Poco a poco el tiempo fue arrebatando los días de vida de Apolo y a cambio lentamente permitía que el joven vaya progresando con los objetivos que se había planteado, fue así como 8 largos meses pasaron. El joven hoy se encontraba revisando una de las habitaciones de su mansión, verificando que los muebles que había comprado tuvieran alguna clase de "sentido". Gran parte de la mansión había sido amueblada, el trabajo le había terminado costando al joven casi 7000 cristales y para colmo la gran realidad es que todos los muebles eran de segunda mano. Por lo que se notaba la carencia de un estilo único en toda la mansión y en su lugar parecía un popurrí de muebles «no rotos» y estéticamente «bonitos» aunque no tan fáciles de combinar.
Pese a ello, la estética poco le importaba al joven mago y lo importante es que las criaturas que estaba por comprar sintieran que la casa estaba amueblada para que no lo mataran mientras dormía. Por lo que Apolo no había ahorrado en llenar de muebles cada una de las habitaciones de forma de que la mansión se sintiera lo más «viva» posible. Pero por supuesto que un problema terminó surgiendo o si no el joven no hubiera gastado 8 meses de su vida amueblando su casa.
La no tan cómica realidad es que la tarea relativamente sencilla terminó convirtiéndose en una de las más grandes odiseas que este imperio había visto a lo largo de su historia, puesto que siendo el joven noble completamente paranoico, el mismo no solo buscaba cumplir con la tarea, sino que en su lugar:¡La había exagerado completamente!
El cuarto principal de Apolo tenía no una, sino cuatro camas todas completamente diferentes y para colmo no tenía un armario, sino que tenía cinco: todos llenos de ropa usada que era prácticamente inusable para Apolo, pero que llenaban el espacio dándole utilidad al mueble.
El joven noble hasta había comprado ropa de mujer de segunda mano, solo para que cuando la criatura abriera cada mísero mueble en esta mansión se encontraran alguna curiosidad que diera propósito a dicho mueble. Por lo tanto, la mansión de Apolo se había convertido en la casa de un acumulador compulsivo de muebles: no importaba la función del mueble o lo mundano del mismo, lo importante es que estaba en su casa y como un gran ángel guardián dicho mueble protegería su vida de las extrañas criaturas que debía obtener a como dé lugar.
La mansión terminó convirtiéndose en un completo laberinto: si uno visitaba uno de los múltiples cuartos de la mansión, no era extraño encontrarse con una cama o con una estufa oxidada: nunca nadie comprendería por qué terminaron esas cosas ahí, sin embargo, en la mente de Apolo todo debía tener algún propósito para las criaturas. Por lo cual esa cama debía tener sus respectivas frazadas, almohadas y ni hablar de los peluches descoloridos encima de ellas y por supuesto que también debía haber algunos objetos misceláneos abajo de dicha cama, como podrían ser unas ollas viejas y algunas macetas estéticamente inutilizables.
Aunque la corrupción de la idea original en la mente de Apolo no fue tan brusca como uno podría imaginar: durante el primer mes, el joven noble se desesperó tratando de crear una mansión hermosa y llamativa, pero luego esos sueños se fueron haciendo añicos a medida que se dio cuenta de que el dinero no era infinito y la mansión era demasiado grande. En consecuencia, Apolo se terminó cansando y comenzó a distorsionar su sentido de la estética y el sentido a uno más favorable para su situación económica, por lo que solo unas selectas habitaciones amuebladas durante el primer mes lograban mantener cierta estética noble.
No obstante para el segundo mes el sentido de la estética había desaparecido completamente de la mente de Apolo: lo único importante es que cada habitación fuera amueblada y siguiera cierta lógica. Por lo tanto, empezó a ser usual encontrarse con una sala de estar con algunos muebles de madera, otros de piedra y algunos de metal; ya no tenía sentido alguno seguir con algún patrón determinado, lo crucial es que las criaturas entendieran que eso era una sala de estar y no que la misma fuera bonita. Pese a ello, la tarea de completar la mansión parecía ser titánica e imposible.
Por lo que la gran realidad es que luego del tercer mes, Apolo había quebrado cualquier lógica posible, todo se podía ver en esta mansión e incluso lo que uno no podía imaginarse también, desde escusados que servían de armarios hasta cocinas llenas de libros usados que servían de sala de lectura. Lo importante es que haya muebles, muchos muebles: ¡Demasiados muebles!, ¡Todas las habitaciones de esta gigantesca mansión debían estar bondadosamente llenas de muebles!.
Y finalmente ocurrió lo que todos esperaban al notar que la tarea seguía sin avanzar significativamente. Cuando llegó el cuarto mes fue cuando las cosas comenzaron a rozar el límite de la locura: sin contar las estructuras dispersas por la estancia, la mansión tenía en total 4 pisos incluyendo un ático, una mazmorra, dos casas aledañas y un sótano. En todos estos pisos y rincones podían contarse 1555 habitaciones, todas de diversos tamaños y escondidas en diferentes lugares de la mansión y sus dos casas aledañas, las cuales antiguamente servían para atender a criados y visitas, según lo que Apolo había aprendido de sus dos criados.
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Llenar esa bizarra cantidad de habitaciones habría sido imposible si no fuera porque a partir del cuarto mes la locura comenzó a apoderarse de Apolo y emitió una orden de compra que resonó en todos los barrios pobres de la ciudad anillo: ¡No importa qué porquerías traigas si está en «buen estado» y está alojada en un mueble: se compra!.
Inmediatamente, los rumores comenzaron a esparcirse por toda la ciudad anillo, literalmente podías vender cualquier tontería: desde zapatos sin los pares, hasta botones desprendidos y mientras no estuvieran rotos el noble lo compraba. Fue entonces cuando Apolo comenzó a notar un cierto progreso en su misión, pero pese a ello no veía el resultado final que buscaba.
Llegados al sexto mes y tras notar Apolo que ni con esa orden había logrado completar semejante tarea, fue cuando los ideales del joven noble comenzaron a distorsionarse y comenzó a comprar los muebles que por diversos motivos ya nadie quería comprar. Desde objetos supuestamente malditos, hasta los muebles donde alguien había sido asesinado, a partir del sexto mes todo valía: ¡Incluso los muebles que claramente habían sido robados!.
Tras semejantes movimientos, los rumores poco a poco comenzaron a esparcirse en la capital: "Desde todas las puertas de la capital entraban carruajes llenos de «basura» todos los días hacia una estancia en particular en donde un noble la acumulaba compulsivamente como si de cristales se tratase".
Y por supuesto que ver esos carruajes había provocado que los guardias comenzaran a moverse para ver qué ocurría. Al fin al cavo para los guardias no era tan fácil de digerir ver un carruaje lleno de ropa usada y manchada con sangre recién salida de la morgue siendo transportado por los nobles caminos de la capital.
Al notar la incumbencia de los guardias en sus asuntos, Apolo no dio paso atrás y directamente usó todo el peso de su estatus noble como jamás lo había hecho antes y logró defender su "basura" provocando que los guardias hicieran la vista gorda a sus carruajes. Por su parte las familias de la capital imperial vieron con asco cómo una de las casas más grandes de toda la capital estaba acumulando chatarra tras chatarra sin mostrar freno alguno.
Esto había comenzado como una forma de seguir el consejo de su ancestro, pero tras ocho largos meses cumpliendo esta titánica tarea, la misma se había convertido completamente en una obsesión: En la mente del joven noble solo un pensamiento resonaba constantemente, día tras noche, como si fuera una orden magna de la cual su vida dependiera: "Pase lo que pase la «basura» debía seguir fluyendo, el flujo de «basura» no debía detenerse". Y así fue como ocurrió.
—¡Señor, Señor!—Gritó Orrin en voz alta tratando de localizar a Apolo, lo cual no era tarea sencilla: era realmente fácil perderse en este laberinto de cosas olvidadas.
—¡Sí! ¡¿Qué pasó?!—Gritó Apolo mientras se encontraba acomodando obsesivamente un peluche enfrente de una mesa en miniatura rodeada de otros peluches.
—¡Señor, Señor!—Gritó Orrin en voz alta nuevamente, al parecer no escuchando al joven.
—¡Por acá!—Gritó Apolo a los cuatro vientos provocando que su voz retumbara por la mansión y que una de las muñecas en la mesa sé cayera al suelo—Oh, mierda: ¡No!. La princesa Lorena debe estar mirando al señor jirafa, o sino el señor oso se enterará de su complot secreto y el imperio de las galletitas no caerá en sus manos.
—Señor…—Murmuró Orrin entreabriendo la puerta, escuchando la conversación de Apolo y mirándolo con cierta consternación.
Lo cierto, es que Orrin sabía bien que Apolo no era el mismo, por una parte, su mente se había vuelto muy obsesiva con el tema de llenar las habitaciones al punto que en algunos momentos rozaba la locura, preocupando al criado. Pero desde la otra cara de la moneda, el cuerpo de Apolo estaba mejor que nunca: en estos momentos el muchacho tenía una altura de más de dos metros y su cuerpo estaba completamente tonificado sorprendiendo a cualquier mortal que lo hubiera conocido previamente. Y la gran realidad es que la obsesión con mover los muebles en la casa para ir llenando las habitaciones por su cuenta había provocado que el joven noble encontrará una buena excusa para volver a comer y reanudar el entrenamiento militar que había abandonado cuando llegó a los 18 años. Creando la paradójica escena de ver al Apolo menos cuerdo y más saludable que nunca al mismo tiempo.
El hecho de que Apolo finalmente adquiriera el cuerpo que merecía tener un coloso del bosque negro fue gratamente recibido por Orrin e incluso lo apoyaba todos los días: recordándole si no había entrenado y siendo supercuidadoso con su dieta militar, el único problema para Orrin era el motivo de Apolo, al criado le resultaba inaudito que lo único que necesitara Apolo para salir de la depresión con la que convivió toda su infancia fueran muebles, muchos muebles, infinitos muebles: ¡Todo su vida ahora giraba única y exclusivamente por los muebles!