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E155-La puerta roja

Al llegar a la pared, Apolo extendió su mano hacia los tablones de madera y se percató de que también podía atravesarlos al igual que el joven enmascarado lo había hecho. Estando seguro de que no se estrellaría contra los tablones de madera, Apolo atravesó con su cuerpo la pared, permitiéndole observar como del otro lado se encontraba un amplio pasillo de losas blancas que se extendía hasta lo que aparentaba ser el infinito y más allá.

Las paredes y el techo de este peculiar pasillo estaban hechos de las mismas losas blancas del suelo. Por otra parte, en el techo del pasillo había innumerables cristales transparentes iluminando el lugar con una incómoda luz blanca. Dicha luz se le hacía demasiado molesta a Apolo, debido a que dado lo pulidas que estaban las losas en el pasillo el reflejo de la luz blanca estaba inundando el sitio, contrastando demasiado con el oscuro pasillo por donde había estado caminando el joven noble hace no mucho.

Si bien no podía verse ninguna puerta por ningún lado y el pasillo no parecía llegar a ningún sitio en específico además del infinito, el joven enmascarado se encontraba adentrándose en el mismo, caminando con lentitud por las lozas blancas en silencio, aparentemente esperando que Apolo se acostumbrara la incómoda luz del pasillo y finalmente decidiera alcanzarlo.

Tras unos segundos luchando contra el reflejo de la luz y entendiendo que el joven enmascarado no detendría su marcha a esperarlo, Apolo no esperó a poder ver con normalidad y corrió hasta el punto negro en la distancia, logrando ponerse a su lado y sin perder el tiempo preguntarle:

—¿Qué es lo que quieres mostradme?, ¿hacia dónde nos dirigimos?

—Cuando lo veas lo entenderás…—Respondió calmadamente el joven enmascarado, poniendo impaciente a Apolo.

El joven noble al escuchar la respuesta, dejó de mirar al joven enmascarado para ver el infinito pasillo que tenía por delante y con énfasis exclamó sus pensamientos:

—¡Pero este pasillo no llega a ninguna parte!

—Por el momento… por el momento no llega a ninguna parte, pero tarde o temprano el subconsciente de Helena nos olvidará y entonces este pasillo nos mostrará lo que buscamos ver—Respondió el joven enmascarado con mucha calma, tratando de tranquilizar al impaciente noble.

—¿El subconsciente de Helena?, ¿a dónde estamos?—Preguntó Apolo forzando su vista tratando de ver el final del pasillo, pero de nada servía, ya que el pasillo no aparentaba tener fin alguno, o al menos la incómoda luz blanca reflejada por todo el lugar ayudaba a que ese efecto se diera en la mente del noble.

El joven enmascarado se acomodó la máscara y calma comenzó a explicar la situación actual a Apolo con las palabras más sencillas que pudo sacar de la galera, tratando de que el noble comprendiera que es lo que estuvo ocurriendo todo este tiempo:

—Bueno, la respuesta a esa pregunta depende mucho de los tiempos: Al principio estábamos en un sueño controlado por Helena, o por su anillo, o por nadie...vaya uno a saber la verdad. Luego te cedí el control de la máscara y te forcé a adentrarte a un recuerdo que había en el antifaz de plata para ganar algo de tiempo, dado que cuanto más te adentres en un sueño más se distorsionan los tiempos y las décadas se convierten en segundos y los segundos en décadas. Utilizando este preciado tiempo ganado, tú lograste volver a cederme el control del antifaz antes de que se te acabara el tiempo, y me forzaste inconscientemente a adentrarme en uno de los recuerdos de Helena, el cual no casualmente era el recuerdo que tú más anhelabas descubrir. Independientemente de ello, en dicho recuerdo y con algo más de tiempo para trabajar finalmente pude ponerte el antifaz de plata, y de tal forma obligarte a que me mostraras el subconsciente inventado de la «otra» Helena que se escondía en tu interior. De esa forma terminé metido en el subconsciente de la acólita de Helena, es decir el subconsciente que la maga terminó creando al asesinar al verdadero subconsciente de Helena. A partir de ese subconsciente logré que la acólita de Helena me volviera a ceder el control de la máscara y empleando sus recuerdos inventados logramos adentrarnos en el subconsciente de la «verdadera» Helena, es decir la maga que nos estuvo complicando la vida todo este tiempo. Ya habiendo arreglado las cosas importantes, yo te hice aparecer en el subconsciente de Helena para explicarte toda la verdad. Algo complejo, ¿no crees, Apolo?, pero por más complejo que hayan sido todos los pasos para llegar a este punto, por suerte todo eso ya son cosas del pasado, y todo salió bien… hasta el momento.

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—¿La acólita de Helena?. Entonces hay dos Helenas, ¿o me estoy confundiendo?, ya la explicación de por sí es bastante confusa como para repetir dos nombres y esperar que la entienda—Comentó Apolo completamente aturdido, por algún motivo subconscientemente sentía que esas palabras tenían sentido, pero la lógica en sus recuerdos le indicaban que esa frase no tenía sentido alguno.

—Tú nunca te metiste en el subconsciente de la acólita y mucho menos eras consciente durante el sueño creado por Helena, o por su anillo... o por nadie, así que es lógico que no comprendas que ocurrió y por el momento eres demasiado ignorante como para terminar de entender mis palabras, por lo que no espero que lo logres en este momento…—Respondió el joven enmascarado con calma y de forma bastante contundente—Lo importante es que entiendas el concepto de que «había» dos intrusas en tu mente: una era la malvada maga que te estaba amargando la vida y la otra era una pobre desafortunada que realmente murió hace mucho tiempo, pero sus recuerdos sobreviven en la imaginación de la maga.

—Si se supone que no deba entenderlo en este momento, que así sea...—Respondió Apolo forzándose a ignorar la gran cantidad de preguntas en su mente, tratando de concentrarse en comprender por qué este joven enmascarado se tomó tantas molestias en llegar a este lugar. Tal y como había comentado esta persona misteriosa: él no recordaba ningún sueño creado por Helena o por su acólita, pero el joven noble decidió confiar en sus palabras y no discutir sobre un asunto que no terminaba de entender. Pese a ello Apolo buscó terminar de comprender las pocas dudas que sí había logrado deducir parcialmente durante estos sueños—¿Entonces tú eres mi ancestro Tea, el gran mago de la memoria?. Ahora que lo pienso tendría sentido que fuera de esa forma, eso explicaría el problema con el hacha maldita y porque eras tan bueno con la magia, ¿Al final decidiste ser un mago después del asedio o seguiste siendo soldado hasta que te cansaste y te convertiste en un mago?

—No, te estás confundiendo—Respondió rotundamente el joven enmascarado—La máscara guarda los recuerdos de Tea, pero yo no soy Tea. Aunque por desgracia puedo responderte que al joven Tea muchos años más de milicia lo acompañaron antes de que finalmente se animara a contarle la verdad a sus padres y pudiera convertirse en un mago.

—¿Entonces quién eres?—Preguntó Apolo un poco molesto por no lograr acertar con su idea.

—¿Acaso no es obvio?—Respondió el joven enmascarado con una sonrisa, mirando como el final del pasillo finalmente aparecía frente a sus ojos, revelando que este pasillo concluía con una puerta de madera completamente roja—Déjame darte una pista, yo soy tu mejor amigo, la persona más lista y apuesta del mundo, y te conozco perfectamente, al punto que sé todos tus secretos. Ahora dime: ¿Quién soy?

—¿Yo?—Preguntó Apolo con algo de rubor en el rostro; avergonzado de sentirse que encajaba perfectamente en esa definición.

—Sí, siempre estuviste hablando contigo mismo: ¡No ves que eres un genio, Apolo!—Respondió el joven enmascarado. Aunque la gran realidad es que si la verdadera identidad de esta persona fuera el propio Tea, al difunto le resultaría bastante conveniente hacer creer a Apolo que todo esto fuera producto de su propio ingenio. Y que no fuera obra de la ayuda de un ancestro que de casualidad se había preocupado en poner un mecanismo de defensa en uno de sus inventos, por si alguno de sus descendientes era afectado mentalmente por algún trauma como el que él había vivido durante la guerra, o por si eran víctimas de algún hechizo desconocido de algún mago o criatura con malas intenciones.

—Me pareces muy real para ser algo inventado por mi imaginación—Respondió Apolo con sinceridad, aunque por la apariencia y la voz de esta persona le resultaba difícil opinar lo contrario.

—Es porque no me creó tu imaginación, me creó la imaginación de Tea guardada en el antifaz de plata, pero en el fondo somos la misma persona, Apolo: ¡Nunca te olvides que el único que puede solucionar y entender tus problemas eres tú mismo!—Respondió el joven enmascarado, apuntando con su mano hacia la puerta roja en la distancia—Ya falta poco, en unos minutos terminarás de entender cómo es que acabaste en esta situación tan desesperada.