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E82-Los Goros

Tras un viaje considerablemente largo, el carruaje de Apolo llegó a su destino, deteniéndose al frente de los portones de una inmensa tienda. La tienda ocupaba una cuadra entera aunque no se encontraba en una de las calles principales por lo que en estas zonas era más fácil ver tiendas de este tamaño. El edificio como tal era muy similar a una fortaleza y en cada una de las esquinas se podía ver una torre de vigilancia con un guardia vistiendo una armadura de cuero observando seriamente el interior del edificio. El cual parecía no tener techo alguno y estaba rodeado de unas imponentes murallas de madera de más de cuatro metros de alto.

A diferencia de las armaduras de los guardias en la puerta de la capital, las armaduras de los guardias de esta tienda no eran decorativas y uno podía distinguir fácilmente que se encontraban algo gastadas por el uso, por lo que al parecer esta era una zona que llamaba al conflicto frecuentemente. Y no era para menos, ya que el edificio se trataba de una casa de subasta y venta de esclavos.

Apolo se ajustó el anillo de oro en la mano y tomó una maleta de cuero, junto a un bastón de madera negra bastante fino con una hermosa empuñadura de oro la cual tenía la forma del pomo de una espada. Con todo los preparativos listos, Apolo procedió a abrir la puerta del carruaje para salir a la calle.

Apenas puso un pie en la calle, el joven inmediatamente se apoyó en su bastón y comenzó a caminar con la lentitud con la que lo haría un anciano apoyándose en su bastón. Realmente todo este montaje armado por el joven noble era algo completamente estético, pero según su investigación esta estética era importante, ya que el Gururi que buscaba era el que acompañó a un mago durante toda su vida hasta la vejez, por lo cual su anterior dueño probablemente terminó usando un bastón.

Con lentitud, Apolo se dirigió hacia la gran entrada de la tienda y observó como dos guardias se le acercaban y le preguntaban:

—Mucho gusto, ¿podría indicarme…?

—Cierra el pico, vengo a inspeccionar a tus Goros: ¡Ve y busca al que me contrató!—Interrumpió Apolo mirando fijamente al guardia.

—¿Así que es el señor Apolo? ¿No es algo joven?—Preguntó el otro guardia, impactado por el mal carácter del joven.

—Si sabes mi nombre, entonces para qué me haces esperar…—Se quejó Apolo

—Disculpe, por favor sígame, lo llevaré con el encargado—Respondió uno de los guardias sin querer hacer enojar al «experto», en definitiva por la ropa que vestía el joven y por el carruaje en el que había llegado parecía ser alguien extremadamente rico, por lo que sería raro que causara problemas.

Apolo en silencio, tomándose todo el tiempo del mundo, acompañó al guardia. Mientras recorría la tienda, el joven miraba para todos lados, expectante de encontrarse con su gran ansiada criatura. Sin embargo, únicamente podían verse personas esclavizadas y diversas «razas» de humanoides que técnicamente eran humanos y por tanto, no se consideraban animales o criaturas. De hecho, Apolo sabía que todos estos humanoides eran simples seres humanos. Pero la habilidad dada por su sangre los hacía ser tan diferentes a la mayoría de personas que eran tratados de formas distintas, llegando al punto que la gente ignorante pensara que eran otra «raza» completamente diferente a los humanos, como las que se describían en los libros de fábula y fantasía. Muy similar a como las personas «normales» trataban a Apolo como un gigante. Aunque lo cierto es que la mayoría de personas desnutridas del imperio medían poco más de un metro y medio por lo que era bastante complicado opinar que alguien como Apolo era un ser humano normal y eso que Apolo aún tenía una altura posible entre los humanos normales; a diferencia de algunos miembros de su familia que realmente se habían convertido en gigantes tan altos como los árboles.

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El guardia siguió dirigiendo a Apolo hasta hacerlo entrar en una oficina en donde un hombre bastante apuesto vestido de traje blanco se encontraba trabajando leyendo unos archivos.

—Señor, el experto llegó—Presentó el guardia mostrando a Apolo.

—Así que usted es el reconocido mago Apolo, el joven experto—Comentó el encargado con felicidad mientras dejaba los libros en su escritorio y miraba al joven con curiosidad—Mi nombre es Néstor de playas azules.

—Encantado en conocerte, ¿dónde están las criaturas que quieres que revise?—Dijo Apolo con una sonrisa alegre llena de expectativa.

—¡Por acá, sígame!—Respondió Néstor energéticamente, mientras salía de su escritorio para guiar a Apolo hasta el lugar donde guardaba la mercadería.

No pasó mucho tiempo para que Apolo y Néstor llegaran al subsuelo de la tienda, en el sitio se encontraban diversas criaturas coloridas que en algunos casos aparentaban ser bastante peligrosas. Pese a la belleza de las criaturas, el joven se desilusionó: al parecer acá tampoco había Gururis, al menos no en esta zona de la tienda, aunque era entendible, ya que todas las criaturas guardadas en el subsuelo aparentaban ser bastante exóticas y costosas.

Tras seguir acompañando a Néstor por unos pocos minutos más, Apolo pudo ver el motivo de su visita a esta tienda: dentro de unas jaulas a la distancia se encontraban 15 personas completamente desnudas. Las jaulas no tenían ninguna comodidad básica y eran muy pequeñas por lo que las personas solo podían estar parados o sentados moviéndose un poco y no mucho más, cada jaula tenía un balde de agua y otro lleno de avena. A primera vista parecería que eran simples esclavos humanos siendo torturados en alguna clase de castigo extraño, pero para los ojos expertos del joven noble era obvio que no eran simples humanos y en su lugar se trataba de los famosos Goros que había venido a revisar. La gran diferencia estética entre los Goros y los humanos normales era evidente a simple vista si uno estaba lo suficientemente despierto para dudar de la cuestión, pues los Goros eran humanos estéticamente perfectos, similares a los campeones de las leyendas, todos los hombres enjaulados parecían guerreros de mil batallas y todas las mujeres encerradas podrían dejarte sin aliento.

Pese a que no se trataban de Gururis, realmente Apolo no había mentido a los guardias, ya que él era un experto en Gururis y por consiguiente se le hizo muy fácil convertirse también en un experto en todas sus «evoluciones». Para la sorpresa de Apolo había muy pocos expertos en estas criaturas y en general contratar a un experto era muy caro, al fin y al cabo el coste medio de un Goro era el de una casa en la ciudad anillo. Aunque a Apolo no le sorprendió por demasiado tiempo, el joven sabía que si uno quería conocer bien a las evoluciones de la raza de los Gururis primero debía entender a los Gururis y eso era un paso que el resto de expertos solía saltarse. Por lo que podría resultar bastante complicado para una persona terminar de comprender a los Goros por su cuenta. Ya que el mercado de expertos era muy cotizado como para que las personas dentro del mismo vayan enseñando a los demás voluntariamente y la información acerca de los Goros costaban fortunas que ni el propio Apolo podría costearse en toda su vida.

—¿Quince Goros?, impresionante, este es un lote bastante grande…—Comentó Apolo caminando con cuidado hacia una de las criaturas enjauladas, observando con curiosidad sus detalles.

—Sí, pertenecían a una familia noble que se quedó sin herederos—Respondió Nestor con felicidad—Buscamos una evaluación de cada uno de ellos.

—Será un placer—Respondió Apolo tratando de ocultar la sonrisa en su rostro para que no la noten las criaturas: si todo salía bien, hoy ganaría una fortuna, era la primera vez que evaluaba tantos Goros a la vez—Bueno voy a comenzar, va a tardar unas cuantas horas o incluso algunos días, ¿Cuándo es la subasta?

—Falta un mes, si es posible buscamos llevarlos a la casa de subastas general—Comentó Néstor.

—Oh, ya veremos, esperemos que estos Goros tengan la calidad para que puedas inscribirlos en la casa de subasta general—Respondió Apolo acercándose con lentitud a una de las jaulas.