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E61-Rutina

Con apuro y ansias de terminar la tarea, Apolo se dirigió hacia la habitación en donde había estado trabajando hace unos pocos minutos. Al llegar, el joven noble observó la pila de ropa arriba de la cama y comenzó a doblarla nuevamente.

Mientras tanto Apolo divagaba en su mente sus futuros proyectos y los posibles diseños que podría confeccionar para las innumerables habitaciones que faltaba amueblar. Antes de darse cuenta, el joven noble ya había terminado la tarea, la misma se hizo en muy poco tiempo dado que Apolo se había convertido en todo un experto en el doblado de ropa, gracias a que era una de las cosas más fáciles de comprar en segunda mano y era muy útiles para llenar los muebles.

Tras terminar su tarea, Apolo se retiró de la habitación y regresó a la misma con un tarro con líquido espeso blanco en su interior. Agarrando la caja con los huesos del niño, el joven comenzó a ir retirando los huesos a medida que los acomodaba arriba de la cama para ir formando al niño nuevamente como si de un rompecabezas se tratase.

—Ya verás lo cómodo que descansarás en este cuarto, Timoteo—Murmuró Apolo con una sonrisa al ver como los huesos en la cama comenzaban a formar el esqueleto de un niño.

Cuando el joven terminó la tarea, procedió a abrir el tarro con líquido blanco y usando un trapo viejo comenzó a aplicar el líquido arriba de los huesos y a pegarlos entre sí. Tras terminar el delicado proceso de unir los huesos, Apolo acercó la palma de su mano hasta casi rozar los huesos.

Acto seguido, la palma del joven comenzó a emitirse un débil fuego el cual produjo que el líquido espeso de color blanco se tornara de un color amarillento y se solidificara. La tarea continuó durante unas largas horas hasta que finalmente el esqueleto de un niño pudo verse sentado en la cama de la habitación mirando a la puerta, como si el niño estuviese esperando ver quien es el que estaba por entrar en su habitación.

—Perfecto, Timoteo siente que alguien toca la puerta y se despierta para ver quién es—Murmuró Apolo tratando de recordar la historia de esta habitación en su cabeza—Pero se da cuenta de que imagino el ruido y no había nadie tocando la puerta. No obstante, mientras todo esto ocurría alguien observaba a Timoteo atentamente desde la habitación continua.

Apolo se acercó a una de las paredes de madera en la habitación en donde se encontraba el cuadro de un payaso, el cual se encontraba mirando fijamente a la cama donde se encontraba el niño. Con cuidado, el joven noble rozó con sus manos la pintura del payaso hasta llegar a sus ojos, para luego presionar con sus dedos sobre los ojos del payaso en la pintura hasta crear un par de agujeros.

—Bien, ya solo hace falta hacer los agujeros en la pared y amueblar la habitación del payaso—Murmuró Apolo con alegría, dándose cuenta de que finalmente podía usar las cosas que le compró al dueño de un circo en bancarrota siguiendo cierta «lógica».

Verificando que todo estuviera en orden una última vez, Apolo salió de la habitación y con apuro se dirigió hacia la puerta de la mansión, para observar que la cola de carruajes seguía siendo tan larga que llegaba hasta la entrada de su estancia. Ignorando las miradas curiosas de los conductores de los carruajes, Apolo siguió un camino de losas azules que rodeaba su mansión hasta ir a la parte de atrás de la misma. Acto seguido, el joven caminó entre las rosas muertas y los yuyos en el patio trasero de la mansión, recordándose a sí mismo que en algún momento tendría que malgastarse en contratar algunos jardineros. En estos momentos el patio estaba tan descuidado que el pasto y las malas hierbas le llegaban hasta las rodillas de Apolo.

Tras unos pocos minutos caminando, Apolo pudo ver que alrededor de unos árboles y con vista al lago se encontraba una pequeña cabaña de madera. El joven caminó por el sendero oculto por los yuyos mientras apreciaba a los animales que vivían por esta parte de su estancia: la mayoría eran pájaros e insectos; sin embargo, eran bastante bonitos y raros, lo más probable es que sea gracias a que algunos vecinos trajeron estos animales a sus respectivas estancias, pero los mismos terminaron mudándose para vivir cerca de su lago.

Apolo entró en la cabaña de madera, mostrando que solo había una única gran habitación en su interior, la misma estaba decorada con una vasta gama de equipamiento para entrenar mostrando que la cabaña en realidad era el gimnasio de la mansión. Apolo procedió a caminar hacia un armario en una de las esquinas de la habitación, se desvistió guardando la ropa en el armario y sacó una túnica gris-amarillenta para entrenar. La misma no era precisamente cómoda y mucho menos podría decirse que era estéticamente bonita; sin embargo, dada la costumbre, Apolo no podía entrenar sin una túnica puesta por lo cual siempre se la ponía para hacer su rutina de ejercicios.

Ya vestido con la ropa de entrenamiento, el joven se acercó a unas mancuernas tiradas en el piso y procedió a levantarlas con normalidad. Las mancuernas no eran precisamente grandes y de hecho no parecían llegar a pesar más de 5 kg por lo que parecía algo ridículo que alguien con el cuerpo de Apolo la usará para hacer ejercicio; sin embargo, los dos círculos a los costados de la mancuerna se encontraban llenos de agujeros pequeños rellenados con piedras grises, diferenciándola de una mancuerna normal.

Apolo notó que la mancuerna no pesaba nada y procedió a buscar un balde en la habitación, el cual se encontraba lleno de cristales transparentes del tamaño de un dedo. El joven metió su mano en el balde y sacó un puñado de cristales para luego tirarlos desinteresadamente al piso al lado de la mancuerna. Acto seguido, Apolo levantó la mancuerna y empujando una de las piedras grises con su dedo, logro que la piedra saliera del agujero y cayera al suelo, revelando que en realidad la piedra se trataba de un cristal que ya habían perdido su transparencia y había adquirido un color grisáceo.

El joven fue recargando todos los cristales en la mancuerna hasta finalmente cambiar todos los cristales. Con los preparativos realizados, Apolo comenzó a levantar la mancuerna con esfuerzo como si realmente le fuera complicado lograrlo por más que la mancuerna no lucía para nada intimidante.

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No pasó mucho tiempo y como es de costumbre cuando uno ejecuta un ejercicio intenso el sudor comenzó a aparecer en el cuerpo de Apolo manchando sus prendas. Pese a ello, lo que sí resultaba extraño era el hecho de que una neblina blanca y densa comenzó a salir de los cristales transparentes llenando completamente la habitación, ocultando el cuerpo del joven noble.

Apolo comenzó a respirar violentamente como si le fuera complicado seguir haciendo ejercicio y respirar la neblina blanca al mismo tiempo; sin embargo, el joven no se detuvo y poco a poco las venas en todo su cuerpo comenzaron a marcarse, su piel se fue tornando roja y sus ojos se fueron enrojeciendo como si se estuviera exigiendo al máximo y al mismo tiempo se estuviera poniendo hasta arriba de anabólicos. El joven siguió entrenando con intensidad haciendo diversos ejercicios con la mancuerna, hasta que de repente ocurrió algo inesperado para el noble:

*Coff, Coff, Coff* Apolo comenzó a toser violentamente y tuvo que dejar de hacer ejercicio, mientras se cubría su mano con su boca. El joven trató de dejar de toser, pero se dio cuenta de que le era imposible, provocando que el noble decidiera salir de la habitación para respirar aire puro en el exterior.

Dejando de respirar la niebla y sintiendo el fresco aire invernal llenando sus pulmones, Apolo finalmente pudo controlarse y dejar de toser, pero ya lejos de la niebla el joven se dio cuenta del gran problema.

—Qué molestia…—Murmuró Apolo con enojo mirando como la mano con la que se había estado tapando la boca se encontraba llena de sangre—No tiene ningún sentido que me contagie tan fácilmente…

Pese a ello, el sentido poco importaba, pues la evidencia era contundente y Apolo había tosido sangre, no obstante el joven estaba más consternado que asustado; él sabía que era fácil de reparar el problema, ya que conocía de sobra la peste azul.

Por más que de niño su verdadero interés fuera explorar el bosque, lo cierto es que su familia aún lo obligaba a participar en las lecciones militares como a todos los futuros «soldados» de la familia les correspondía. En consecuencia, Apolo había aprendido las enfermedades que podían verse en un asedio o en un campamento militar, entre ellas una enfermedad bastante común en el imperio era la peste azul y sabía que se podía contagiar con el contacto de los vivos y los muertos. No se podía quemar el cadáver de alguien que había muerto por peste azul y la única manera de lidiar con el problema era enterrando a todos los contagiados.

La realidad es que la enfermedad de la peste azul era causada por las esporas de un hongo que crecían en el imperio. La cuales eran transportadas por diversos animales o humanos que comieron a una criatura infectada o entraron en contacto cercano con una criatura que se encontraba con un avanzado estado de deterioro por parte de la enfermedad. Poco a poco las esporas crecían en el huésped hasta matar al infectado, creando así el ecosistema prometedor para que el hongo pueda crecer y reproducirse: los cadáveres.

Sin embargo, Apolo sabía que su cuerpo naturalmente era bastante resistente por lo que en principio una simple peste azul no debería infectarlo nunca, no obstante la prueba era evidente y no había otro motivo para toser sangre. Pensando al respecto y notando que ya estaba por anochecer Apolo decidió volver a la mansión y armar un plan para solucionar el problema.

Finalmente, la noche llegó y para la extrañeza de Orrin y Mateo, Apolo no quería comer este día, lo cual era muy normal en el pasado, pero desde que el joven se convirtió en mago estas cosas dejaron de ocurrir. La realidad es que el joven noble se quedó en su cuarto, por preocupación de contagiar a los únicos criados que importaban para que todos sus planes siguiera andando por buen camino. Aunque la gran realidad es que Apolo como siempre estaba exagerando las cosas, ya que la enfermedad acababa de contagiar su cuerpo y si bien su rutina de ejercicio aceleró el proceso de desarrollo, la peste azul solo contagia cuando llegaba a la etapa final de desarrollo y el huésped prácticamente no puede moverse de la cama. Por lo que la enfermedad no era tan contagiosa como aparentaba ser: mientras uno se cuidara de no andar tocando cadáveres o gente cercana a serlo y se preocupara por no comer comida contagiada, la enfermedad no lo afectaría, por lo que la peste azul era una enfermedad bastante fácil de evitar para los nobles. Pese a que lo mismo no ocurría de igual manera para los plebeyos, cuya situación económica a veces los obligaba a comprar comida de dudosa procedencia.

Las horas pasaron y cuando el dulce sueño invadía a todos los presentes en la mansión, Apolo se levantó y usando su dedo como una vela, llegó hasta el armario para sacarse el pijama y agarrar una manta negra con capucha del mismo. El joven se puso la extraña vestimenta y tomando la máscara de plata ya preparada en su escritorio, se preparó mentalmente para salir de su habitación.

Con pasos delicados e insonoros, Apolo salió de su cuarto y se dirigió a la salida de la mansión, aún podían verse algunos carruajes que no habían terminado de completar la descarga, por lo cual el joven se puso la máscara de plata dada por su ancestro y sin evitar las miradas salió corriendo de la mansión. Aunque lo cierto es que todos los conductores estaban durmiendo adentro de la mansión, pero Apolo desconocía este hecho y la noche era demasiado oscura para poder verlo con sus propios ojos. El joven corrió a una velocidad impactante a simple vista y salió de su estancia en unos pocos minutos. Luego, siguiendo los caminos de las calles, Apolo siguió corriendo hasta sentirse lo suficientemente lejos de su mansión como para que alguien sospechara de él o lo reconociera.

Sintiéndose lo suficientemente alejado de su estancia, Apolo saltó el alambrado que delimita el límite de la propiedad de un noble desafortunado. Con pasos lentos, Apolo se dirigió hacia uno de los árboles del patio de esta estancia, tapándose el anillo de oro con su otra mano el joven puso su mano sobre la corteza y en unos pocos minutos la vida del árbol comenzó a marchitarse.

La gran realidad es que Apolo también podría haber usado cualquiera de los árboles en el camino, pero esos árboles debían ser reemplazados por el ministro de asuntos urbanos, mientras que estos eran privados y la capacidad de investigación de estos nobles no era la misma que la del ministro que claramente conocía su procedencia.

Otra alternativa era utilizar uno de sus propios árboles, pero Apolo no estaba para nada dispuesto a arruinar su ya marchito jardín, por lo tanto, el joven noble había decidido tomarse la molestia de pegarse todo este viaje para joderle la vida a algún desconocido desafortunado.

Finalmente el árbol murió y Apolo se sintió más vivo que nunca, pero por las dudas tomó la vida de otro árbol más antes de proceder a volver a su casa para dormir. En el camino Apolo fue reflexionando lo ajetreado que había sido este día en su pacífica vida como mago, quejándose de vez en cuando y sonriendo en algunos tramos de su conversación interna la cual parecía ser sumamente interesante, tanto que el malvado escritor decidió ignorarla para amargar la vida de sus lectores.