Tras adentrarse unos pocos pasos en la oscuridad, Apolo comenzó a sentir como más «personas» se le acercaban, pero una vez que estas personas se acercaban lo suficiente para ver al niño siendo cargado en sus hombros, se detenían y comenzaban a retroceder sus pasos con la misma lentitud con la que se habían acercado. Apolo sabía que esto era porque estas criaturas tenían la suficiente inteligencia como para no querer terminar como el pobre niño que estaba colgando de sus hombros como un saco de patatas, gracias a esta intimidación Apolo logró encontrar la escalera que se dirigía al segundo piso de la tienda sin problemas.
Al llegar a la escalera, Apolo vio como la alfombra en el piso de la escalera era una rayuela gigante llena de números y letras desordenadas sin un aparente sentido. No obstante, el joven noble procuró subir la escalera siendo lo suficientemente cuidadoso como para no pisar ninguna letra. Algunas veces el joven tuvo que saltar un escalón y otras subir en zigzag, pero sin muchas dificultades Apolo terminó logrando el objetivo de subir al segundo piso.
El segundo piso como tal no era muy diferente al primero, salvo por el pequeño detalle de que las pegatinas de este piso estaban moviéndose como si tuvieran vida propia: Las pegatinas iban de una pared a otra, se metían entre los libros y de vez en cuando se despegaban y saltaban para pegarse en otro lugar sin un aparente motivo, haciendo complicado imaginarse a dónde se irían después.
Apolo trató de contar la cantidad de pegatinas, pero se dio cuenta de que eran demasiadas para perder el tiempo con esta tarea; el joven sabía que tenía que ser rápido, por lo tanto, procedió a sacar el antifaz de plata de uno de los bolsillos ocultos en su toga y se lo puso en el rostro. Inmediatamente, Apolo miró con atención el pasillo del segundo piso: De un lado estaba la baranda que daba al pulmón en medio de la tienda por la cual el joven podría tirarse para bajar inmediatamente al primer piso, del otro lado estaban las estanterías llenas de pegatinas en movimiento aparentemente inofensivas. Mientras que en el piso del pasillo estaba la continuación de la alfombra con diseño de rayuela que el joven pudo ver en la escalera.
Pero lo más importante que pudo ver Apolo en este pasillo es que entre la infinidad de libros infantiles en las estanterías había un libro que estaba brillando como si fuera una calcomanía: ¡Era el libro indicado por su ancestro!. Apolo sonrió como un demente al ver el libro brillante desde la entrada del segundo piso, pese a que el joven contuvo sus ganas de ir a buscarlo, ya que aún no se atrevía a adentrarse en el silencioso pasillo. Según su ancestro el libro que Apolo buscaba debía brillar si el joven lo veía con el antifaz de plata puesto; el joven no tenía ni idea del motivo por el cual el libro brillaba o como su ancestro lo había colocado en este lugar, pero la realidad estaba frente a sus ojos por lo cual no había motivo para dudar de sus palabras.
Tras comprobar que el ansiado tesoro estaba a unos pocos pasos, Apolo miró con atención como las calcomanías seguían moviéndose aleatoriamente entre las estanterías, el piso y las paredes del pasillo. Conteniendo sus ganas, el joven esperó pacientemente a que las calcomanías por aleatoriedad se alejaran del camino entre él y el dichoso libro.
El tiempo lentamente fue transcurriendo, mientras Apolo sin perder la calma observaba en la distancia como las calcomanías se movían de un lugar a otro en busca de la oportunidad perfecta para reclamar su premio, fue entonces cuando un ruido anormal comenzó a escucharse desde el tercer piso de la tienda poniendo en alerta al joven noble.
*Ching... Ching...¡Ching!* Un ruido muy similar al de cadenas chocando entre ellas pudo escucharse bajando por la escalera que conectaba el tercer piso con el segundo.
Apolo ni siquiera se molestó en levantar la cabeza para ver la fuente del ruido, y en su lugar salió corriendo como un demente sujetando firmemente a su chaleco salvavidas; con una destreza pocas veces vista en un humano, el joven se dirigió a la dirección en donde se encontraba el libro que tanto anhelaba sin pisar ninguna de las letras en la rayuela en la alfombra.
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Sintiendo el movimiento de Apolo por el pasillo, las calcomanías en las estanterías comenzaron a saltar arriba del joven para pegarse a la toga del mismo. Inmediatamente, las calcomanías se deslizaron por la toga que vestía Apolo hasta llegar a la piel del joven, para luego meterse dentro de la misma provocando que un débil brillo fluorescente comenzara emitirse desde abajo de la piel del noble.
Ignorando el terrible dolor de sentir como era atravesado por incontables calcomanías, Apolo siguió corriendo hasta llegar al libro que brillaba y tomarlo. Mientras tanto el niño que cargaba en sus hombros comenzó a envejecer a medida que se consumía su fuerza vital para curar el daño causado por las calcomanías en el joven.
*¡Ching!... ¡Ching!* Pese a que el libro había sido obtenido por Apolo, el joven se percató de que el ruido de las cadenas chocando se estaba haciendo cada vez más fuerte y más cercano a su cuerpo:¡Al punto de que la misteriosa criatura estaba a unos pasos de agarrarlo!.
Sintiendo la urgencia del momento, Apolo no pensó en las consecuencias y saltó por la baranda que daba al pulmón en el medio de la tienda para caer directamente al primer piso.
*Puff* El joven cayó arriba de la alfombra y se levantó de inmediato para comprobar que todo había salido bien de milagro y sus ancestros místicamente lo protegieron de caer arriba de una estantería; lo cual podría haber provocado que todas las estanterías del lugar comenzaran a caer con un efecto dominó haciendo imposible caminar entre el mar de libros tirados en el piso.
Mientras el joven agradecía y pedía ayuda en su mente, corrió hacia la salida de la tienda como si su vida dependiera de ello, pues el ruido de las cadenas chocando aún podía escucharse desde el segundo superior. No obstante la tarea no estaba siendo tan fácil dado que una gran cantidad de niños se acercaban a Apolo atraídos por la luz de las calcomanías que brillaban debajo de su piel: ¡Al parecer sus números le daban el coraje para dejar de sentirse intimidado por el gigante!
*¡Ching!... ¡Ching!... ¡Ching!* El ruido de cadenas chocando comenzó a escucharse bajando a gran velocidad desde la escalera que conectaba el primer piso con el segundo y parecía que a este ritmo llegaría a Apolo antes de que el joven pudiera escapar.
Percatándose de la terrible situación donde se encontraba, el joven noble corrió como un demente chocando contra los niños, repartiendo manotazos por todos lados mientras corría hacia el túnel cada vez más cercano.
*¡Ching!... ¡Ching!... Ahhhg* El Ruido de cadenas chocando se fue haciendo cada vez más fuerte a medida que Apolos se acercaba al túnel; sin embargo, el ruido de las cadenas chocando se opacó por los gritos llenos de agonía que comenzaron a surgir desde la espalda del joven, al parecer la criatura que liberaba el ruido de las cadenas estaba atacando a los niños que le iban siendo arrojados por Apolo, en un intento desesperado del joven de ganar tiempo para salvarse el cuello.
No obstante, el joven no sonrió de felicidad al escuchar cómo los niños eran las víctimas de la misteriosa criatura, ya que por el ruido que escuchaba proviniendo desde su espalda la criatura no se estaba distrayendo, y en su lugar su velocidad se estaba haciendo cada vez más rápida decidida a atrapar a Apolo como diera lugar.
*¡Ching!... ¡Ching!...* Apolo con horror escuchó como el ruido de las cadenas chocando estaba justo detrás de él. La criatura estaba tan cerca que el joven había comenzado a oler el fétido y repulsivo olor moribundo que liberaba. Pese a ello Apolo no se detuvo a tratar de ver que tan lejos estaba realmente la criatura, y siguió corriendo cada vez más rápido hasta finalmente acercarse lo suficiente al túnel como para empezar a verlo entre la oscuridad de la tienda.
*¡Ching!... * Apolo escuchó como el ruido de las cadenas chocando se detuvo abruptamente, lejos de sentirse a salvo el silencio provocó que el joven soltara al esquelético niño en sus hombros y pegara un salto anormalmente alto hacia el túnel. Mientras volaba acrobáticamente por el cielo el joven noble sintió como las cadenas emitían el ruido similar a un latigazo para tratar de agarrarlo, pero afortunadamente o por la gracia de sus ancestros, la criatura falló en su intento desesperado de atraparlo y el joven cayó al suelo para terminar rodando por la alfombra hasta chocar con la pared. Como si su vida dependiera de ello, Apolo se metió al túnel y cerró la puerta del mismo lo mejor que pudo, para comenzar a gatear con una velocidad impresionante hacia la salida del túnel.
*¡Ching!,¡Ching!, ¡Ching!, ¡Ching!* Apolo comenzó a escuchar como la criatura que lo había perseguido comenzó a golpear la pared del pabellón de libros infantiles haciendo que las cadenas chocaran con aún más violencia, pero por suerte esto también indicaba que la horripilante criatura no podía meterse por el túnel: ¡Apolo había escapado!