Lógicamente, los Gururis no recordaban su anterior vida o se crearían demasiados problemas con los cuales los magos no querían lidiar, por lo cual las dos criaturas no entendieron muy bien lo que les quiso decir el joven. Pese a que el joven ya sabía que los Gururis no lo entenderían, como buen carnicero entrenado para matar desde que nació, Apolo de vez en cuando necesitaba justificarse así que terminó soltando el comentario que tenía atorado en la mente hace un buen rato.
Los Gururis que partieron de niños tendían a ser más exigentes y menos sumisos, por lo cual Apolo sabía que tenía que darles ciertas comodidades humanas, por ejemplo ropa y un nombre. En contrapartida los Gururis rosados tenían varias ventajas, por ejemplo tenían mucha más iniciativa propia que los Gururis actuales de hoy en día y solían actuar por su cuenta si notaban que había un problema en su entorno. Mientras que desde el otro lado de la moneda, los Gururis verdes partían de corderos y siguiendo sus instintos naturales preferían aceptar pasivamente su entorno y no buscarse problemas innecesarios, por más que de verdad se esté desarrollando un problema inmenso para Apolo en el entorno en cuestión.
Por otro lado, el motivo por el cual la casa debía estar amueblada no era porque partían de humanos, sino que se lo otorgaba el polvo liberado por la otra criatura que era necesaria en el proceso de creación de los Gururis. La criatura a la cual se le juntaba su polvo era una criatura de alta magia que solía encontrarse en los muebles abandonados de las casas antiguas, por lo cual los Gururis rosados también adquirían esa paranoia y se sentían incómodos al no tener muebles que curiosear por mucho tiempo. Dicha paranoia llegaba al punto que los Gururis rosados se terminaban volviendo sumamente agresivos y conspirarían para matar al dueño de la casa para cambiar esta situación: el cual generalmente era el mago que los había creado.
Las versiones mejoradas o actuales de los Gururis se producían con otra criatura completamente diferente la cual vivía en algunos pantanos del imperio. Estas criaturas no solo eran mucho más fáciles de encontrar y por tanto, más baratas, sino que también tenían la ventaja de eliminar esa paranoia y producía otras como siempre tener que oler fétidamente. Aunque las versiones más modernas perdieron esta paranoia y la reemplazaron con otros problemas, más fáciles de aceptar para la mayoría de los nobles.
Por último la agresividad del Gururi hacia sus pares eran bastante diferente entre las dos razas y esto se debía a que las criaturas que vivían en los muebles abandonados eran muy territoriales por lo cual no podían convivir con su propia especie. En cambio, la criatura del pantano crecía en manadas muy grandes por lo cual necesitaba tener otras criaturas a su alrededor con las cuales interactuar. Esto provocaba que los Gururis rosados fueran agresivos entre ellos, mientras que Zoe fuera amigable con los rosados.
Para lograr que los dos Gururis rosados no se mataran entre sí se tenía que dar algunas condiciones, que Apolo había investigado previamente y en parte era el motivo por el cual comprar una pareja de estas criaturas en la antigüedad valía una auténtica fortuna. Y esta gran condición era que se tenían que sacrificar dos mellizos humanos a la vez. Por lo cual el precio se elevaba notoriamente, ya que era muy complicado conseguir dos niños con estas características si había un montón de magos y nobles buscándolos. En cambio, en la actualidad, los tiempos habían cambiado y al parecer la demanda por estos niños había caído notoriamente con el paso de las décadas. Sin embargo, pese a esta hostilidad entre los Guriris rosados todavía era posible tener un Gururi anciano con uno más joven o dos más jóvenes si cumplían las condiciones, ya que naturalmente la criatura que vivía en los muebles crecía con su madre hasta que la misma muriera y ella heredara los muebles de la madre. Por lo tanto, se podía simular esa relación instintiva que tenían los Gururis rozados, siempre y cuando el otro Gururi fuera viejo y tuviera la suficiente destreza como para defenderse de los más jóvenes y al mismo tiempo la voluntad e instinto para adoptarlos. Pero en el caso particular de Zoe la voluntad ya venía innata, ya que no era un Gururi rosado.
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Mientras el escritor escupía semejante explicación acerca del lore de estas increíbles y curiosas criaturas, Apolo observaba como los Gururis rosas abrían la maleta para observar el contenido de la misma. Dentro de la maleta había tres juegos de togas blancas del tamaño de un niño idénticas a las que usaba Apolo aunque el trofeo es decir la pluma era de color blanco, la ropa era increíblemente fina por lo que parecía que Apolo había contratado al mismo sastre que le hizo su propia ropa para confeccionar estas togas. También dentro de la maleta se hallaba unas sandalias blancas similares a las que usaba Apolo y por último además de los juegos de ropa, había un único bastoncito que parecía estar hecho para que un niño lo empleara, su color era blanco y tenía un pomo de oro idéntico al que tenía Apolo.
Al darse cuenta de que solo había un único bastón los dos Gururis rosados pelearon por tomarlo, pero Apolo los detuvo embocándoles un par de bastonazos.
—¡Nunca peleen frente a mis ojos!, ¡El bastón es de Zoe y ella lo tendrá hasta que ustedes dos logren aprender todo de ella!—Gritó Apolo con violencia.
Con alegría, Zoe tomó el bastoncito y miró sin comprender como los otros dos Gururis la miraban con un odio intenso, parecería que si no estuviera Apolo hace tiempo la habrían atacado.
—¡Zoe, cuando traten de atacarte, pégales con el bastón hasta que se les pase lo idiota!—Indicó Apolo mirando al Gururi verde con preocupación.
—Sí, maestro—Contestó Zoe sin comprender muy bien la orden o porque sus nuevos hermanitos la atacarían.
Resignándose a no obtener el bastón, los dos Gururis rosados se acercaron y tomaron la toga que parecía más bonita ante sus ojos y comenzaron a ponerse la ropa con bastante dificultad. Finalmente, un solo juego de ropa fue dejado en la maleta, por lo cual Apolo al ver que Zoe no tenía la iniciativa de usarla, le ordenó:
—Ponte la ropa al igual que ellos dos.
Siguiendo la orden, Zoe de forma más experimentada que los otros dos Gururis hizo desaparecer la ropa y cuando Apolo quiso darse cuenta a dónde fue a parar, vio que Zoe ya la llevaba puesta. La ropa era idéntica a la que usaba Apolo, pero blanca, aun así todavía había otra ligera diferencia y era que cada prenda tenía un nombre parchado en ella. El parche de la ropa de Zoe parecía que era algo improvisado y no era tan lindo como el que había en los otros dos juegos de togas blancas, por lo cual los Guriris rosas lo habían descartado como primera opción. En cuanto a los juegos de ropa elegidos por los otros dos Gururis también tenían un parche en los cuales estaban bordados dos nombres respectivamente: Aquiles y Nicolás.
—Perfecto: Zoe es la verde. Aquiles es el que tiene nariz grande y piel rosa. Mientras que Nicolás es el que tiene orejas chiquitas y piel rosa—Comentó Apolo mientras trataba de recordarlo. Lo cierto es que el noble era horrible recordando nombres por lo cual había mandado a hacer estos parches en busca de ayudarlo con esta misión—Por lo demás pongámonos en marcha: ¡Los tres vayan al asiento del conductor de alguno de los dos carruajes y Mateo llévanos de regreso a la mansión!
—¡Como ordene!—Exclamó Mateo tratando de no llorar, habían sido cinco largos y duros meses viviendo en este carruaje por lo que el hombre ya no podía aguantarse más las ganas de volver a la mansión. Si bien se había acostumbrado a ser conductor, lo cierto es que ya se había mentalizado como el siguiente mayordomo y teniendo tantos criados bajo su mando no tenía ningún sentido que fuera el que tuviera que sufrir esté infernal «castigo»; sin embargo, Apolo pensaba de otra forma y le había dado a él esta tarea.