Tras unos pocos minutos quejándose, Apolo finalmente se recompuso y trató de abrir la trampilla, para descubrir que impresionantemente la misma se abría ante su intento dejándolo completamente boquiabierto.
—¡Vez, te dije que la contraseña era la luz!—Exclamó Homero con orgullo, empujando el trasero de su hermano para que se apurara a salir al exterior.
Apolo no perdió el tiempo y salió del pozo para observar que se encontraba en el medio de una arboleda, aunque el niño nunca había visitado esta parte del bosque negro. El motivo por el cual Apolo no tardó en deducir eso era porque los árboles que podían verse en esta zona tenían corteza de diferentes colores y sus hojas no eran rojas, además el niño podía ver una gigantesca torre circular en la distancia que le resultaba impresionantemente familiar. Homero salió de la escalera y observó con preocupación la torre que podía verse en la distancia, entendiendo de inmediato que la zona en cuestión podía ser problemática: ¡Ya que los dos niños se encontraban ni más ni menos que en el ministerio de magia!
—¿Por dónde crees que escaparon Helena y la maga?—Preguntó Apolo sacando la espada que había estado cargando en su espalda todo este tiempo.
—En la torre, ¿dónde más van a estar?, no hay otro lugar llamativo en este bosque—Dijo Homero con preocupación; sabía que no sería fácil colarse en el ministerio siendo niños a no ser que forzara él sueño poniendo en riesgo la misión—¿Recuerdas que la maga dijo que se dirigían a hablar con los magos?, bueno probablemente acá vivan los magos del imperio.
—¡Entonces no perdamos el tiempo, vamos por sus cabezas!—Respondió Apolo poniéndose en marcha.
—¡Espera, idiota!—Gritó Homero enojado agarrando del hombro a su hermano, dándolo vuelta para que le vea la cara, mientras hábilmente cerraba el puño en la mano que le faltaba un dedo para disimular el evidente problema—Te acabo de decir que acá viven los magos del imperio: es decir que estamos en la capital imperial, no puedes ir e interrumpir salvajemente en la torre donde viven los magos con una espada.
—¿Por qué no?, los magos son débiles: ¡Vamos, entramos, los matamos y regresamos con la cabeza de las traidoras!, ¿qué tan complicado puede ser?—Comentó Apolo sin entender las preocupaciones de su hermano menor.
Homero rápidamente contestó, tratando de entrar en razón a su hermano:
—¡Está lleno de guardias, idiota!, Quiero decir… podría ser posible… No es como si estos guardias realmente supieran usar una espada, pero si entramos de esa manera no descubriremos por qué la vieja Eco fue asesinada: tenemos que saber el motivo por el cual Helena decidió traicionar a nuestra familia, ¿No te parece?
—Sí, la verdad me gustaría saber el motivo a mí también—Respondió Apolo aun con algo de confusión en su corazón por la traición de su amiga—¿Pero como planeas hacerlo?, no podemos ir y simplemente pedirle que nos dejen entrar a buscar a las traidoras.
—Claro que podemos, somos nobles: ¡Podemos hacer lo que queramos!—Respondió Homero preparando el terreno para lo que vendría más adelante.
—¿Entonces de verdad crees que si simplemente vamos y les decimos a los guardias que nos dejen espiar a una de las magas de esta torre van a aceptar?—Preguntó Apolo mirando a su hermano menor como si fuera un idiota.
—No, los guardias no nos conocen, pero podemos pedírselo al ministro de magia—Respondió Homero notando que Apolo estaba empezando a dudar, sabía que tenía que complicar el plan lo suficiente hasta que el chico aceptara su propuesta como algo «relativamente» lógico.
—¡¿Pero el ministro de magia tampoco nos conoce?!—Remarcó Apolo con un grito.
—Ya sé, pero alguien tan importante debe ser noble al igual que nosotros y los nobles se tratan como pares frente a los plebeyos: ¡Así que el ministro decidirá ayudarnos!—Explicó Homero
—Podría ser…—Dijo Apolo no tan seguro del plan de su hermano menor—¿Pero cómo nos vamos a reunir con el ministro?
—Podríamos ir y preguntar, solo estamos pidiendo reunirnos con el encargado del lugar…—Contestó Homero—¿Se te ocurre alguna forma de que podamos encontrarlo?
—¿Qué tal si decimos que venimos para verificar una nueva máquina de guerra en desarrollo y que necesitamos ver al ministro para que nos lleve a revisarla?—Preguntó Apolo creando una buena idea, una excelente idea: ¡Si no fuera por el hecho de que son niños!.
—¡Dale, hagamos eso!—Exclamó Homero, sin dudas, el niño regordete ya sabía que todo saldría bien mientras Apolo no dudara del motivo por el cual todo estaba saliendo bien.
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Siguiendo el plan, Apolo ocultó la espada en el bosque y se dirigió hacia la gran torre en la distancia, tras caminar unos cuantos minutos los dos hermanos pudieron ver que en realidad había cuatro castillos pegados a la inmensa torre y que el ministerio de magia era mucho más grande de lo que en realidad esperaban.
Intuitivamente, Apolo eligió el castillo donde se encontraba la oficina del ministro de magia para acercarse a preguntar la dirección donde se encontraba el ministro. Al acercarse al castillo, los dos niños pudieron ver a un único guardia custodiando la entrada.
Desde la otra perspectiva, el guardia vio cómo dos niños vistiendo batas blancas y sudadas se acercaban al castillo, por lo que pensó que probablemente se tratara de dos acólitos que se encontraban perdidos en el ministerio y andaban buscando a su maestro.
—Mucho gusto, chicos. ¿Cómo puedo ayudarlos?—Preguntó el guardia bastante predispuesto a ayudar a un par de niños perdidos.
—Venimos a ver al ministro de magia: papá me dijo que teníamos que hablar con él para ver una máquina de guerra superpoderosa y secreta—Explicó Apolo con suma torpeza sin decir lo más importante: que eran nobles.
—Mmmmm…—El guardia escuchó lo que le había dicho Apolo y cuestionó la salud mental del joven. Notando la mala mirada del guardia, Homero se acercó y tomó la armadura del guardia mientras decía:
—Nuestro abuelo es el emperador: ¡Asnos caso o te castigará y no podrás salir a explorar el bosque en los alrededores de este castillo!
—¡No, por favor!, me divierto mucho explorando el bosque: ¡Sería terrible que me castigaran de esa forma!—Exclamó el guardia con los ojos completamente carentes de brillo—Acompáñenme, ¡Los llevaré personalmente con el ministro para que puedan ver la gran máquina ultrasecreta y poderosa!
Sin dudar de lo obvio, Apolo miró con felicidad como el guardia cayó completamente en la trampa y procedía a entrar en el castillo indicándole que lo siguiera.
Con el guardia como guía, los dos hermanos se adentraron en el castillo y subieron las escaleras hasta estar al frente de la oficina del ministro de magia.
*Tock, Tock, Tock* El guardia tocó la puerta de la oficina, mientras los niños esperaban con impaciencia.
—Pase—Dijo alguien desde el otro lado, con una voz completamente carente de alegría o actitud alguna.
El guardia abrió la puerta mostrando un viejo mago vistiendo una toga negra tradicional muy similar a la que usaba Apolo. El mago era realmente viejo y todo su cuerpo era bastante esquelético por lo que parecía que no le quedaba demasiado tiempo de vida. Por su parte, el rostro del mago no era para nada similar a un humano normal, tenía la boca completamente cocida, los ojos cosidos, y su nariz había sido reemplazada por dos tubos de metal. En cuanto a las orejas del mago, parecerían haber sido engrapadas y no tenía un solo rastro de pelo en su cabeza mostrando al descubierto una gran cantidad de cicatrices.
—¿Por qué traes a dos acólitos a mi oficina?—Preguntó el mago, aunque en realidad él no movió la boca para hablar, sino que en su lugar habló un gato negro que estaba moviendo la cola con curiosidad arriba del escritorio del ministro.
—¡Son los nietos del emperador!—Dijo el guardia pasando la puerta, empujando a los dos niños en la habitación.
—¡¿Pero qué tontería estás diciendo?!, ¿Desde cuándo los nietos del emperador pueden caminar sin ayuda o tienen los anillos de los colosos del bosque negro en sus manos?—Preguntó el ministro aunque en realidad él no habló y sus ojos estaban cosidos por lo que realmente él no había visto a los niños. Si no que en su lugar el gato negro arriba del escritorio se encontraba apuntando con su patita a los anillos en las manos de los niños— O más importante aún, ¿Cómo es que terminaron estos dos niños en la capital?
—¡Venimos en una misión ultra-archi-mega secreta, en busca de una traidora y su maestra!—Exclamó Apolo con confianza absoluta.
—¿Qué dijo este, mocoso?—Preguntó el ministro aturdido por lo que le estaban contando, aunque su expresión no cambió; sin embargo, el rostro del gato parecía estar enojado y su patita estaba sacando sus garras.
—Sí, venimos en busca de una traidora, Helena, ella asesinó a una de nuestras criadas y venimos por su cabeza—Respondió Homero, acercándose algunos pasos al ministro.
—¿Su abuelo los mandó hasta la capital para vengar a una criada?—Preguntó el Ministro con aturdimiento, mientras el gato hablaba por él y se lamía su entrepierna pensativamente, entretanto el ministro pensaba que técnicamente era posible que la gente del bosque negro haga semejante idiotez en vez de mandar una carta pidiendo sus cabezas.
—Sí, ¡ella es discípula de una maga que vino a este ministerio hoy!—Dijo Apolo mientras miraba con curiosidad al gato chupándose las pelotas en el escritorio, preguntándose si él era el ministro o la persona en silencio era el ministro.
—Ya veo…—Respondió el ministro pensativamente, mientras el gato dejaba de lamerse y miraba a los dos niños con curiosidad—¿Cómo se llama la maga que causó problemas en el reino del bosque negro?
—Lo desconocemos, pero dijo que venían a presentar a su discípula Helena ante el concilio este día—Respondió Homero, dando unos pasitos para atrás, al parecer el ministro estaba realmente dispuesto ayudarlos o al menos su tono indicaba eso.
—Oh, entonces la maga en cuestión también se llama Helena, ya que solo hay una reunión programada con el concilio para este día. El ministro le dirá a los guardias que la detengan y le entreguen su cabeza a ustedes dos—Respondió el gato con un tono diferente al que venía hablando. Mientras el ministro se encontraba rompiendo su estado estático para abrir los cajones de su escritorio, sacando los elementos necesarios para oficializar la orden.
Tras escuchar el planteo, Homero con preocupación corrió a detener al ministro y tocándolo dijo:
—Primero queremos que nos lleve como invitados secretos a ver por qué Helena quería reunirse con el concilio: ¡Queremos entender por qué Helena nos traicionó!
Inmediatamente, los ojos del gato perdieron su adorable brillo y moviendo la cola con más felicidad que antes comentó alegremente:
—Oh, ¿Cómo podría negarme a la petición de dos niñatos adorables?, le buscaremos unas túnicas de magos para que puedan esconderse y colarse en la reunión del concilio.