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E105-Secretos

Los hermanos lentamente se adentraron en la cueva, dando pocos pasos a la vez y parándose cada pocos minutos para concentrarse en escuchar en busca de alguna pista del posible escondite de los secuestradores. Pero lo cierto es que la cueva era inusualmente grande y por más que los hermanos hayan caminado unos cuantos minutos adentrándose en sus profundidades, aún no podían distinguir ninguna sola pista que indicara que algún ser humano haya estado en esta cueva previamente.

La cueva como tal era increíblemente húmeda y hacía algo de frío en su interior, de vez en cuando en el piso rocoso podían verse algunos charcos que eran evitados por los niños con sumo cuidado. Al fin y al cabo los niños se percataron de que la profundidad de estos charcos era bastante engañosa y si bien aparentaba tener unos pocos centímetros, la gran verdad es que si no tenían cuidado podrían terminar hundiéndose en ellos. Por su parte el piso y las paredes de la cueva estaban llenas de un musgo azulado bastante resbaladizo, por lo que los niños tuvieron que dar pequeños pasos a la vez para no resbalarse en este traicionero suelo.

Los hermanos estaban tan concentrados tratando de no tener un accidente que revelara su posición a los secuestradores que no sabían cuánto tiempo había pasado, pero fácilmente había sido más de una hora hasta que finalmente se dieron cuenta de que el ruido del agua chocando contra las rocas del exterior había desaparecido completamente. Dejando a los dos hermanos en el silencio absoluto en donde solo el eco de las gotas del agua cayendo contra los charcos de la cueva podía ser escuchado. Este silencio duró por no menos de media hora más hasta que finalmente un ruido extraño pudo escucharse proviniendo de la parte más profunda de la cueva, provocando que Apolo apagara la llama en su dedo, camuflándolo a él y a su hermano en la oscuridad absoluta de la cueva.

—Finalmente, ¡todo está preparado!, ¡es el momento de que le demuestres a todo el concilio de magos que mereces convertirte en una maga, Helena!—Chilló una mujer desde el fondo de la cueva. Provocando que los niños se tiraran de panza contra el suelo musgoso y esperaran pacientemente para reunir más información acerca de cuántos enemigos había al frente antes de actuar.

—¡¿Pero por qué me obligaste a asesinar a Eco, maestra?!—Preguntó una niña entre llantos, provocando que los dos niños se sorprendieran: ¡Dicha voz era idéntica a la que tenía Helena!

—¡El mundo de los magos no puede ser mezclado con el mundo de los plebeyos!—Gritó la mujer desconocida con una voz dominante—Si no dejas tu pasado atrás y no logras olvidarte de quien eras antes de ser una maga, te será imposible entrar a este mundo.

—¡Pero ella me crio como su hija toda la vida, yo solo quería convertirme en un mago para poder darle un mejor futuro a Eco!—Gritó Helena mezclando sus lágrimas con llantos.

—¡Mocosa, no entiendes nada!—Exclamó la mujer provocando un fuerte ruido de golpe, muy similar al de una cachetada—No es que no quiera que el mundo de los magos y el de los plebeyos se mezcle: ¡Es que no puede ser mezclado!. Como maga plebeya no puedes mostrar ninguna debilidad ante el concilio: ¡Nunca tuviste tal opción, igual que yo tampoco la tuve en su momento!

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—¡No quiero ser una maga sin Eco!, ¡No quiero esto!—Chilló Helena con enojo.

—Entonces vete, asesina, ve y vuelve a las inmundas calles donde naciste: ¡Solo procura buscar algún comerciante que pueda prostituirte para no morirte de hambre tan pronto!—Respondió la mujer con furia—¡Vamos, vete!. Si de verdad no quieres ser más mi acólita, entonces vete de una buena vez y busca tu propia vida. Nunca te obligué a nada de esto, Helena. ¡Tú elegiste convertirte en mí acólita y fueron tus propias manos las que asesinaron a Eco!

—¡Tú me obligaste a hacerlo!—Refutó la niña desesperadamente.

—No, siempre te di la opción de volver a vivir como una plebeya, pero tú decidiste asesinar a Eco y convertirte en una maga—Contestó la mujer con una inusual calma— Ahora te doy la opción nuevamente, pero ya no puedes volver atrás en el tiempo y revivir a Eco. Así que dime: ¿Quieres irte a morir en las calles de la ciudad anillo o buscas una gloriosa vida en la capital?

—…—La niña no parecía querer contestar la gran pregunta por lo que el silencio volvió a llenar la cueva.

—Veo que me equivoqué al tomarte como mi acólita, no mereces ser una maga—Dijo la mujer cruelmente.

—Espera, no me abandones: ¡No tengo a nadie más!—Suplicó Helena tras unos pocos segundos.

—Si me acompañas será para sorprender al concilio y convertirte en una maga, en caso contrario, quédate y busca un lugar a donde morir lejos de mi vista, mocosa—Contestó la mujer con calma, no parecía tener ningún remordimiento en la voz y parecía estar más cargada con decepción que con enojo.

—…—No hubo respuesta de parte de Helena, no obstante la cueva volvió al inusual silencio de siempre.

—Vamos a buscar a Helena…—Susurró Apolo aún sorprendido con el descubrimiento de que Helena había asesinado a la anciana.

—¿Crees que en verdad Helena asesinó a la vieja?—Preguntó Homero también sorprendido.

—La verdad salió de su propia boca, Homero, ¿Los traidores y desertores que castigo reciben?—Contestó Apolo en voz baja, tomando fuertemente el mango de su espada.

—«En la vida mi tortura y en la muerte la de mi ancestro»…—Murmuró Homero como si fuera una frase armada que le habían enseñado hace un tiempo.

—No sientas pena por un traidor, Homero, o serás el próximo en recibir su daga antes de que puedas darte cuenta: ¡Es nuestro deber vengar a la anciana Eco!—Dijo Apolo sin dudar, sabiendo que era lo que tenía que hacer a continuación.

—Pero la vieja dijo que Helena fue secuestrada, Eco nunca la culpó, incluso nos engañó para evitar que supiéramos la verdad—Respondió Homero aún incrédulo.

—Yo soy el que la está culpando, y también soy el que aplicará la condena. Es mi deber y también es el tuyo: Helena es nuestra criada y vivía bajo nuestras leyes—Expresó Apolo, poniéndose de pie y yendo a buscar a Helena.

Entre la oscuridad de la cueva, Homero vio en silencio como su hermano se alejaba empuñando la espada con la que había sido asesinada Eco. No obstante, la oscuridad de la cueva no escondía las lágrimas de un niño que tendría que ver como su hermano mayor condenaba a su mejor amiga. En su lugar, la oscuridad de la cueva se encontraba escondiendo la marcada sonrisa de un hombre que durante años había estado trabajando entre las sombras para finalmente ver como todo salía según lo había planeado.