en piedra, no obstante las mismas no se abrieron.
—¿No crees que algunos de estos campesinos lograrán salir?—Preguntó Tea mirando con preocupación cómo las puertas de piedra temblaban acompañando el ruido de las fuertes explosiones.
—Claro que algunos afortunados lograrán escapar del silo: Trata de estar atento como para matarlos antes de que salgan huyendo por las calles—Respondió Cristóbal viendo cómo las llamas en el techo del silo no hacían más que crecer, provocando una mueca de amargura en el rostro de Tea.
*Boom, boom, boom* Los ruidos en las paredes de la estructura se hicieron cada vez más atronadores, a medida que la gente se percataba de cómo el humo comenzaba a invadir el interior del silo.
—¡Abran las puertas por favor!—Gritaron desde el interior del silo, al notar que por mucho que intentaban abrirlas, las puertas no cedían.
Pero pese a escuchar la súplica los dos colosos se mantuvieron en silencio, provocando la desesperación de las personas en el interior. El fuego siguió creciendo hasta que una parte del techo del silo terminó cediendo, cayendo a su interior, no obstante la estructura era demasiado grande por lo que aun sus paredes estaban en pie. Acompañado de la caída del techo, los ruidos de desesperación y pánico invadieron los alrededores del silo, provocando que una sonrisa alegre se formara en el rostro de Cristóbal.
Mientras tanto, Apolo miraba con cierta consternación todo lo que estaba ocurriendo desde el interior del gigante, lo cierto es que en estos momentos el difunto sentía que haber sido «expulsado» del camino del soldado no parecía tan malo: La vida como mago en la capital era increíblemente más glamurosa y tranquila que esta porquería.
Pese a que Apolo no sentía precisamente pena por la gente en el interior de esta gigantesca trampa, el ancestro aún sentía que tener que estar engañando a un montón de campesinos para dirigirlos hacia su propia muerte era algo sumamente molesto de hacer. Ya el difunto tuvo que lidiar con el problema de engañar a sus pobres criados durante años, por lo que Apolo ni quería imaginar lo incómodo que era para sus descendientes tener que guiar a los cientos de soldados bajo su mando a masacrar gente que no tenía relación alguna con esta guerra. Sin embargo, Apolo no culpaba o juzgaba a sus descendientes por esta decisión: Al fin y al cabo era la guerra y en la misma valía todo, lo importante era terminar ganando y no siendo destruido, luego serían los historiadores los que se encargarían de borrar estos pequeños detalles que arruinaban la gloriosa historia de soldados y campeones.
Si bien la falta de condena moral del difunto era lo suficientemente remarcable como para debatir la cuestión en profundidad, la realidad es que la gran preocupación de Apolo en estos momentos era descubrir por qué Tea era tan idiota como para no darse cuenta de que Cristóbal estaba siendo corrompido por el hacha maldita: La historia del hacha era conocida por todos los miembros de su familia cuando Apolo estaba vivo, pero Tea parecía ignorarla. Y por desgracia Apolo sentía que el joven pelirrojo jamás debería haber aceptado este plan si hubiera estado al tanto de que Cristóbal no estaba en sus cabales. No obstante el difunto no había encontrado la forma de comunicarse con su descendiente para advertirle acerca de este vital error que estaba cometiendo.
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A medida que los gritos agónicos se hacían más fuerte en el ambiente, Tea observó cómo un par de personas comenzaron a salir por las ventanas del silo. Las ventanas de la estructura estaban muy altas, prácticamente pegadas al techo y servían para sacar los gases del interior del silo, por lo que no era fácil acceder a ellas, mucho menos cuando el techo se encontraba en llamas y el interior del silo ya estaba lleno de humo.
Lo más probable es que estas personas en su desesperación treparon por las paredes de la estructura hasta llegar afortunadamente a estas ventanas. Al concentrarse en observar las ventanas en medio de las llamas, Tea pudo distinguir cómo este par de personas en cuestión se trataba de un padre y lo que debería ser su hija. Ambos parecían tener una extraña habilidad que le permitía pegarse a las paredes, por lo que con rapidez lograron salir por la ventana y comenzaron a descender por las paredes del silo, tratando de escapar de las llamas en el techo.
—¡Mira, finalmente alguien logró escapar!—Exclamó Cristóbal con una sonrisa, pero la misma se fue apagando cuando notó que el padre fue lo suficientemente listo para ver su cruel mirada y decidió no bajar justo donde estaba la puerta, y en su lugar prefirió tratar de guiar a su hija a la parte trasera del silo buscando esquivar a los soldados.
Al notar que si no hacía nada estas dos personas terminarían huyendo, el gigante tomó su hacha por el mango y con una precisión que asustaría a cualquiera, la revoleó en la dirección en donde el padre y la niña huían. El hacha voló por los aires dando vueltas, y antes de que pudieran reaccionar la cabeza del hombre fue cortada por el filo del hacha, provocando que su cuerpo cayera sin vida al suelo a unos pocos metros donde se encontraba Tea.
—¡Papá!—Rugió la niña tratando de atrapar el cadáver de su padre, no obstante el mismo estaba demasiado lejos y solo pudo mirarlo caer.
—¡Mata a la niña, Tea!—Ordenó Cristóbal mientras miraba el hacha llena de sangre pegada contra las paredes del silo. Apoyando sus manos sobre las paredes, Cristóbal logró que un charco de barro empezara a formarse sobre los tablones donde estaba incrustada el hacha, haciendo que la misma cayera de regreso a sus manos.
Mientras esto ocurría, Tea apuntó con la palma de su mano a la niña, pero no pudo lanzar la bola de fuego y en su lugar miró como la niña escapaba.
—¿Te pasa algo, chico?—Cuestionó Cristóbal, viendo como su sobrino estaba dejando escapar a la niña.
—No… No pasa nada… Solo estoy algo cansado, es muy de noche…—Dijo Tea mirando la mirada impaciente de su tío, inmediatamente el joven disparó una bola de fuego de medio metro hacia la niña, haciendo que el cuerpo de la inocente criatura se partiera a la mitad junto a los tablones a su alrededor.
—Unas pocas horas más y todo termina, pero recuerda que el asedio será cien veces peor que esto. Espero que vayas mentalizándote para luchar contra campesinos famélicos y llenos de peste—Respondió Cristóbal mientras se dirigía a la parte trasera del silo—Yo vigilo la parte de atrás, tú la de adelante, recuerda que estás en una misión de verdad, chico. Si te confías de más y te alejas del plan podrías terminar muerto incluso luchando contra un niño.
—Ya sé, ve tranquilo, yo cumpliré con mis obligaciones...—Dijo Tea mirando como la mitad del cuerpo de la niña se estrellaba contra el suelo a unos pocos metros de él, manchando su rostro con sangre.
—Suerte, no dejes que estas ratas se escapen...—Respondió Cristóbal marchando con apuro hacia la parte trasera, temiendo que la gente haya encontrado alguna forma de escaparse.
Mientras esto ocurría, Apolo salió del cuerpo del gigante y entró en el de Tea, temiendo que su descendiente cometiera el error de ser demasiado piadoso con alguien con habilidades extrañas y terminara muriendo por su falta de decisión.
Al entrar en el cuerpo de Tea, Apolo no pudo escuchar lo que pensaba, de hecho solo había podido hacerlo cuando Cristóbal habló con su hacha, por lo que supuso que activamente el gigante «habló» telepáticamente con el hacha y no era que pudiera leer los pensamientos de los demás con sus nuevos poderes como ancestro. No obstante, la cara demacrada de Tea y el hecho de que no podía apartar la mirada del cadáver de la niña, hacían comprender a Apolo de que su descendiente no lo estaba pasando precisamente bien en estos momentos. Pese a ello, el joven noble no sabía cómo consolar a su descendiente, ya que por más que intentara no podía interactuar con nadie en este mundo, por lo que el difunto estaba «obligado» a solo poder observar la situación sin poder ayudar a Tea.