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E57-Paso del tiempo

Una semana pasó con tranquilidad en la capital imperial y el día de hoy nuestro protagonista se acababa de despertar en su habitación rodeada de camas y muebles exóticos, probablemente era una de las habitaciones más feas de toda la casa; sin embargo, en esta sala cada mueble guardaba una gran historia bajo el no tan fiable criterio de Apolo, por lo que era la habitación donde el joven se sentía más seguro para contrarrestar los instintos peligrosos de las criaturas que planeaba obtener.

Perezosamente, Apolo bostezó y miró por la ventana de la habitación el sol mañanero iluminando las tierras de la capital.

—Otra noche, otro buen sueño. Claramente, todo este esfuerzo está consintiendo a mis ancestros—Murmuró Apolo con una sonrisa en el rostro, desde que se había convertido en mago estaba durmiendo anormalmente bien: es decir como cualquier persona normal. Eso le estaba dando al joven más energía y mucha más felicidad. Para alguien como él que se había acostumbrado a funcionar con un cuarto de pila, ahora que la pila estaba cargada completamente Apolo sentía como si todos los días el sol estuviera sonriéndole desde el cielo y los pájaros en los árboles del patio le cantaran sus canciones para él.

Tras desperezarse, Apolo procedió a vestirse con su ropa de costumbre, ya que todavía no compraba las vestimentas que portaban los magos en el imperio. Con movimientos automatizados, como si repitiera la misma rutina en cada mañana, Apolo procedió a salir de su habitación para dirigirse a la entrada de la mansión, en donde procedió a caminar hacia la sala de recepción de invitados. Allí Apolo pudo encontrarse con Orrin, sentado en un sillón, mirando cómo la chimenea ardía mientras se encontraba tomando una merienda y comiendo algunos bocadillos.

La sala de recepción de invitados, al igual que la entrada de la mansión, fue una de las primeras habitaciones en amueblarse, por lo que estaba muy bien decorada. Tanto las alfombras como los muebles de madera de la sala de recepción de invitados provocaban cierta armonía al verse y aparentaban una realidad bastante alejada del real estado en el cual se encontraba la mansión. Por lo que terminó convirtiéndose en una de las habitaciones preferidas de Mateo, Orrin y el resto de los criados.

—¿Hace frío?—Preguntó Apolo mirando por primera vez una chimenea encendida en esta mansión.

—Casi estamos en invierno, me alegro de que no sienta frío: eso significa que está cada vez más saludable—Comentó Orrin con una sonrisa mientras invitaba a Apolo a desayunar con él—¿Usted no se alegra de verse mejor?

—Y… si… No es como si hubiera disfrutado ser una rata esquelética—Se quejó Apolo mientras se sentaba al lado de su mayordomo y se preparaba la misma bebida que él—Pero ciertamente me era complicado entrenar con tan pocas ganas: realmente siento que venir a la capital fue un gran acierto en mi vida.

—Como usted dice cada mañana: ¡Sus ancestros lo están bendiciendo!—Respondió Orrin con una sonrisa llena de alegría, como si todos estos logros se debieran a su trabajo; cosa que era bastante cierta, sin su ayuda Apolo habría muerto hace mucho de hambre—Es por eso que me preocupaba tanto molestar a los difuntos. Las advertencias de los sabios no son pocas: no hay que jugar con los muertos y menos con los de otras familias.

—Yo también me temo que no sean simples rumores o divagaciones de los ancianos…—Murmuró Apolo mirando a la estufa con preocupación—Pero no teníamos otra opción, la chatarra debe seguir fluyendo hasta mi mansión y no cumplir una petición del ministro de asuntos urbanos era buscarse problemas.

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—¿Usted cree?, no creo que la gente se atreva a meterse con su familia tan fácilmente—Comentó Orrin mirando el tamaño de Apolo con orgullo, finalmente sentía que trabajaba para un verdadero coloso de los bosques negros.

Apolo no contestó y se tomó su tiempo para tomar la bebida en su tasa mientras miraba cómo las llamas de la chimenea se movían hipnóticamente. Hipnotizado por su danza, Apolo murmuró algo que jamás se había atrevido a decirle a nadie antes, sin embargo, siempre lo había estado llevando en su corazón:

—Mi querido mayordomo, acaso no es evidente que estamos en decadencia…

—¡¿Cómo?!—Exclamó Orrin, sin querer creerse lo que acababa de escuchar.

Apolo miró sus dos grandes manos sosteniendo la minúscula taza para tomar té, siempre que veía sus manos nunca podía reconocerlas, la verdad es que desde que era joven nunca pudo terminar de aceptar que este cuerpo le pertenecía a él. No obstante, ahí estaba su cotidiano compañero de toda una vida: el anillo de oro, recordándole que estas eran realmente sus propias manos. Sin embargo, algo faltaba: su usual anillo de bronce ya hace tiempo había dejado de entrarle y ahora estaba colocado en un colgante sobre su pecho. Sintiendo el roce del anillo de bronce en su pecho, Apolo murmuró reflexivamente:

—Solo quedan dos soldados en el gran castillo, uno moribundo y otro inexperto. Un comerciante que hace tiempo perdió el espíritu de la familia y un futuro jefe más encerrado en sus propios placeres que en la realidad que se aproxima en el horizonte. Por su parte, alejado del gran castillo se encuentra un joven mirando a una chimenea mientras disfruta su desayuno, este joven probablemente sea el único lo suficientemente cuerdo como para comprender qué es el único miembro de su familia que puede observar el indomable poder del tiempo…

Mirando al fuego el joven noble se fue hipnotizando cada vez más por sus llamas; sin embargo, sus propios pensamientos lo sacaron del trance y miró el rostro distorsionado por la preocupación en la cara de su mayordomo. Apolo le sonrió en desgracia y comentó con un tono irónico:

—Mi querido mayordomo, acaso no es evidente que el tiempo de los colosos del bosque negro está por terminar. Dios ha marcado ya nuestra fecha de caducidad y me temo que la misma será cuando el mundo entero conozca al igual que yo lo idiota que es el futuro rey de los bosques negros. Nuestra caída es meramente una cuestión de tiempo…

—Al igual que usted pudo cambiar gracias a la bendición de sus ancestros, su hermano también cambiará cuando sea coronado como rey: ¡Estoy seguro, mi señor!—Exclamó Orrin con confianza, él ya había visto el milagro realizarse con Apolo, por lo que el anciano tenía fe ciega de que las cosas volverían a resolverse de la mejor forma posible.

—Eso creía yo también, hasta que los ancestros me bendijeron, entonces me di cuenta de que el que nació afortunado fui yo y no creo en las casualidades: todo tiene que tener un porqué y tanta fortuna debe venir con algún costo—Respondió Apolo con un tono algo preocupado—Si mis ancestros me ayudaron a mí, tiene que ser por algo. Tiene que haber algún motivo que ahora no logro comprender. Pese a ello, lo único certero por el momento es que mi hermano mayor posiblemente acabe provocando algún problema que termine matándonos a todos. Dudo que sea casualidad que Homero se haya convertido en un comerciante apenas tuvo la oportunidad, probablemente el muy listo ya lo sabía y buscó alguna buena forma de escapar del inminente problema que se acercaba por el horizonte.

—Y si realmente ocurriera algún problema que mandara a la muerte su familia, ¿usted que haría mi señor?—Preguntó Orrin con dudas.

—Nada, no haría nada…—Respondió Apolo cambiando su rostro de preocupación, a una sonrisa alegre en un segundo, perturbando a su mayordomo—Soy el único pretendiente al trono desheredado: ese ya no es mi problema. Solo puedo implorar que los ancestros me protejan llegado ese momento.

Cuando Apolo respondió esa pregunta, los dos hombres se dieron la vuelta al notar que Mateo se había despertado y al parecer el criado había llegado para comentar algo que acababa de suceder en la mansión:

—Hay una larga hilera de carruajes esperándolo en la puerta, mi señor

—Oh, qué noticia alegre acabo de escuchar: ¡Perfecta para comenzar un agradable invierno!—Respondió Apolo tomándose la bebida en la taza de un trago, para luego levantarse de inmediato y correr hacia la entrada de la mansión.