Apolo abrió los ojos de golpe y miró con aturdimiento la mesa llena de sobras de comida tirada por todos lados. Con una mueca de incomodidad producto de un anormalmente fuerte dolor de cabeza, el joven se levantó de la silla en donde estaba sentado para darse cuenta de que se encontraba completamente desnudo.
—¿Quién fue el demente que se atrevió a desnudarme mientras dormía?…—Murmuró Apolo en voz baja tomándose la cabeza, no recordaba haber tenido resaca nunca en su vida, pero al parecer este día era la gran excepción a la regla.
Mirando para los costados, Apolo descubrió que toda la habitación era un desastre, había comida por el piso, barriles por todos lados, el olor a pis era increíblemente fuerte e incluso el joven podía sentir el olor a excremento de algún malnacido que usó las plantas como baño personal provocando que las pobres e inocentes plantas se marchitaran.
—Qué borrachos inmundos contraté como criados…—Se quejó Apolo sintiendo náuseas debido al olor asqueroso que había en la habitación; realmente el olor era intolerable, incluso para alguien como él que estuvo toqueteando cadáveres podridos más de la cuenta.
Con esfuerzo, Apolo caminó hasta la puerta en busca de tomar un poco de aire fresco, pero en el camino se cruzó con un borracho que estaba durmiendo abajo de una mesa llena de macetas con plantas, dejando completamente congelado al joven noble. Apolo solo podía ver la pierna del hombre, sin embargo, por la falta de pantalones dedujo al instante que el muy malnacido también se encontraba desnudo. En busca de lograr sacar el nombre del infeliz que se puso a desnudarlos mientras dormían, Apolo tiró de la pierna del borracho para sacarlo de debajo de la mesa y despertarle.
Fue entonces cuando la expresión de molestia en el rostro del joven noble se convirtió en una de terror porque descubrió que la piel del hombre desnudo estaba seca como una pasa de uva. Al ver tal extrañeza, Apolo abofeteó al hombre de inmediato en busca de hacerlo reaccionar, pero el hombre reseco no se despertaba. Con las manos temblorosas, el joven colocó sus dedos en el cuello del hombre percatándose de la cruel verdad: ¡Estaba muerto!.
—¿Qué mierda ocurrió anoche, yo lo maté?, pero su piel parece quemada y no envejeció. Esto no puede haber sido mi culpa…—Murmuró Apolo desconcertado mirando el cadáver con preocupación, fue entonces cuando los ojos del joven se abrieron como platos; había recordado algo de vital importancia: ¡Zoe también estaba en la fiesta!
—¡Zoe!, ¡aparece, Zoe!—Gritó Apolo desesperadamente como si se hubiera dado cuenta de que le secuestraron a un hijo. Sin embargo, la criatura no aparecía, poniendo nervioso al joven noble.
Preocupado por la falta de respuesta, Apolo corrió violentamente hacia la puerta principal, observando con horror como cada vez aparecían más y más criados tirados desnudos en el suelo a medida que se acercaba a la puerta. Todos los criados parecían estar en el mismo estado: con la piel rosada y reseca como si los hubieran quemado lentamente hasta la muerte y hubieran perdido toda el agua de su cuerpo.
—¡Zoe!, ¡aparece de una buena vez por el amor de mis ancestros!—Gritó Apolo desesperadamente mientras algunas lágrimas comenzaban a salir de su rostro, No obstante, por más que gritara la criatura no aparecía por ningún lado. A estas alturas Apolo temía lo peor: su preciado Gururi anciano había muerto junto a los criados.
Finalmente, el joven llegó hasta la puerta y trató de abrirla, pero en su lugar únicamente logró chocar su rostro contra la puerta, dándose cuenta de que la misma estaba cerrada con llave. Solo había una única llave maestra para abrir o cerrar absolutamente todas las puertas de la mansión, por lo que sumergido en un estado de desesperación absoluta, Apolo buscó el bastón dorado por su cuerpo, pero entonces el joven se recordó a sí mismo que estaba completamente desnudo.
Como si una chispa llena de esperanza se prendiera en su corazón, los ojos del joven brillaron de repente: ¡Había recordado algo importante!. Apolo corrió desesperadamente hasta la mesa donde había estado bebiendo y comiendo anoche como si en la misma se encontrara su última esperanza, para observar que su toga negra estaba tirada en el suelo justo debajo de la mesa en donde se encontraba la silla en donde había despertado. Sin perder el tiempo y conteniendo su desesperación, Apolo trató de ponerse la toga apuradamente, logrando ponérsela de forma desprolija. Acto seguido, el joven cerró los ojos como si temiera ver el resultado de lo que estaba a punto de hacer y gritó con todo su pulmón:
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—¡Zoe!, ¡ven acá inmediatamente!
—¡Tiene mal puesta la ropa, señor!—Comentó Zoe desde atrás de Apolo.
Apolo abrió los ojos y se dio la vuelta violentamente para observar cómo el feto verde lo miraba con poco brillo en los ojos. Inmediatamente, las lágrimas en el rostro de Apolo cayeron estrepitosamente, mientras el joven noble corría y abrazaba a la pequeña criatura como si su hija secuestrada hubiera sido rescatada de los viles malhechores. Ignorando el fétido olor y la mucosidad que desprendía el cuerpo del Gururi, Apolo continuó abrazando a Zoe mientras lloraba en sus hombros chiquitos.
—¡Casi me muero, casi te pierdo, pero mis ancestros amablemente te protegieron de la cólera del destino!, ¡nunca más me asustes de esta forma, pequeña fetito!—Gritó Apolo desesperadamente mientras lloraba como nunca antes lo había hecho en su vida; terminando de comprender que el problema era que Zoe no había logrado reconocerlo sin la toga puesta; por desgracia los Gururis no eran precisamente las criaturas más listas del mundo.
—Como usted ordene, maestro—Dijo Zoe mientras algunos mocos salían de los orificios de su nariz y manchaban a Apolo; aparentemente le gustaba ser abrazada.
—¿Qué mierda ocurrió anoche, por qué cerraste la puerta y dónde está mi bastón?—Preguntó Apolo inmediatamente, dejando de llorar de forma abrupta y poniéndose más serio que nunca.
—Ellos robaron su bastón y cerraron con llave la puerta para matarlos a todos, trate de que me dijeran donde lo escondieron, ¡pero no me lo dijeron!—Chilló Zoe moviendo el bastoncito en su mano de un lugar a otro mientras hablaba. El bastoncito estaba manchado con una sustancia extraña, pero Apolo pudo reconocer que era la sangre de los dos Gururis rosados
—Así que esos malnacidos aprendieron a teletransportarse: ¿Te atacaron?—Preguntó Apolo inspeccionando el cuerpo de Zoe de arriba abajo, pero no parecía tener un solo rasguño.
—Sí, pero yo tenía el todopoderoso bastoncito de mi lado, por lo que no pudieron conmigo—Chilló Zoe levantando el bastoncito con las dos manos arriba de su cabeza, mirándolo como si se tratase de un arma milenaria.
—Me alegro de que todavía sean demasiados idiotas para darse cuenta como abusar de tu confianza: ¡Recuerda ser lista, Zoe, o te matarán!—Comentó Apolo, mirando la sala a su alrededor con sospecha, sintiéndose más inseguro que nunca—¿Dónde están los dos Gururis rosados?
—Los volví a encerrar en su habitación, Maestro—Respondió Zoe moviendo su bastoncito de forma triunfante.
—Qué bueno, ¿recuerdas cómo es que mataron a todos los criados?, parecería que los metieron en una olla de agua hirviendo hasta su muerte—Preguntó Apolo, ignorando la pregunta de por qué los Gururis rosados simplemente no se telestrasportaban nuevamente para escapar de la habitación en donde Zoe los había encerrado.
—Creo que murieron por la niebla, no lo sé, lamentablemente uno de los Gururis rosados me distrajo, mientras el otro se encargaba de cerrar todas las puertas de esta habitación, tardé demasiado en darme cuenta de su plan y cuando regresé noté que nadie respiraba excepto usted—Respondió Zoe inexpresivamente. Al parecer la Gururi estaba triste por lo que había sucedido, pero por desgracia su falta de emociones no ayudaba mucho a contar la historia.
—Que miedo, si no fuera porque tolero mejor la temperatura que los demás hubiera muerto...—Dijo Apolo notando el problema. Realmente el joven se entrenaba todos los días aspirando polvo de cristales así que lo más probable es que solo se sintiera un poco incómodo con la niebla asesina. Pese a ello, lamentablemente Apolo no lo recordaba, ya que al parecer había bebido demasiado alcohol anoche y tenía unas cuantas lagunas mentales acerca de lo que ocurrió realmente—¿Nadie logró sobrevivir?
—Todos los criados están muertos, me temo que la habitación es un gigantesco laberinto de muebles y plantas; incluso sin la niebla podría ser difícil hallar la salida para los criados estando en un buen estado y ni hablar si estaban completamente borrachos—Respondió Zoe explicando el gran problema de que toda la fiesta saliera mal. Si la habitación no hubiera estado hasta reventar de plantas y muebles colocados de forma aleatoria, al menos los criados que no se sentían a gusto podrían haberse escapado antes de que se cerraran las puertas de la habitación, o en todo caso podrían haber regresado a informarle a Apolo la anormalidad de la situación sin perderse en el medio de la niebla.
—¿Ni siquiera sobrevivió mi primo?—Preguntó Apolo con preocupación, recordando que justo anoche estaban celebrando la fiesta de despedida de sus más fieles criados.
—Me temo que Mateo fue uno de los primeros en morir, se le cayó un mueble encima mientras trataba de forzar su paso hacia la salida, o al menos eso es lo que parece que ocurrió…—Respondió Zoe de forma tan inexpresiva que en vez de ayudar a consolar a Apolo le terminó de amargar el alma.