Tras salir del castillo, Apolo buscó el carruaje custodiado por su fiel criado: Mateo, hasta que finalmente encontró al hombre alimentando los caballos abajo de unos árboles en el camino.
—¿Podemos ir yendo a buscar mis cristales?—Preguntó Apolo mientras se subía al carruaje con impaciencia.
—¿Para qué te apuras tanto?, ¿Qué no sabes que el que anda con prisa a ningún lugar llega?—Respondió Mateo negándose a la petición, concentrándose en que los caballos comieran sus manzanas—Cuando terminen de comer los caballos, iremos a buscar el presupuesto anual…
—Espero que el emperador sea un poco más generoso con el patrocinio de este año…—Murmuró Apolo recostándose en el asiento del conductor, observando los árboles en el camino para matar su impaciencia.
Mateo alimentó a los caballos sin apuro alguno y tras unos minutos los mismos terminaron de comer, el conductor se subió al carruaje y sin perder más el tiempo se dirigió al castillo donde Apolo se había registrado como un mago.
—Realmente es bonita esta zona, ¿no crees?—Preguntó Apolo mirando los jardines del ministerio con particular atención.
—Con la cantidad de cristales que mueven los magos todos los años, no me sorprende que gasten tanto en los jardines—Respondió Mateo, por lo que él sabía fácilmente el emperador le pagaba a cada mago más de lo que ganaban la mayoría de familias nobles por año, exceptuando por supuesto las familias particularmente poderosas. Aunque esa cantidad de cristales sabía a poco porque la vida en la capital era particularmente costosa en comparativa al resto de regiones del imperio y eran aún más escasos si uno quería llevar adelante una investigación con objetos y bienes exóticos como hacían la mayoría de magos.
—Supongo que por cada diez magos inútiles, te sale uno que le hace valer los cristales gastados por los otros diez magos—Comentó Apolo mirando los árboles coloridos, por lo que el joven noble sabía realmente había algunos magos que se esforzaban en descubrir cosas útiles. Él pensaba que los dos ancestros que le habían heredado un mensaje eran de ese grupo, mientras que los otros dos que también fueron magos, pero no dejaron herencia alguna pertenecían al grupo de los inútiles.
No pasó mucho tiempo hasta que Apolo llegó al castillo donde se había inscripto como mago, sin perder el tiempo el joven entró, al parecer los guardias no pedían identificación al entrar a este castillo o tal vez era porque era de día y era más normal la visita. Haciendo memoria, Apolo logró encontrar la habitación en donde había recibido anteriormente su patrocinio y trató de entrar a la misma, pero un guardia lo detuvo en la puerta.
—¿Y esos modales, mocoso?, ¡muestra tu ficha!—Reclamó el guardia sin sentirse intimidado por el tamaño del joven, tal vez era porque le tenía confianza al poder intimidante de su puesto o tal vez era que realmente era alguien que temer y el ministerio no bromeaba con la seguridad en la habitación donde se entregaba los cristales.
Con molestia, Apolo le entregó la ficha al guardia y el guardia la miró con cuidado, hasta hacer una mueca de disgusto como si esperara otra resolución del problema, acto seguido el guardia le comentó al joven noble:
—Pasa, ve al último escritorio y ten más modales la próxima vez, mocoso.
Bastante irritado por los insultos, Apolo se contuvo pensando en los cristales y en silencio se dirigió al escritorio donde Finz, tan elegante como siempre, se encontraba trabajando.
—¡Oh, Apolo!, ¿Finalmente viniste por tus cristales?—Preguntó Finz con una sonrisa.
—Sí, ¿ya la tienen lista?—Preguntó Apolo mientras notaba que de antemano alguien había colocado un sillón de su tamaño, como si esperaran que él viniera.
—No, esto tarda, como todo lo que involucra una gran suma de cristales—Respondió Finz extendiendo su mano para pedirle la ficha al joven mago.
Al escuchar «gran suma de cristales» una sonrisa se formó en el rostro de Apolo y atendiendo lo que pedía Finz, le entregó su ficha de plata.
Finz tomó la ficha de plata y la puso sobre un pergamino en blanco, inmediatamente el empleado tomó un sello de cera que tenía la forma de un gorro puntiagudo y lo usó para inscribir un sello arriba de la ficha, fijando la misma al pergamino. Hábilmente, el empleado, dobló el pergamino y lo metió en uno de los tubos que había en su escritorio mientras comentaba:
—Por cierto, el ministro de magia quería hablar con vos, al parecer llegaron algunos reclamos por reiterados incidentes en el traslado de bienes para tu investigación mágica.
—¿Hace cuanto ocurrió eso?, Ya terminé el traslado hace unos días— Preguntó Apolo inmediatamente con una preocupación no ocultada en su rostro, el único con el cual no quería problemas era justamente con el ministro de magia.
—Hace 8 meses—Respondió Finz de memoria—Pero nunca viniste, así que los reclamos se vienen acumulando desde hace 8 meses.
—¿No podrían haber mandado un mensaje a mi casa informándome del problema?—Preguntó Apolo con disgusto.
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—Sí, pero al parecer el problema no es tan serio—Respondió Finz con dudas. Ciertamente en general estas cosas se resolvían con una advertencia, que en este caso nunca fue enviada por algún motivo que el empleado desconocía—En caso contrario te hubiéramos notificado, recuerda que las investigaciones problemáticas o peligrosas requieren una autorización previa y mucho más si van a ser llevadas de forma privada e individual.
—Lo tendré en cuenta…—Comentó Apolo algo preocupado, al parecer tendría que retrasar sus planes para ir a hablar con el ministro.
—Me alegro oírlo…—Dijo Finz mientras miraba como por uno de los tubos en su escritorio, salía un pergamino. Inmediatamente, Finz lo tomó y lo abrió mostrando que en su interior solo se encontraba un sello de cera con la misma inscripción del gorro puntiagudo que había mandado hace unos minutos. Con una espátula muy chiquita, Finz fue retirando la cera mostrando que debajo de la misma se encontraba la ficha de Apolo y una moneda negra.
—Bueno, acá te regreso tu ficha y te doy tu patrocinio anual— Comentó Finz entregando la ficha y la moneda a Apolo—El patrocinio imperial es de 3.000 cristales por ser un mago, más otros 3000 cristales por tu sangre noble. Por lo que en total son 6000 cristales, además…
—¿Cómo?—Interrumpió Apolo de forma abrupta—¡El anterior año fueron 7500 cristales!
—Sí, pero el concilio de magos aprobó una resolución que aumenta el cupo máximo de magos: el mismo paso de 500 a 750 cupos—Explicó Finz con tranquilidad y de forma algo preparada, como si hubiera estado dando esta explicación muchas veces—El financiamiento se logró reduciendo el patrocinio a nobles de alto rango y eliminando completamente el patrocinio de nobles de bajo rango.
—¡Por qué mierda el concilio tomó una decisión tan estúpida!—Grito Apolo sin importarle que los demás empleados lo miraran de forma rara.
—Evidentemente: por presiones políticas de los magos plebeyos y para negociar otras resoluciones, como que la familia imperial aumentara el presupuesto general del ministerio de magia—Comentó Finz con calma.
—Si aumentaron el presupuesto, ¿por qué mierda me lo terminaron reduciendo?—Preguntó Apolo enojado.
Finz tomó una taza en el escritorio y la bebió con lentitud como buscando congelar la charla unos minutos, acto seguido explicó el motivo:
—Porque el cupo se llenó rápidamente gracias a que junto a esta resolución se simplificaron los trámites para dejar de ser acólito y promoverse a mago. En contrapartida, el concilio eliminó completamente la capacidad de convertirse en magos siendo plebeyo directamente, ahora es obligatorio pasar por la etapa de acólito como ocurría antiguamente. Estas reformas provocaron que muchos acólitos quedaran en condiciones de convertirse en magos, justo como la familia imperial quería: a diferencia de su padre, el emperador César es más conservador en el manejo de los plebeyos. Supongo que lo que ocurrió en el «accidente» de inscriptos condenados, fue lo que terminó colmando su paciencia.
—¿Todo eso ocurrió en un año?—Preguntó Apolo atónito, parecería que habían reformado todo el sistema de inscripciones desde la última vez que vino y eso fue hace relativamente poco.
—Sí, pero solo se volvió al sistema antiguo de inscripciones, por lo que realmente no hubo ningún cambio muy revolucionario—Respondió Finz con una sonrisa, parecía que le gustaba más este sistema a él también.
—¿Sigue habiendo cupo disponible?—Preguntó Apolo con preocupación
—¿Estás interesado en postular un acólito?—Preguntó Finz con curiosidad, entendiendo que por la edad de Apolo sería raro que tuviera algún acólito bajo su tutela.
—No, pero me interesa el número para planificar algunas cosas—Contestó Apolo no queriendo dar explicaciones.
—Quedan 14 cupos, 11 reservados y el resto abiertos para nuevas postulaciones—Respondió Finz de forma mecanizada.
—Perfecto, y ahora la gran pregunta que sigo sin entender y que me está molestando demasiado para no preguntarla otra vez….—Comentó Apolo con enojo—¿Por qué el concilio sería tan idiota de cambiar el sistema si eso nos termina perjudicando a todos los que ya estamos adentro?
—Porque todos los miembros del concilio son magos importantes, por tanto: tienen acólitos—Contestó Finz con calma—Tampoco es que se redujera mucho, el gran damnificado de esto son los nobles de segunda categoría, tú solo perdiste 1500 cristales no es ni la mitad de tu presupuesto.
—¿Y ellos no se quejaron?—Preguntó Apolo no satisfecho con la respuesta.
—Claro que se quejaron, pero al emperador le disgustan esta clase de magos—Respondió Finz tomándose una larga pausa para tomar su bebida—Y bajo la amenaza de reducir el presupuesto general, no es como si el concilio pudiera negarse, aunque sí pudieron negociar una solución donde terminaban ganando un puesto para sus acólitos.
—Que manera de arruinarme el día...—Comentó Apolo con enojo levantándose para irse, no es como si Finz fuera un mago y mucho menos parte del concilio, la decisión la habían tomado otros y lamentablemente un mago novato como él estaba atado a sus decisiones.
—Qué pena, pero déjame advertirte que tengo que arruinarte el día un poquito más…— Comentó Finz con una sonrisa vengativa, al parecer la molestaba bastante que lo interrumpieran al hablar.
—¿Qué pasó?—Preguntó Apolo preocupado, ya este día había comenzado con el pie izquierdo cruzándose con desconocidos que impedían su paso y ahora el joven no quería más problemas.
—Además de recibir 6000 cristales en total, se te aplicó una multa de 1000 cristales por romper un mueble del ministerio—Respondió Finz con una sonrisa más alegre de lo que le gustaría Apolo.
—¡Me estás diciendo que ese sillón de cuarta, valía 1000 cristales!, ¿acaso el mismísimo emperador lo usaba para apoyar su honrado culo o como lograron dibujar semejante precio?, ¡manga de estafadores!—Gritó Apolo levantando su mano estando a punto de romper el escritorio de Finz, pero se detuvo: no quería recibir otra multa.
—El sillón valía 50 cristales, pero no se te pide que pagues el reemplazo, se te pide que pagues una multa—Comentó Finz con calma—Así que deja de romper las cosas y compórtate como los demás.
—...—Apolo con enojo miro a Finz nunca le había resultado tan desagradable una persona y mucho menos nunca alguien le había arruinado de semejante manera un día, sin embargo, el joven ya no quería más problemas; su corazón ya había sufrido lo suficiente teniendo que ver como se había dilapidado su presupuesto y ahora lo acababan de rematar en el suelo, recién ahora Apolo entendía que desde el ministerio de magia en estos momentos buscarían cualquier excusa pedorra para robarle sus cristales a los magos con los que trabajaba con tal de destrabar el ajustado presupuesto.
Con resignación y amargura, Apolo salió de la habitación y se dirigió hacia la oficina del ministro de magia sin contener los gritos violentos que lanzaba al aire cada pocos pasos, buscando tranquilizar las penas de su ya desgastada alma.