*Tock, tock, tock*
—Ocupado—Gritaron Apolo y el hombre gordo al unísono mientras miraban hacia la única puerta en la habitación.
Haciendo caso omiso a la orden, la puerta se abrió y un niño pelirrojo entró en la sala. La habitación donde acababa de entrar el niño era ni más ni menos que uno de los baños del castillo: el mismo era para uso personal, sin embargo, fácilmente entraban cinco personas en la habitación por lo que era desproporcionadamente grande para su uso individual. El baño como tal era muy lujoso y contaba con un espejo, algunas estatuas, cuadros decorativos y el mueble principal era un excusado de mármol muy bien decorado. Pero lo más importante de este baño y el motivo por el cual el grupo lo había elegido de lugar «privado» es que se encontraba en el último piso del castillo por lo cual era muy poco transcurrido.
—¡¿Hay trato?!—Preguntaron Apolo y el gordo al unísono como si sus vidas dependieran de ello.
—Sí, pero cuando estaba viniendo para acá observe cómo los guardias se dirigían al primer piso del castillo—Respondió Yovel nervioso, por cómo se dio la conversación parecería que todo andaría bien; sin embargo, no estaba para nada seguro.
—¡Sé claro, mocoso!, ¿Hay trato o no?—Preguntó gritando el gordo tomando de los hombros al niño y agitándolo.
—Sí, sí, Dorien aceptó—Respondió Yovel rápidamente tratándose de librarse del agarre del gordo desesperado—Deben haber ido a buscar a los que no tuvieron suerte.
—Espero que así sea…—Exclamó el gordo limpiándose el sudor en su frente con las mangas de su camisa.
—Yo también espero eso…—Respondió Apolo mirando por la única ventana del baño—Vengan a ver esto…
El gordo y el niño se acercaron a la ventana con curiosidad, la misma estaba un poco alta por lo cual Yovel tuvo que ponerse de puntillas de pie para lograr ver que es lo que estaba ocurriendo.
Desde la ventana del castillo podía verse que en el patio había más de cincuenta guardias con armadura de plata escoltando a una fila de casi cien personas, por los rostros y apariencias el grupo pudo distinguir que se trataban de los aspirantes a mago con los cuales habían realizado el examen hace no mucho. El grupo no entendía por qué pusieron a todos los aspirantes en una fila, hasta que finalmente el primero de la fila comenzó a ser empujado por dos guardias hacia un árbol de madera amarillenta bastante grande y de hojas celestes, entre sus hojas se observaban unos frutos similares a pelotas violetas que lucían realmente apetitosos. No obstante la belleza del árbol estaba opacada debido a la irregularidad en su corteza, la cual aparentaba que el árbol estaba lleno de tumores y lucía algo enfermo, ya que toda la superficie del árbol estaba llena de pelotas que crecían debajo de la corteza.
Finalmente, los dos guardias terminaron de acercarse lo suficiente al árbol como para que el aspirante a mago tocara la corteza, fue entonces que uno de los guardias sacó de una bolsa de cuero uno de los frutos del árbol. El otro guardia mientras tanto había puesto de rodillas al aspirante y usando sus dos manos forzó a que el aspirante mantuviera la boca abierta. Inmediatamente, el otro guardia empujó el fruto del árbol hacia la boca del aspirante, obligándolo a que lo mordiera.
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Una vez que los guardias verificaron que el aspirante había mordido el fruto, soltaron al hombre y volvieron a buscar a otro en la fila, como si no les preocupase que saliera corriendo. Por su parte el aspirante siguió comiendo el fruto violeta con obsesión como si fuera lo más delicioso que había probado en su vida, tras terminarlo miró con locura los otros frutos en la cima del árbol y utilizando los tumores en la corteza del árbol como agarre el aspirante trató de ir subiendo a buscar más frutos.
Pero justo cuando se encontraba en la mitad del trayecto, el aspirante dejó de moverse y se quedó congelado abrazando el árbol, como si se hubiera quedado pegado y efectivamente el aspirante notó con horror como toda la mitad de su cuerpo había sido absorbida por la corteza del árbol.
*¡Ayudaaaaaaaa!*Gritó el aspirante con desesperación, al ver como la mitad de su cuerpo se estaba fusionando con el gigantesco árbol; sin embargo, los guardias ignoraron el grito desesperado y en su lugar se concentraron en que nadie se escapara de la fila.
—Qué barbarie…—Murmuró el gordo mirando esta escena con horror—No entiendo por qué simplemente no les cortan el cuello o los mandan a la horca, ¿Qué necesidad hay de hacerlos sufrir así? Esa persona ni siquiera murió, tiene pinta de que va a estar ahí pegado hasta su muerte.
—Es un árbol del sol, antiguo guardián de la familia de campos plateados…—Murmuró Apolo mirando la escena delante de él, sin sentir una pizca de pena, más interesado en contar la cantidad de aspirantes en la cola y ver cuántos habían sido no seleccionados.
—¿Y eso qué significa?—Preguntó el gordo aun sin entender.
—El lugar de procedencia de la familia del emperador es campos plateados…—Comentó Yovel mirando la escena con aturdimiento. La verdad es que no era muy violenta esta condena, pero si era impactante, ya que prácticamente era una tortura lenta hasta la muerte—Por lo que el ministro de magia está mostrando que el castigo es por ofender al emperador y no por copiarse, es un mero detalle. Pero un detalle importante para no «mancharse».
—Dejen de prestarle atención al idiota gritando, y revisen mi cuenta: ¿Son 74 condenados?—Dijo Apolo con un tono de voz frío y una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
—Uno… Dos… Tres…—Murmuró el gordo con lentitud, ignorando completamente los gritos del condenado y comenzando a llorar cada vez más fuerte a medida que se daba cuenta de que su vida había sido salvada de milagro.
—74… De 89… Lo logramos…—Murmuró el niño mirando sin pestañear a la persona gritando con agonía en la corteza del árbol.
—72 … 73 … 74… Chicos, su papá finalmente es un mago…—Murmuró el gordo llorando estrepitosamente mientras escuchaba las súplicas llenas de desesperación de los condenados en la fila. Este día sin lugar a dudas había sido el más impactante en toda la vida del gordo y si no hubiera sido por la bendición de sus hijos sin lugar a dudas habría terminado estando en esa fila.
—No solo somos magos, sino que acabamos de ganar 1250 cristales—Comentó Apolo con una sonrisa triunfante, mientras dejaba de ver por la ventana y se dirigía a la puerta del baño—Vamos a buscar el boleto al mundo mágico de los afortunados que sobrevivieron: ¡Hay un soborno que pagar!
Yovel por su parte miró la espalda de Apolo como si fuera un lunático, sin poder comprender cómo es que estaba tan tranquilo o aún peor: tal feliz por esta situación. El niño recordaba perfectamente cómo el plan de este idiota afortunado era matar a Hefesto y entregarle la cabeza en un plato al ministro de magia. Fue él el que se encargó de convencerlo de que matar a un archimago era pedir a gritos problemas, y para colmo fue el hombre gordo, que en estos momentos estaba llorando estrepitosamente en el suelo, la gran mente maestra encargada de configurar todo el plan que terminó salvándoles el culo a ellos tres. Y aún más triste es que fue su propia idea la de incrementar el número de nombres intocables, para así obtener parte del soborno.
Literalmente, lo único que había hecho Apolo era notificarle de algo que para ellos dos a esas alturas de las circunstancias era una obviedad y era que el culpable que el examen fuera una bazofia era justamente el que estaba tomando el examen. Y pese a todo ello, ahí se marchaba por la puerta el joven noble que en su propia cabeza se veía a sí mismo como la mente maestra detrás de la gran estafa de estos ajetreados exámenes mágicos.