Apolo siguió al criador por el comercio hasta llegar a unas escaleras que servían para bajar al sótano de la tienda. Tras bajar las escaleras iluminadas por unos cristales blancos en ambos extremos de las paredes, el joven noble siguió al criador pasando por un pasillo de piedras dispersas bastante estrecho con varias puertas de metal a los costados. Al parecer detrás de cada una de estas puertas de metal se encontraba una cámara de crianza para algún animal exótico, dado que Apolo pudo percibir una gran variedad de gritos de animales proviniendo desde detrás de cada una de estas puertas.
Apolo siguió caminando por el pasillo hasta finalmente llegar a una puerta de metal que tenía un cartel de madera en el medio el cual decía: «Apolo de bosque negro»
—Detrás de esta puerta se encuentran incubando sus Gururis—Explicó el criador abriendo la puerta, mostrando que detrás de la misma se encontraba paradójicamente otro pequeño pasillo, aunque el mismo claramente había sido improvisado con unas tablas de madera y tenía unos pocos metros de largo, mostrando que al final del mismo una puerta de madera podía hallarse. Este pasillo estaba iluminado por unos cristales rojos que alumbraban con una tenue luz roja, mucho menos potente que la luz blanca y cálida del pasillo donde estaba actualmente Apolo.
—Puedes entrar, el criador que designamos para tu pedido se encuentra trabajando adentro—Comentó el criador, volviendo por donde vino y dejando a Apolo solo frente al pasillo de madera.
Apolo entró al pequeño pasillo de madera y cerró la puerta de metal impidiendo que la luz blanca siguiera entrando en el pasillo donde se encontraba. Acto seguido, el joven se dirigió y abrió la puerta al final del pasillo de madera para vislumbrar la habitación en donde sus Gururis se encontraban incubando.
La habitación de adentro también estaba iluminada con una tenue luz roja y era lo suficientemente grande como para que una pequeña piscina de lodo se encontrara en el medio de la sala. Revolviendo la piscina de lodo con una especie de pala, se hallaba una persona vistiendo unas botas y un traje de cuero para no mancharse con el lodo del piso.
—Vengo a retirar a mis Gururis—Explicó Apolo mirando la piscina de lodo con atención.
—Ah, ¡así que finalmente llegó el día de que nazcan!—Comentó el criador con una sonrisa forzada aunque la misma no era muy visible debido a la poca luz que había en el cuarto.
Tras decir eso el hombre dejó de mover el lodo y se dirigió a una de las esquinas de la habitación en donde había varios baldes, abriéndolos comentó:
—Acá está el activador, tienes que…
—Ya sé que tengo que hacer: ¡Yo les traje los ingredientes y las instrucciones!—Interrumpió Apolo acercándose a los barriles para mirar con atención su contenido, ignorando completamente si había ofendido o no al trabajador que buscaba aconsejarlo de buena voluntad—Parece que está todo: más les vale que hayan utilizado «todos» los ingredientes que les traje.
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—Me obligaron a usarlos: ¡Yo no quería participar en este trabajo de mierda!—Corrigió con enojo el trabajador sin ocultar nada de lo que pensaba—¡Si alguien descubre lo que hicimos vamos a terminar todos ahorcados!, ¡Sigo sin entender como el idiota del dueño pudo aceptar semejante trabajo de mierda!
—No hay por qué asustarse tanto, soy un mago y esta criatura viene siendo creada desde hace milenios por magos, ¿acaso de verdad crees que alguien se enojaría por qué trato de hacer mi trabajo como corresponde?…—Respondió Apolo mirando al trabajador como si lo que hubiera dicho fueran tonterías.
—¡Pero claro que se van a enojar si se enteran de lo que hicimos en esta sala!. ¿No me digas que piensas que por ser mago el emperador te va a permitir secuestrar niños a tu antojo?!—Gritó enojado el trabajador moviendo expresivamente los brazos. Al parecer, el hombre había estado conteniendo su disgusto por esta tarea por mucho tiempo y finalmente tenía al responsable final de la misma frente a sus ojos para poder quejarse—¡Debimos utilizar un cordero, como hacemos con todos los Gururis!
—Primero, yo no secuestré a nadie, a esos dos niños me los vendieron: ¡Así que culpa a los padres!—Respondió Apolo irritado por los gritos del hombre, mientras reanudaba la inspección del contenido de los barriles, tratando de ignorar la mirada de disgusto del trabajador que a este punto estaba incomodándolo—Segundo, pero por supuesto que el hecho de ser mago no me da derecho a matar a nadie; sin embargo, esos dos niños eran de mi propiedad y en consecuencia, como su dueño: ¡Puedo hacer lo que se me antoje con ellos!
—¡No se puede esclavizar a los ciudadanos del imperio!—Gritó el trabajador con enojo.
—¿Eh?, ¿Cómo que no se puede?—Preguntó Apolo completamente sorprendido, mientras dejaba su inspección para mirar con aturdimiento al trabajador—¿Y de dónde se supone que sacan a tantos esclavos?. Acabo de venir del barrio donde los venden y las jaulas están hasta reventar de esas pobres almas.
—¡Pero por mis ancestros!, ¿cómo puede ser que el dueño aceptó el trabajo de este idiota?—Exclamó el trabajador con ira—Los crían de otros esclavos o los sacan de las guerras: ¡Pero no se puede secuestrar personas libres!
—Bueno, da igual, no tienes por qué estresarte tanto: ya los mataste y eso no va a cambiar por mucho que me grites—Respondió Apolo más preocupado en dejar de recibir los gritos para concentrarse en observar las cosas en los barriles, que en las confesiones del hombre que se estaba arrepintiendo de lo que había hecho.
—Tú los mataste: yo necesitaba el dinero para alimentar a mis hijos—Se quejó el criador, mirando insólitamente como era ignorado por el cruel noble—¿Acaso no tienes el menor remordimiento por lo que le hiciste a Selena y a Leandro?.
—¿A quiénes?... ¿Esos niños?… No, como te dije: la culpa es de los padres que aceptaron mis cristales, yo solo ofrecí un trato y ellos lo aceptaron—Respondió Apolo ignorando la mirada aturdida del trabajador para en su lugar tomar un poco del gel verde que había en el interior del barril que estaba inspeccionando.
Con el gel en sus manos, el joven dejó que el mismo se escurriera por sus dedos como si buscara comprobar la viscosidad del mismo, mientras comentaba con una sonrisa en el rostro:
—Parece que está bien hecho, excelente trabajo…