Ayudándose con la débil luz emitida por los cristales, Apolo bajó los escalones musgosos procurando no resbalar hasta que finalmente llegó a tocar el piso del refugio subterráneo. Con curiosidad, Apolo volteó y observó el escondite con atención, el mismo era bastante pequeño y estaba débilmente iluminado por unos cristales que emitían una luz roja. Las paredes del escondite eran de tierra y eran demasiadas lisas como para que Apolo pudiera pensar que las cavaron con una pala, al igual que como ocurría con la entrada del escondite. Pese a esa perfección, en el techo de tierra del refugio subterráneo podían verse como las raíces de los árboles de la superficie habían crecido, atravesando gran parte del techo del escondite. Dando sitio a que el techo del refugio esté colmado de raíces llenas de tierra que poco a poco comenzaban a ganar terreno en su batalla por destruir este lugar, y de hecho algunas de estas raíces ya se las notaba avanzando por las partes superiores de las paredes del escondite. Con esta información cualquier persona lo suficientemente curiosa podía deducir que este refugio fue hecho hace bastante tiempo, dado que le tomaría varios años a los árboles de la superficie hacer crecer sus raíces de esta forma.
Por otra parte, en el escondite solo se encontraban unas pocas cajas de madera en mal estado y no había un solo mueble, por lo que realmente este sitio se parecía más a un almacén secreto que a una guarida secreta.
—¿Por dónde están tus mascotas?—Preguntó Apolo con curiosidad mientras inspeccionaba las cajas en el escondite cercanas a él; las mismas parecían estar llenas de latas con comida, aunque el contenido de las mismas ya había sido comido hace mucho tiempo por lo que solo se veían las latas vacías y llenas de óxido.
—¡Por acá!—Respondió Helena caminando con lentitud hacia una caja en particular, para retirar un trapo enrollado lleno de polvo de su interior. Al desenrollar el trapo, Helena reveló que en su interior se encontraba una caja chiquita y en muy buen estado. Con cuidado la niña abrió la caja en su mano, permitiendo que Apolo observara como en el interior de la caja se encontraban dos babosas fluorescentes bastante bonitas moviéndose sobre un líquido pegajoso y espeso de color azulado.
—...—Apolo se quedó mirando en silencio las dos babosas, realmente eran bastante bonitas y la poca iluminación en el refugio subterráneo resaltaba su fluorescencia. Pero el gran problema que tenía Apolo con estas babosas es que les resultaba extrañamente conocidas, como si ya las hubiera visto en el pasado, hasta el niño podía jurar que por algún motivo si acercaba estas babosas a sus oídos las mismas tratarían de meterse por su oreja.
—¿Te gustan?—Preguntó Helena mirando con cierta preocupación la desconfianza en la mirada de Apolo.
—Me encantan, ¿en qué parte del bosque las encontraste?—Cuestionó Apolo metiendo la mano en la caja para tocar el líquido azulado viscoso por el cual se movían las babosas. Al niño le resultaba extraño que jurara haber visto en el pasado a estas criaturas, y pese a ello no lograra recordar lo viscoso que era este líquido, o donde era exactamente el lugar en donde las había visto.
—¡Siguiendo el arroyo, las encontré debajo de unas rocas!—Respondió Helena con emoción, aunque la velocidad de su respuesta aparentaba que la misma había sido armada con anticipación.
—Con razón...—Respondió Apolo encontrando una excusa en su mente: Lo más probable es que el niño las haya visto en algunas de sus muchas aventuras por los bosques, pero no recordara donde.
—¿Qué decías?—Preguntó Helena con curiosidad, notando que el niño se había quedado trabado hablando.
—Con razón... ¡Son tan bonitas!—Respondió Apolo quedando completamente aturdido; el niño quería decir «con razón me resultaban conocidas» pero de su boca salieron otras palabras—Con razón... ¡Son tan preciosas!
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Apolo se tomó la garganta con aturdimiento, sin entender cómo era que las palabras en su boca salían por su cuenta.
—...—El niño trató de volver a intentar hablar, pero se dio cuenta de que por más que modulara las palabras en su boca no salía ningún ruido de la misma.
Por otra parte, al notar el silencio del niño, Helena comentó:
—¿Te gustaría agarrarlas?, son algo viscosas y la sensación de sentir como se deslizan por tus dedos es fabulosa.
Cansado de tratar de hablar en vano, Apolo tomó una de las babosas en el cajón y dejó que la misma se deslizara por sus dedos, para luego volver a tratar de hablar, no obstante ninguna palabra seguía saliendo de su boca.
—¿Y cómo se siente?—Preguntó Helena con una sonrisa amigable tomando la otra babosa de la caja, dejando que la misma deslizara por sus manos.
—Muy divertido—Respondió Apolo extrañado al sentir como finalmente había vuelto a poder hablar, pese a ello cuando el niño trató de decir algo más se percató de que nuevamente sus palabras dejaron de salir de su boca.
—¡Vez que son fabulosas, vale la pena tener estas babosas de mascota!—Exclamó Helena con una sonrisa—¿Sabes que es lo más especial de estas babosas?
—¿Qué?—Preguntó Apolo tomándose su garganta, volviendo a sentir incómodamente la sensación de vomitar palabras.
—Si dejas que las babosas se metan por tus oídos la sensación que crean estas criaturas al deslizarse en tu interior es fabulosa—Respondió Helena con una sonrisa.
—¿Quién en su sano juicio se metería un insecto en su oído?!—Exclamó Apolo mientras miraba con incomodidad a Helena; el niño no esperaba que esa pregunta pudiera salir por su boca.
—Si fuera un insecto normal, claro que no lo haría. Pero estas babosas son especiales, no te harán daño, ya lo probé muchas veces: ¡Mira!—Contestó Helena con confianza mientras acercaba la babosa a su oído y la misma intuitivamente se deslizaba hacia el interior del orificio—Vez, no pasa nada y la sensación es fabulosa.
—...—Apolo quiso responderle a la niña que lo que acababa de hacer era una locura, no obstante esta vez sus palabras no salieron de su boca. Provocando que Apolo se quedara en silencio y mirara con consternación la babosa en su mano, entendiendo que probablemente debía meterse a la criatura en el oído para descubrir el verdadero significado de este sueño.
No obstante, mientras Apolo miraba la babosa en su mano con dudas y Helena miraba a Apolo ansiosamente, el escondite secreto comenzó a temblar violentamente como si un terremoto estuviera ocurriendo. Causando que los cristales en las paredes del refugio cayeran al suelo dejando al lugar en completa oscuridad, mientras que del techo del refugio comenzaron a desprenderse pequeñas porciones de tierra, mostrando el infierno que se avecinaba si los dos niños no escapaban pronto.
Pese a ello, Helena no dejó de mirar impacientemente a Apolo, mientras que el niño trataba de mencionarle la situación riesgosa en donde los dos se encontraban ahora mismo a la niña. No obstante sus palabras no salieron y Apolo se dio cuenta de que la niña no parecía ser consciente de que un terremoto estaba ocurriendo ahora mismo, al igual que le había pasado a su descendiente Tea durante el terremoto en el pueblo.
Con miedo a que el mismo resultado se repitiera y el terremoto provocara que volviera a aparecer en un sitio diferente, volviendo a ser un ancestro sin lograr haber aprendido nada de este sueño, Apolo rápidamente se puso la mano en la oreja y procuró que la babosa se metiera en el orificio antes de que el escondite se derrumbara y los enterrara vivos. Cuando el niño se acercó la mano al oído, la babosa rápidamente se deslizó hacia el orificio de su oído metiéndose por su interior, inmediatamente Helena cayó bruscamente al suelo y Apolo se quedó petrificado mirando a la nada misma mientras el refugio a su alrededor se derrumbaba.
En el instante mismo en que Helena chocó contra el piso de tierra del refugio, la puerta del escondite se abrió de golpe, iluminando el interior del mismo.
*Puff* Inmediatamente uno de los guardias que se encontraba esperando pacientemente en el exterior se tiró por la entrada del refugio sin usar los escalones, estrellándose contra el suelo y provocando que el hombre se lastimara las piernas al hacerlo. Pese a ello, el guardia no emitió ninguna queja y rengueando con esfuerzo se acercó al niño petrificado mirando a la nada misma mientras los trozos de tierra caían a su alrededor golpeando su infantil cuerpo. Tras unos pocos segundos, el guardia llegó hasta estar al frente de Apolo. Acto seguido, el hombre se sacó el antifaz de plata y se lo puso al niño provocando que un destello verde inundara el escondite a punto de derrumbarse.