Tras un buen rato festejando con la gente, Apolo finalmente fue liberado por la multitud luego de recibir no menos de mil alabanzas por cabeza. Ahora mismo nuestro mago novato se encontraba buscando donde se encontraba el salón 5A en el primer piso del castillo, por suerte los únicos pisos llenos de gente eran los dos primeros pisos del castillo, así que Apolo pudo seguir los carteles y encontrar la sala con rapidez.
Al llegar al salón, Apolo observó que se trataba de un salón tan grande como en el que había realizado la prueba escrita; aunque este salón no parecía haber sido improvisado: los costados del salón estaban repletos de escritorios donde se encontraban personas leyendo y escribiendo documentos, otros trabajadores por su parte se encontraban mandando pergaminos enrollados por unos tubos extraños colocados en sus escritorios, por el atuendo de las personas trabajando en este salón parecería que no eran magos y solo se trataba de empleados burocráticos del ministerio.
Los escritorios en la habitación estaban colocados de tal manera que se formaba un largo pasillo hasta el final del salón donde un único escritorio grande podía encontrarse: un mago se encontraba sentado en un sillón frente al escritorio esperando ser atendido por el empleado trabajando en el escritorio grande. A diferencia del mago que vestía la tradicional túnica completamente negra, la persona trabajando en el escritorio grande vestía una camisa y unos pantalones coloridos, mucho más elegantes que las que vestían el resto de empleados burocráticos trabajando en la sala, por lo que uno intuía que se trataba del empleado más importante en esta habitación.
Nomás Apolo entró por la puerta un guardia interrumpió su marcha y se acercó para hablarle:
—¿Disculpe, podría indicar su nombre?
—Apolo de los bosques negros.
—Así que es usted: ¡Felicidades por pasar el examen!—Felicitó el guardia mientras verificaba que el nombre de Apolo realmente estuviera escrito en la tabla que tenía en la mano—Para recibir su primer patrocinio imperial, debes ir al último escritorio del salón y completar algunos formularios.
—¡Gracias por las indicaciones!—Agradeció Apolo con los ojos brillando al notar que tras unos pocos pasos más finalmente recibiría la mejor parte de ser un mago: ¡Los cristales!.
El joven caminó con impaciencia por el pasillo formado con escritorios y procedió a sentarse junto a un sillón que estaba al lado del mago que actualmente se encontraba esperando, mientras era observado por la mirada atenta del hombre que atendía el escritorio.
—Mucho gusto, Apolo, ¿no? —Preguntó el hombre vestido de forma elegante, el cual aparentemente ya esperaba la llegada de Apolo—Mi nombre es Finz de charcos tristes y estoy a cargo de gestionar los patrocinios que recibe cada mago en el imperio.
—Sí, ese soy yo: ¡Vengo por mis cristales!—Respondió Apolo con impaciencia.
—Los cristales del emperador querrás decir…—Corrigió el mago sentado al lado de Apolo, mientras se acomodaba las grandes gafas que llevaba puestas en su rostro— Mucho gusto, Apolo, soy el mago Marcos del Valle, Hace tiempo que no escucho tanto escándalo dentro del ministerio, ¿Sabrías decirme cuántos aspirantes aprobaron el examen?
—Del cupo de mil inscriptos, solo dos habían aprobado el examen hace media hora—Respondió Finz modulando cada palabra de forma algo obsesiva—Y durante esta media hora llevan aprobados más de 77 candidatos y contando. Me temo que el cupo de 500 magos se pasó hace doce minutos y ahora tenemos un ligero excedente… No tan ligero… Para nada ligero…
—Ja, ja, ja, ¿El viejo Hefesto se olvidó de tomar sus pastillas o qué ocurrió? —Rió Marcos mientras golpeaba con su mano en el escritorio, sin importarle la mirada de incomodidad del empleado al ver cómo los objetos en su escritorio se movían y se desacomodaban de sus posiciones originales—¿Qué te preguntaron en la instancia escrita, Apolo?
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—Mi nombre y de donde venía…—Respondió Apolo tratando de recordar la parte importante del «formulario» de inscripción.
—Deje de golpear la mesa, por favor… Por lo demás Apolo es de bosques negros y no tiene por qué hacer el examen…—Corrigió Finz modulando obsesivamente sin consultar una sola hoja: parecía que toda la información se guardaba en alguna parte de su cabeza—La pregunta escrita fue aprobada por el concilio de magos como cualquier instancia escrita dada durante los exámenes de inscripción y se centraba en responder que era un «bismuto». Mientras que el examen oral es una instancia privada y personal entre el archimago Hefesto y el aspirante, por lo que no hay registros de las preguntas hechas.
—¿Y como es que 77 personas y contando saben que es un bismuto?—Preguntó Marcos dejando de sonreír de forma brusca, mientras movía de forma histérica las gafas en su rostro—Hay 5 bismutos en todo el imperio y los usamos solo para calibrar grandes proyectos. No tiene ningún sentido que haya un solo candidato que pudiera responder esa pregunta y es completamente inadmisible que haya más de 77 respuestas correctas.
—Tal vez alguien mencionó el tema antes de que el examen comenzará y de casualidad se lo preguntaron a todos…—Respondió Finz buscando alguna solución posible para semejante anormalidad, él sabía que la situación no era tan simple: si había más magos que el cupo máximo establecido eso indicaba que el presupuesto destinado a la magia en el imperio debería aumentar. O si no todos los magos verían reducida su porción de la torta y eso significaba que él tendría que lidiar con magos molestos todos los días—De todas formas lo inexplicable es que Hefesto haya aprobado a todos los candidatos en la instancia oral, es el mago más estricto con sus evaluaciones en todo el imperio.
—"¿Acaso no sabes quién fue el inventor del bismuto?"—Comentó Marcos como si fuera una pregunta bastante común, acomodándose sus gafas enérgicamente—Es un rumor poco conocido que Hefesto siempre odió que nadie supiera responder esa pregunta. Pero es «lógico» si al fin al cabo casi nadie trabajó con un bismuto y exceptuándome, únicamente conozco a dos magos que saben cómo usarlos siendo uno de ellos el propio Hefesto.
—¿Por qué le molesta que nadie sepa quien creó el bismuto?—Preguntó Finz—Si son tan raros es bastante normal que nadie lo sepa.
—¡No! Ese es el problema: incluso siendo raros, el bismuto es un invento sumamente revolucionario—Comentó Marcos con orgullo—Hace más de cuatro mil años que los magos emplean a los memos para medir el consumo de agregados y nadie logró mejorar la precisión de los memos hasta que se inventó el bismuto.
—¿No exageraste un poco con los tiempos?, cuatro mil años quiere decir que se usaba desde antes del imperio—Preguntó Apolo algo interesado en la charla.
—Desde que hay humanos hay magos, por lo que hay inventos incluso más viejos que los memos—Respondió Marcos con alegría—Si bien te acabas de unir a este mundillo, con el tiempo descubrirás que los grandes inventos de los magos se miden en décadas. Si bien es normal no verlos nunca, el bismuto es uno de los más grandes inventos de todo este imperio.
—¿Entonces por qué nadie sabe que es un bismuto?—Preguntó Apolo, por más que sea caro si era tan importante como había dicho Marcos entonces el invento debería ser conocido.
—Justamente: ¡Todo el mundo debería saber que es un bismuto!—Comentó Marcos moviendo sus gafas de arriba para abajo mostrando un brillo lleno de pasión en los ojos—Y más importante aún, todo el mundo debería reconocerle este gran logro a su creador, mientras él esté aún con vida. Si es raro ver un logro tan relevante en el mundillo mágico, aún más raro es poder cruzarse con el creador de tal invento.
—¿Vos lo creaste? —Preguntó Apolo tratando de encontrar el motivo por el cual este mago sentía tanta pasión por los bismutos.
—Claro que no, su creador siempre se mantuvo en el anonimato: ¡Hasta el día de hoy!—Respondió Marcos mientras acomodaba sus gafas con sus manos, como indicando que lo que estaba a punto de revelar era una deducción impresionante.
—¿Hasta el día de hoy? —Preguntó Finz estando más interesado en dejar volar al mago en su mundo imaginario que en saber la respuesta.
—Exacto, hasta el día de hoy: ¡Porque acabo de descubrir quién los inventó!—Gritó Marcos exageradamente mientras volvía acomodarse las gafas en su cara
—¿Los inventó Hefesto?—Preguntó Apolo recordando lo feliz que estaba el viejo al descubrir que había llenado completamente el «formulario».
—¡Se ve que eres un genio, Apolo!—Exclamó Marcos no irónicamente, mientras sonreía y observaba a Finz con una mirada cómplice—Dime, ¿Quién es el que más gana si todos estos magos aprueban el examen?