Pasaron unos días hasta que Apolo terminó de inspeccionar a todos los Goros. Mientras realizaba la inspección, el joven trató de averiguar si la tienda comercializaba Gururis, pero al parecer no lo hacía; sin embargo, Apolo obtuvo información acerca de que otras tiendas de esta zona comercial podrían venderlos de segunda mano.
Actualmente, dado que Apolo había terminado su tarea, se encontraba yendo a la oficina de Néstor, con el objetivo de informarle la finalización de la tarea y también para darle el resultado de la misma.
El joven no tardó mucho en llegar y ser atendido, al parecer el encargado ya lo estaba esperando.
—¿Cómo fueron las evaluaciones?—Preguntó Néstor al ver a Apolo entrando en su oficina, al parecer algo impaciente por los resultados.
—Bien, la mayoría de Goros eran muy jóvenes, se nota que la familia a la cual atendían estos Goros terminó súbitamente—informó Apolo, mientras sacaba unos pergaminos y procedía a sellarlos delante de Néstor. Realmente todo era oficial y Apolo seguía sin actuar, el sello lo había obtenido del ministerio de fauna y ambiente. Al parecer como un Mago registrado en el imperio, Apolo ya cumplía una parte de las condiciones para poder verificar estas criaturas de forma oficial, las cuales eran inicialmente creadas por otros Magos. Luego la segunda parte de las condiciones el joven noble las cumplió tras completar un par de exámenes en donde tuvo que demostrar su destreza en este campo y vualá: ¡Un nuevo experto había nacido en el imperio!
—Entonces, los resultados son los siguientes: 10 Jóvenes con dos reseteos posibles, 3 ancianos con un solo reseteo posible y solo dos imposibles de resetear—Respondió Apolo sellando los papeles con felicidad, cada sellito que ponía en la hoja le otorgaba una gran cantidad de cristales, así que el joven estaba sonriendo como un idiota en estos momentos.
—Le daremos su porcentaje cuando la venta se complete—Respondió Néstor con una sonrisa al ver los resultados
—Claro que lo harán, que no ve que dice Apolo de bosques negros en el sello—Comentó el joven con una sonrisa alegre—Si no aparecen los cristales, lo que aparecerán son sus cuerpos colgando en los muros de mi mansión, así que algo voy a obtener de este viaje: ¡De eso estoy seguro!
—Ja, ja, ja, no se preocupe, somos una tienda de fiar—Río Néstor nerviosamente, hasta se le veía un poco de sudor en el rostro.
—Eso espero...—Murmuró Apolo dándose la vuelta, saliendo de la oficina para dirigirse a la entrada de la tienda.
Apenas salió de la tienda, el joven vio a su fiel criado, Mateo, esperándolo en el carruaje, con todo ya preparado para salir nuevamente a la caza del tan ansiado Gururi que podría satisfacer la última voluntad de su ancestro.
Pasaron unos pocos minutos y con todo el asunto de los Goros finalizado, el joven noble, sin darse tiempo para descansar, se encontraba dirigiéndose a una de las tiendas que le fue comentada durante la inspección en busca de probar suerte por esta zona.
Tras unas horas de viaje, Apolo pudo ver la tienda en cuestión, la misma era considerablemente más chica que la tienda a la cual acababa de atender; sin embargo, su tamaño aún seguía siendo considerable y ocupaba un tercio de la cuadra, estaba hecha de ladrillos rojos sin pintar, sin embargo, sus paredes estaban llenas de carteles por lo que casi no podía apreciarse el color rojo de las mismas. Aunque parezca impresionante, todos y cada uno de los carteles tenía escrito el mismo mensaje una y otra vez, el cual era el nombre de la tienda: «Tienda de esclavos de las Islas Lejanas».
Apolo salió del carruaje y se quedó mirando los carteles en la entrada de la tienda por unos minutos.
—Parece un poco exagerado, ¿o no?—Preguntó Mateo notando que Apolo se había perdido apreciando el mural lleno de carteles—Literalmente se malgastaron en llenar cada ladrillo con un cartel, mira incluso hay algunos chiquitos en el piso, parecería que le tienen asco a los ladrillos.
—Es completamente ridículo...—Susurró Apolo en voz baja más reflexivamente que burlonamente—Oh, tal vez sea una señal de mis ancestros y esta sea la tienda prometida...
—Eso también es posible: ¡Esperemos que finalmente lo logre, mi señor!—Exclamó Mateo implorando que sea así, desde la perspectiva del hombre si Apolo quería torturarse viviendo en un carruaje estaba perfecto. El problema es que Apolo siempre lo arrastraba a él a sus aventuras algo disparatadas y eso que tenían casi 30 criados viviendo en la mansión a los cuales el joven podía elegir para sufrir con él.
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—Sí, cada vez quedan menos tiendas y con ellas se van nuestras posibilidades de éxito…—Murmuró Apolo con preocupación mientras se dirigía a la puerta de la tienda.
Pero de inmediato el joven se dio cuenta de que un problema había surgido: la puerta era bastante complicada de hallar, ya que era otro cartel gigante con el nombre de la tienda, la única manera de distinguir la puerta del resto de los carteles es porque tenía un pomo de bronce.
Tras perder casi 20 minutos buscando la puerta, Mateo finalmente encontró el pomo de bronce y con el mismo Apolo pudo entrar a la tienda. Al entrar, Apolo observó que el interior de la tienda estaba lleno de esclavos enjaulados, aunque la mayoría de estas personas eran seres humanos comunes y solo había unos pocos ligeramente «humanoides» aunque las diferencias eran minúsculas, como una cabeza un poco más ancha o algún par de orejas desaparecidas.
Al entrar uno de los guardias de la tienda lo miró con atención y le preguntó:
—Disculpe, ¿Qué clase de esclavo está buscando, señor?
—Busco Gururis, no esclavos, me comentaron que vendían de segunda mano—Respondió Apolo de inmediato, mostrando lo ansioso que se encontraba en este momento
—Ah, sí, tenemos algunos recién adquiridos—Comentó el guardia mirando a Apolo de arriba a abajo, sus ropas parecían demasiado caras para realmente estar buscando una criatura tan barata, por no decir que el simple pomo de oro en su bastón debía valer más que todos los Gururis que tenían en existencia.
—Me place oír esa noticia, ¿podría guiarme con el vendedor?—Preguntó Apolo con una sonrisa algo grotesca, interrumpiendo los pensamientos del guardia.
—Por supuesto, sígame—Respondió el guardia guiando a Apolo.
Mientras caminaban por los pasillos llenos de jaulas a sus costados, el joven noble observó con cuidado a las criaturas, su principal temor era cruzarse con los Gururis enjaulados y generar una mala primera impresión. Por lo que Apolo caminaba con mucha delicadeza simulando los pasos de un anciano, independientemente de que aún no veía a sus ansiadas criaturas.
Tras caminar unos minutos, llegaron hasta una habitación de la tienda donde un hombre corpulento lleno de cicatrices estaba contando unos cristales arriba de la mesa de forma algo obsesiva. El hombre parecía tener más de 40 años; sin embargo, su cuerpo estaba muy tonificado y cuidado, por lo que debía seguir entrenando con regularidad. Por las cicatrices y sus actuales ropas de soldado, parecería que el hombre fue un soldado de verdad que se retiró hace un tiempo.
—Mucho gusto—Saludó Apolo notando que la persona delante de él no se presentaba.
—Te oí decir que buscas Gururis…—Respondió el hombre corpulento evitando el saludo del joven—Odiseo, ve y lleva este joven donde están los Gururis, el precio es de 50 cristales por cada uno.
—¿50 cristales?, algo caro, a que se debe dicha anomalía...—Comentó Apolo esperando una respuesta con algo de nerviosismo y tratando de ocultar lo emocionado que estaba en estos momentos: siempre que había nuevos Gururis significaba otra chance más de finalmente terminar esta larga búsqueda.
—El lote es de Gururis viejos, supuestamente alguno de ellos le pertenecieron a un noble de la capital y otros le pertenecieron a un comerciante con muchos años de experiencia, por lo que están bien entrenados—Respondió el ex-soldado, algo sorprendido que alguien vistiendo tan finamente se esté preocupando por tan pocos cristales.
—Interesante, muy interesante…—Dijo Apolo, preguntándose por qué un noble compraría unos Gururis, acaso eran de un viejo mago tradicionalista: justo como lo que andaba buscando él durante todo este tiempo.
Apolo era un experto en la materia y no era tan idiota para desconocer las ventajas de las evoluciones de los Gururis. Aunque al ser un experto, el joven también conocía la historia de estas increíbles criaturas y su historia era bastante antigua, mucho más que el imperio, mucho más que los druidas y su origen se remontaba a la época de los antiguos magos. Los Gururis eran tradicionalmente los criados de los magos y durante milenios esta práctica se conservó, hasta que en el último milenio aparecieron variantes más comercializables para los nobles, estas variantes eliminaban varias de las desventajas de los Gururis, pero Apolo sabía que también se creaban otras. Es por eso que Apolo aún tenía fe en su búsqueda, era bastante probable que la antigua camada de magos tuvieran Gururis como criados al igual que los antiguos magos acostumbraban a tenerlos, ya que los magos de hace 200 años eran sumamente tradicionalistas y el uso de las togas como ropa le había marcado tal idea a Apolo.
Aunque el joven dudaba bastante si alguno de estos magos estaría dispuesto a malgastar el tiempo que él malgastó en tratar de solucionar el gran problema que había dejado el paso del tiempo. Puesto que hoy en día y hace ya bastantes décadas no hay un solo criadero de animales en todo el imperio que supiera cómo recrear el método de creación de los «verdaderos» Gururis, ya que tal método quedó en el olvido con su desuso.
—Por acá, joven—Comentó el guardia que al parecer se llamaba Odiseo.
Al ser una venta por tan pocos cristales era normal que el vendedor principal ni se malgastara en salir de su asiento; sin embargo, eso a Apolo no le importaba en absoluto. En su mente el joven solo podía pensar que tal vez y solo tal vez esta podía ser la tienda prometida.