Apolo salió de la habitación y se encontró con la usual fila de aspirantes a magos, aunque actualmente los aspirantes no se encontraban tan felices como antes, sino que tenían las caras bastante preocupadas, todos andaban sudando y la transpiración en sus rostros era claramente visible. Inicialmente, uno pensaría que festejaron demasiado y ahora estaban cansados, pero eso no lograría explicar por qué sus semblantes estaban tan decaídos.
Percatándose del estado de las personas en la fila, el joven noble ignoró completamente los rostros tristes de la mayoría de personas con las que había estado festejando hace poco tiempo y en su lugar siguió caminando hacia su destino; sin embargo, cuando ya había pasado la mitad de la fila una cara familiar salió de la fila para detener su paso: era nada más y nada menos que el gordo aunque sus ojos ya no brillaban como cuando lo estaban examinando, parecería que algo se había roto dentro de él.
—¿Pasó algo?—Preguntó Apolo, más por curiosidad acerca del motivo por el cual era detenido que por sentir pena por los ojos sin vida en la cara del hombre gordo.
—Claro que pasó algo: dada la inusual cantidad de aprobados acaban de iniciar una investigación, no pasaron ni diez minutos y ya unos cuantos confesaron todo lo que ocurrió: ¡Al parecer van a ver sanciones!—Exclamó el gordo ya sin su usual tono alegre; realmente parecía que algo había muerto dentro de él en los pocos minutos en los que Apolo estaba obteniendo su patrocinio— Por eso nos frenaron en esta instancia y no están dando más los patrocinios hasta que definan qué hacer con nosotros.
—Ya veo…—Comentó Apolo no tan preocupado y sin mostrar empatía alguna, parecía que el joven realmente confiaba en el plan que tenía en la cabeza para salirse con la suya—¿Algo más que quieras decirme?, estoy algo apurado.
—Sí, de hecho te detenía para devolverte esto—Respondió el hombre gordo, estirando la mano y abriendo su palma, revelando un anillo de bronce oxidado—Se te cayó durante la celebración.
Al ver el anillo, Apolo rápidamente soltó el baúl que tenía en la mano provocando que todas las cosas en su interior se cayeran al suelo. Sin importarle sus otras pertenencias, el joven mago estiró su mano y recuperó el anillo de bronce. Con el anillo ya seguro en su mano, Apolo miró con desconfianza al gordo al frente de él y al resto de las personas en la fila como temiendo que en realidad no se le hubiera caído sino que se lo hubieran robado. Por su parte las personas en la fila, miraron el rostro distorsionado de Apolo con anormalidad, sin saber muy bien que le acababa de pasar.
—Se ve que es muy importante para vos…—Comentó el hombre gordo notando que Apolo no parecía preocupado por las cosas en el suelo y en su lugar se había quedado frotando el anillo en su mano.
—¿Eh?… Sí, sí, es un recuerdo valioso de alguien que ya no está—Respondió rápidamente Apolo recuperando su conciencia y notando las miradas en la multitud, mientras forzaba una sonrisa para intentar disimular el problema.
—Oh, menos mal que me lo encontré en el piso, por desgracia a mí ya no me queda nadie en este mundo: convertirme en mago era mi último sueño—Respondió el gordo mirando a Apolo con empatía.
—¿Que no tenías hijos?—Preguntó Yovel desde la cola, acercándose a la conversación, el niño tenía el rostro tan demacrado que parecía que en unos pocos minutos se había convertido en un adolescente y aún podían verse dos líneas muy marcadas en sus ojos algo enrojecidos, por lo que parecía que había estado llorando hasta no hace tanto tiempo atrás.
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—Tenía… Murieron por la peste azul hace cuatro años, más o menos tenían tu edad—Respondió el gordo con una sonrisa desganada—La realidad es que no dejan inscribir gente con hijos, pero bueno, estaba desesperado por las respuestas por lo que tenía que tratar de ganar la simpatía de alguien de alguna forma.
—Qué pena…—Dijo el niño, mirando cómo Apolo lo miraba de manera extraña y pregunto—¿Pasa algo?
—Sí, tú eras justamente a quien buscaba—Respondió Apolo, en sus planes ahora este chico tenía que hacer la mitad del trabajo.
—¿Me buscabas?—Preguntó Yovel mirando al joven que había provocado todos sus dramas con enojo.
—Claro, para evitar que me corten la cabeza te necesito y tú me necesitas a mí—Respondió Apolo con una sonrisa siniestra.
—Porque te necesitaría: ¡Si justamente eres al primero que le van a cortar la cabeza!—Gritó el niño con enojo.
—No sería la primera vez…—Murmuró Apolo poniendo su anillo de oro en la cara del niño.
—¿Eres de los bosques negros?…—Preguntó el niño mirando la inscripción en el anillo de oro; ahora entendía por qué esta persona estaba tan tranquila: no era tan fácil que lo castigaran si uno era un noble de alto estatus, pero incluso así lo que pasó el día de hoy fue un desastre por lo que no había garantías para estar tan tranquilo como este joven estaba.
—Sí, y si quieres zafar de este problema me necesitas…—Comento Apolo mientras volvía a ponerse el anillo de bronce en su dedo con lentitud, como buscando asegurarse de que entrara y no cayera al piso por error.
—¿Cuál es tu plan?—Preguntó Yovel mirando a Apolo con desconfianza.
—Es secreto por el momento, ¿Vas a ayudarme o no?—Respondió Apolo con calma, mientras disfrutaba de la sensación de cerrar y abrir la mano con el anillo de bronce puesto.
—No veo por qué te ayudaría: ¡Tu situación es cien veces peor que la mía!—Respondió Yovel con confianza en su decisión.
Ignorando al niño al frente de él y concentrándose en ver cómo le quedaba el anillo de bronce en su mano, Apolo con el tono de voz más frío que de costumbre respondió calmadamente:
—Mi sangre vale más que la tuya: en caso contrario no hubieras llorado tanto. Mi hermano es el futuro rey del bosque negro y mi abuelo está muriendo, acaso crees que el emperador me mandaría a matar en este momento: lo único que busco es vengarme y que no me saquen el puesto de mago. En cambio, tu familia es tan numerosa que estoy seguro de que ni siquiera le conoces el rostro al rey de pueblo blanco.
—Entonces… cómo… lo hacemos…—Murmuró el niño entre llantos, mientras luchaba tratando de contener sus lágrimas para verse más maduro ante este idiota, sin embargo: no lo lograba. Lo cierto es que el niño pelirrojo sabía más que nadie que lo que decía Apolo era verdad: su familia estaría más que dispuesta de mandarlo a la horca solo para no quedar mal con el emperador y de tal manera asegurarse de seguir al mando del ministerio de magia.
—¡Perfecto! Verás que tan fácil solucionamos todo; sin embargo, hay mucha gente escuchando nuestra conversación: busquemos un cuarto vacío—Exclamó Apolo con confianza absoluta en su plan, mientras recogía las cosas que se le habían caído del baúl, comprobando obsesivamente que no faltara un solo objeto por recoger del suelo.
—Esperen, ¿Puedo ayudarlos?—Comentó el hombre gordo con los ojos brillando nuevamente como si un faro de esperanza hubiera vuelto a aparecer para iluminar el complicado camino que tenía por delante—Yo no soy noble por lo que a mí me van a matar más que seguro. Por favor, se los suplico: ¡No importa que haya que hacer los ayudo y a cambio me salvan el culo!.
—¿De verdad no te importa que tengamos que hacer?—Pregunto Apolo mirando al gordo; esta persona le había devuelto su tan preciado anillo así que estaba dispuesto ayudarlo.
—¡Lo que sea!—Exclamó el gordo con los ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja.
—Bueno, entonces eres parte de mi club de aventuras, busquemos una habitación vacía y les explico mi plan: ¡No tenemos mucho tiempo así que seamos rápidos!—Respondió Apolo con una sonrisa llena de confianza completamente impropia de él. Tal vez se debiera al buen sueño o tal vez fue por convertirse en mago, pero lo cierto es que en estos momentos donde la tranquilidad de su futuro se estaba poniendo en juego, es cuando el joven noble se estaba sintiendo más vivo que nunca.